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viernes, 22 de septiembre de 2023

Conocimiento “inútil” - Bertrand Russell / Pentagrama: Purcell

 


Russell siempre sorprende con las disquisiciones que bajan de su pluma y pensamiento, los cuales parecieran estar conectados a una razón ulterior. Al menos, esa es la humilde opinión de un servidor como lector suyo. Sus cavilaciones suelen quedarse reverberando en el aire de los propios pensamientos, generando nuevas conversaciones en las que el sentido del tiempo trastocado queda. Se presentan así diálogos suspendidos como en  un aura intangible, pero con asideros en el alma. Este ensayo es, a mi parecer, prueba de ello. Y ello es lo que me mueve a compartirlo. 
¡Salud! 
(lacl)


Conocimiento “inútil” - Bertrand Russell

Francis Bacon, hombre que llegó a ser eminente traicionando a sus amigos, afirmaba, sin duda como una de las maduras lecciones de la experiencia, que "el conocimiento es poder". Pero esto no es cierto respecto de todo conocimiento. Sir Thomas Browne quería saber qué canción cantaban las sirenas, pero si lo hubiera averiguado, ello no le hubiese bastado para ascender de magistrado a gobernador de su condado. La clase de conocimiento a que Bacon se refería es la que nosotros llamamos científica. Al subrayar la importancia de la ciencia, continuaba tardíamente la tradición de los árabes y de la Alta Edad Media, según la cual el conocimiento consistía principalmente en la astrología, la alquimia y la farmacología, todas ellas ramas de la ciencia. Era un sabio quien, tras dominar estos estudios, había adquirido poderes mágicos. A principios del siglo XI, y por la única razón de que leía libros, todo el mundo creía que el papa Silvestre II era un mago en tratos con el demonio. Próspero, que en los tiempos de Shakespeare era una mera fantasía, representaba lo que durante siglos había sido la concepción generalmente aceptada de un sabio, al menos por lo que se refiere a sus poderes de hechicería. Bacon creía -acertadamente, según ahora sabemos- que la ciencia podía proporcionar una varita mágica más poderosa que cualquier otra en que hubieran soñado los nigromantes de épocas anteriores.

El Renacimiento, que estaba en su apogeo en Inglaterra en tiempos de Bacon, implicaba una rebelión contra el concepto utilitarista del conocimiento. Los griegos habían adquirido gran familiaridad con Homero, como nosotros con las canciones de los cafés cantantes, porque les gustaba, y ello sin darse cuenta de que estaban comprometidos en la búsqueda del conocimiento. Pero los hombres del siglo XVI no podían empezar a entenderlo sin asimilar primero una considerable cantidad de erudición lingüística. Admiraban a los griegos y no querían verse excluidos de sus placeres; por ello los imitaban, tanto leyendo los clásicos como de otras formas menos confesables. El saber, durante el Renacimiento, era parte de la joie de vivre, tanto como beber o hacer el amor. Y esto es cierto no solamente de la literatura, sino también de otros estudios más ásperos. Todo el mundo conoce la historia del primer contacto de Hobbes con Euclides: al abrir el libro, casualmente, en el teorema de Pitágoras, exclamó: "¡Por Dios! ¡Esto es imposible!", y comenzó a leer las demostraciones en sentido inverso hasta que, llegado que hubo a los axiomas, quedó convencido. Nadie puede dudar de que éste fue para él un momento voluptuoso, no mancillado por la idea de la utilidad de la geometría en la medición de terrenos.

Cierto es que el Renacimiento dio con una utilidad práctica para las lenguas antiguas en relación con la teología. Uno de los primeros resultados de la nueva pasión por el latín clásico fue el descrédito de las decretales amañadas y de la donación de Constantino. Las inexactitudes descubiertas en la Vulgata y en la versión de los Setenta hicieron del griego y del hebreo una parte imprescindible del equipo de controversia de los teólogos protestantes. Las máximas republicanas de Grecia y Roma fueron invocadas para justificar la resistencia de los puritanos a los Estuardo y de los Jesuitas a los monarcas que habían negado obediencia al papa. Pero todo esto fue un efecto, más bien que una causa, del resurgimiento del saber clásico, que en Italia había sido plenamente cultivado durante casi un siglo antes de Lutero. El móvil principal del Renacimiento fue el goce intelectual, la restauración de cierta riqueza y libertad en el arte y en la especulación, que habían estado perdidas mientras la ignorancia y la superstición mantuvieron los ojos del espíritu entre anteojeras.

Se descubrió que los griegos habían dedicado parte de su atención a temas no puramente literarios o artísticos, como la filosofía, la geometría y la astronomía. Estos estudios, por tanto, se consideraron respetables, pero otras ciencias quedaron más abiertas a la crítica. La medicina, es cierto, se hallaba dignificada por los nombres de Hipócrates y Galeno, pero en el período intermedio había quedado casi estrictamente limitada a los árabes y a los judíos, e inextricablemente entremezclada con la magia. De aquí la dudosa reputación de hombres como Paracelso. La química todavía tenía peor reputación, y comenzó a alcanzar con dificultades alguna respetabilidad en el siglo XVIII.

Y de esta forma vino a resultar que el conocimiento del griego y del latín, con unas nociones superficiales de geometría y quizá de astronomía, fuera considerado como el equipo intelectual de un caballero. Los griegos desdeñaban las aplicaciones prácticas de la geometría, y solamente en su decadencia hallaron utilidad a la astronomía, a guisa de astrología. En los siglos XVI y XVII, principalmente, se estudiaron las matemáticas con desinterés helénico, y se tendió a ignorar las ciencias que habían sido degradadas por su conexión con la magia. Un cambio gradual hacia una concepción más amplia y práctica del conocimiento, que había ido produciéndose a lo largo de todo el XVIII, experimentó de pronto una aceleración al final de aquel período a causa de la Revolución francesa y del desarrollo del maquinismo: la primera dio un golpe a la cultura señorial, mientras el segundo ofrecía un nuevo y asombroso campo de acción para el ejercicio de las técnicas no señoriales. Durante los últimos ciento cincuenta años, los hombres se han venido cuestionando, cada vez más vigorosamente, el valor del conocimiento, y han llegado a creer, cada vez con más firmeza, que el único conocimiento que merece la pena adquirir es aquel que resulta aplicable en algún aspecto a la vida económica de la comunidad.

En países como Francia e Inglaterra, que tienen un sistema educacional tradicional, el aspecto utilitario del conocimiento ha prevalecido sólo parcialmente. Hay todavía, por ejemplo, en las universidades profesores de chino que leen los clásicos chinos, pero que no conocen las obras de Sun Yat-sén, que crearon la China moderna. Hay todavía personas que conocen la historia antigua en tanto fue relatada por autores de estilo depurado, es decir, hasta Alejandro en Grecia y Nerón en Roma, pero que se niegan a conocer la mucho más importante historia posterior en razón de la inferioridad literaria de los historiadores que la escribieron. Aun en Francia e Inglaterra, sin embargo, la vieja tradición está desapareciendo, y en países más actualizados, como Rusia y los Estados Unidos, se ha extinguido totalmente. En los Estados Unidos, por ejemplo, las comisiones de educación señalan que mil quinientas palabras son todas las que la mayor parte de la gente utiliza en la correspondencia comercial, y proponen, en consecuencia, que todas las demás se eviten en el programa escolar. El inglés básico, una invención británica, va todavía más allá y reduce el vocabulario necesario a ochocientas palabras. La concepción del lenguaje como algo capaz de valor estético está muriendo, y se está llegando a pensar que el único propósito de las palabras es proporcionar información práctica. En Rusia, la persecución de finalidades prácticas es todavía más intensa que en Norteamérica: todo lo que se enseña en las instituciones de educación tiende a servir a algún propósito evidente de carácter educacional o gubernamental. La única escapada la permite la teología: alguien tiene que estudiar las Sagradas Escrituras en el original alemán, y unos cuantos profesores tienen que aprender filosofía para defender el materialismo dialéctico contra la crítica de los metafísicos burgueses. Pero cuando la ortodoxia se establezca más firmemente, aun esta estrecha rendija se cerrará.

El saber está comenzando a ser considerado en todas partes, no como un bien en sí mismo, sino como un medio.

No crear una visión amplia y humana de la vida en general, sino tan sólo como un ingrediente de la preparación, esto es parte de la mayor integración de la sociedad, aportada por la técnica científica y las necesidades militares. Hay más interdependencia económica y política que en el pasado y, por tanto, hay una mayor presión social, que obliga al hombre a vivir de una manera que sus convecinos estimen útil. Los establecimientos docentes, excepto los destinados a los muy ricos o (en Inglaterra) los que la antigüedad ha hecho invulnerables, no pueden gastar su dinero como quieren, sino que han de satisfacer los propósitos útiles del estado al que sirven, proporcionando preparación práctica e inculcando lealtad. Esto es parte sustancial del mismo movimiento que ha conducido al servicio militar obligatorio, a los exploradores, a la organización de partidos políticos y a la difusión de la pasión política por la prensa. Todos somos más conscientes de nuestros conciudadanos de lo que solíamos, estamos más deseosos, si somos virtuosos, de hacerles bien y, en todo caso, de obligarles a que nos hagan bien. No nos gusta pensar que alguien esté disfrutando de la vida pertinente, por muy refinada que pueda ser la calidad de su disfrute. Sentimos que todo el mundo debería estar haciendo algo para ayudar a la gran causa (cualquiera que ésta sea), tanto más por cuanto tantos malvados están trabajando en contra de ella y tienen que ser detenidos. No gozamos de descanso mental, por lo tanto, para adquirir ningún conocimiento, excepto los que puedan ayudarnos en la lucha por lo que quiera que sea que juzguemos importante.

Hay mucho que decir en cuanto al estrecho criterio utilitarista de la educación. No hay tiempo de aprenderlo todo antes de empezar a crearse un medio de vida, y no hay duda de que el conocimiento "útil" es muy útil. Él ha hecho el mundo moderno. Sin él no tendríamos máquinas, ni automóviles, ni ferrocarriles, ni aeroplanos; debemos añadir que no tendríamos publicidad ni propaganda modernas. El conocimiento moderno ha dado lugar a un inmenso mejoramiento en el promedio de salud y, al mismo tiempo, ha revelado cómo exterminar grandes ciudades con gases venenosos. Todo lo que distingue nuestro mundo al compararlo con el de otros tiempos, tiene su origen en el conocimiento "útil". Ninguna comunidad se ha saciado todavía de él, y es indudable que la educación debe continuar promoviéndolo.

También tenemos que admitir que buena parte de la tradicional educación cultural era estúpida. Los jóvenes consumían muchos años aprendiendo gramática latina y griega, sin llegar a ser, finalmente, capaces de leer un autor griego o latino, ni a sentir siquiera el deseo de hacerlo (excepto en un pequeño porcentaje de los casos). Las lenguas modernas y la historia son preferibles, desde cualquier punto de vista, al latín y al griego. No solamente son más útiles, sino que proporcionan mucha más cultura en mucho menos tiempo. Para un italiano del siglo XV, dado que prácticamente todo lo que merecía la pena leer estaba escrito, si no en su propia lengua, en griego o en latín, estos idiomas eran indispensables llaves de la cultura. Pero desde aquellos tiempos se han desarrollado grandes literaturas en diversas lenguas modernas, y el proceso de la civilización ha sido tan rápido, que el conocimiento de la antigüedad se ha hecho mucho menos útil para la comprensión de nuestros problemas que el conocimiento de las naciones modernas y su historia comparativamente reciente. El punto de vista tradicional del maestro de escuela, admirable en los tiempos del resurgir cultural, se fue haciendo cada vez más totalmente estrecho, ya que ignoraba lo que el mundo ha hecho desde el siglo XV. Y no sólo la historia y las lenguas modernas, sino también la ciencia, cuando se enseña apropiadamente, contribuye a la cultura. Es posible, por tanto, sostener que la educación debe tener otras finalidades que la utilidad inmediata, sin defender el plan de estudios tradicional. Utilidad y cultura, cuando ambas se conciben con amplitud de miras, resultan menos incompatibles de lo que parecen a los fanáticos abogados de una y otra.

Aparte, no obstante, de los casos en que la cultura y la utilidad inmediata pueden combinarse, hay utilidad mediata, de varias clases distintas, en la posesión de conocimiento que no contribuye a la eficiencia técnica. Creo que algunos de los peores rasgos del mundo moderno podrían mejorarse con un mayor estímulo a tal conocimiento y una menos despiadada persecución de la mera competencia profesional.

Cuando la actividad consciente se concentra por entero en algún propósito definido, el resultado final, para la mayoría de la gente, es el desequilibrio, acompañado de alguna forma de alteración nerviosa. Los hombres que dirigían la política alemana durante la guerra cometieron equivocaciones en lo que se refiere, por ejemplo, a la campaña submarina, que llevó a los americanos al lado de los aliados, y que cualquier persona que hubiera tratado el tema con la mente despejada hubiera estimado imprudente, pero que ellos no pudieron juzgar cuerdamente a causa de la concentración mental y la falta de descanso. El mismo tipo de situación se ve dondequiera que grupos de hombres emprenden tareas que imponen un prolongado esfuerzo sobre los impulsos espontáneos. Los imperialistas japoneses, los comunistas rusos, los nazis alemanes, todos viven en una especie de tenso fanatismo que procede del vivir demasiado exclusivamente en el mundo mental de determinadas tareas que deben realizarse. Cuando las tareas son tan importantes y tan realizables como suponen los fanáticos, el resultado puede ser magnífico; pero en la mayor parte de los casos la estrechez de miras ha determinado el olvido de alguna poderosa fuerza neutralizante o ha hecho que todas aquellas fuerzas semejen la obra del diablo, que ha de cumplirse por el castigo y el terror. Los hombres, como los niños, tienen necesidad de jugar, es decir, de períodos de actividad sin más propósito que el goce inmediato. Pero si el juego sirve su propósito, ha de ser posible hallar placer e interés en asuntos no relacionados con el trabajo.

Las diversiones de los habitantes de las ciudades modernas tienden a ser cada vez más pasivas y colectivas, y a reducirse a la contemplación inactiva de las habilidosas actividades de otros. Sin duda, tales diversiones son mejores que ninguna, pero no son tan buenas como podrían serlo las de una población que tuviese, debido a la educación, un más amplio campo de intereses intelectuales conectados con el trabajo. Una mejor organización económica, que permitiera a la humanidad beneficiarse de la productividad de las máquinas, conduciría a un muy grande aumento del tiempo libre, y el mucho tiempo libre tiende a ser tedioso excepto para aquellos que tienen considerables intereses y actividades inteligentes. Para que una población ociosa sea feliz, tiene que ser población educada, y educada con miras al placer intelectual, así como a la utilidad directa del conocimiento técnico.

El elemento cultural en la adquisición de conocimientos, cuando es asimilado con éxito, conforma el carácter de los pensamientos y los deseos de un hombre, haciendo que se relacionen, al menos en parte, con grandes objetivos impersonales y no sólo con asuntos de importancia inmediata para él. Se ha aceptado demasiado a la ligera que, cuando un hombre ha adquirido determinadas capacidades por medio del conocimiento, las usará en forma socialmente beneficiosa. La concepción estrechamente utilitarista de la educación ignora la necesidad de disciplinar los propósitos de un hombre tanto como su práctica técnica. En la naturaleza humana no educada hay un considerable elemento de crueldad, que se muestra de muchas formas, importantes o insignificantes. Los niños en la escuela tienden a ser crueles con un nuevo niño, o con cualquiera cuyas ropas no sean totalmente convencionales. Muchas mujeres (y no pocos hombres) provocan todo el sufrimiento que pueden por medio de la murmuración maliciosa. Los españoles disfrutan con las corridas de toros; los ingleses disfrutan cazando. Los mismos crueles impulsos adquieren formas más serias en la caza de judíos en Alemania y de kulaks en Rusia. Todo imperialismo ofrece campo para tales impulsos, y en la guerra son santificados como la más elevada forma del deber público.

De modo que se debe admitir que gente con un alto nivel de educación es a veces cruel; y creo que no puede haber duda de que esa gente es cruel mucho menos frecuentemente que aquella cuya mente se ha dejado en barbecho. El bravucón del colegio rara vez es un muchacho cuyo aprovechamiento en los estudios está por sobre el promedio. Cuando tiene lugar un linchamiento, los cabecillas son casi invariablemente hombres muy ignorantes. Esto no es así porque el cultivo de la mente produzca sentimientos humanitarios positivos, aunque puede hacerlo; es más bien porque proporciona otros intereses que el mal trato a los vecinos, y otras fuentes de respeto a la propia personalidad que la afirmación de dominio. Las dos cosas más universalmente deseadas son el poder y la admiración. Los hombres ignorantes, generalmente, no pueden conseguir ninguna de las dos sino por medios brutales que llevan aparejada la adquisición de superioridad física. La cultura proporciona al hombre formas de poder menos dañinas y medios más dignos para hacerse admirar. Galileo hizo más que cualquier monarca para cambiar el mundo, y su poder excedió inconmensurablemente del de sus perseguidores. No tuvo, por tanto, necesidad de aspirar a ser, a su vez, perseguidor.

Quizá la ventaja más importante del conocimiento "inútil" es que favorece un estado mental contemplativo. Hay en el mundo demasiada facilidad, no sólo para la acción sin la adecuada reflexión previa, sino también para cualquier clase de acción en ocasiones en que la sabiduría aconsejaría la inacción. La gente muestra sus tendencias en esta cuestión de varias curiosas maneras. Mefistófeles dice al joven estudiante que la teoría es gris pero el árbol de la vida es verde, y todo el mundo cita esto como si fuera la opinión de Goethe, en lugar de lo que éste suponía que era probable que dijera el diablo a un estudiante. Hamlet es tenido por una terrible advertencia contra el pensamiento sin acción, pero nadie tiene a Otelo como una advertencia contra la acción sin pensamiento. Los profesores como Bergson, por una especie de culto de moda al hom bre práctico, condenan la filosofía y dicen que la vida, en su manifestación más elevada, debería parecerse a una carga de caballería. Por mi parte, estimo que la acción es mejor cuando surge de una profunda comprensión del universo y del destino humano, y no de cualquier impulso salvajemente apasionado de romántica pero desproporcionada afirmación del yo. El hábito de encontrar más placer en el pensamiento que en la acción es una salvaguarda contra el desatino y el excesivo amor al poder, un medio para conservar la serenidad en el infortunio y la paz de espíritu en las contrariedades. Es Probable que, tarde o temprano, una vida limitada a lo personal llegue a ser insoportablemente dolorosa; sólo las ventanas que dan a un cosmos más amplio y menos inquietante hacen soportables los más trágicos aspectos de la vida.

Una disposición mental contemplativa tiene ventajas que van de lo más trivial a lo más profundo. Para empezar están las aflicciones de menor envergadura, tales como las pulgas, los trenes que no llegan o los socios discutidores. Al parecer, tales molestias apenas merecen la pena de unas reflexiones sobre las excelencias del heroísmo o la transitoriedad de los males humanos, y, sin embargo, la irritación que producen destruye el buen ánimo y la alegría de vivir de mucha gente. En tales ocasiones, puede hallarse mucho consuelo en esos arrinconados fragmentos de erudición que tienen alguna conexión, real o imaginaria, con el conflicto del momento; y aun cuando no tengan ninguna, sirven para borrar el presente de los propios pensamientos. Al ser asaltados por gente lívida de rabia, es agradable recordar el capítulo del Tratado de las pasiones de Descartes titulado "Por qué son más de temer los que se ponen pálidos de furia que aquellos que se congestionan". Cuando uno se impacienta por la dificultad existente para asegurar la cooperación internacional, la ansiedad disminuye si a uno se le ocurre pensar en el santificado rey Luis IX antes de embarcar para las cruzadas, aliándose con el Viejo de la Montaña, que aparece en Las mil y una noches como la oscura fuente de la mitad de la maldad del mundo. Cuando la rapacidad de los capitalistas se hace opresiva, podemos consolarnos en un instante con el recuerdo de que Bruto, ese modelo de virtud republicana, prestaba dinero a una ciudad al cuarenta por ciento y alquilaba un ejército privado para sitiarla cuando dejaba de pagarle los intereses.

El conocimiento de hechos curiosos no sólo hace menos desagradables las cosas desagradables, sino que hace más agradables las cosas agradables. Yo encuentro mejor sabor a los albaricoques desde que supe que fueron cultivados inicialmente en China, en la primera época de la dinastía Han; que los rehenes chinos en poder del gran rey Kaniska los introdujeron en la India, de donde se extendieron a Persia, llegando al Imperio romano durante el siglo I de nuestra era; que la palabra "albaricoque" se deriva de la misma fuente latina que la palabra "precoz", porque el albaricoque madura tempranamente, y que la partícula inicial "al" fue añadida por equivocación, a causa de una falsa etimología. Todo esto hace que el fruto tenga un sabor mucho más dulce.

Hace cerca de cien años, un grupo de filántropos bienintencionados fundaron sociedades "para la difusión del conocimiento útil", con el resultado de que las gentes han dejado de apreciar el delicioso sabor del conocimiento "inútil".

Al abrir al azar la Anatomía de la melancolía de Burton, un día en que me amenazaba tal estado de ánimo, supe que existe una "sustancia melancólica", pero que, mientras algunos piensan que puede ser engendrada por los cuatro humores, "Galeno sostiene que solamente puede ser engendrada por tres, excluyendo la flema o pituita, y su aserción cierta es firmemente sostenida por Valerio y Menardo, al igual que Furcio, Montalto, Montano... ¿Cómo -dicen- puede lo blanco llegar a ser negro?". A pesar de tan incontestable argumento, Hércules de Sajonia y Cardan, Guianerio y Laurencio son (así nos lo dice Burton) de opinión contraria. Confortada por estas reflexiones históricas, mi melancolía, fuera producida por tres o por cuatro humores, se disipó. Como cura para una preocupación excesiva, pocas medidas más efectivas puedo imaginar que un curso sobre tales controversias antiguas.

Pero en tanto que -los placeres triviales de la cultura tienen su lugar en el alivio de los problemas triviales de la vida práctica, los méritos más importantes de la contemplación están relacionados con los males mayores de la vida: la muerte, el dolor y la crueldad y la ciega marcha de las naciones hacia el desastre innecesario. Para aquellos a quienes ya no proporciona consuelo la religión dogmática, existe la necesidad de algún sucedáneo, si la vida no se les hace polvorienta y áspera y llena de agresividad fútil. Actualmente el mundo está lleno de grupos de iracundos y egocéntricos, incapaces de considerar la vida humana como un todo, y dispuestos a destruir la civilización antes que retroceder una pulgada. Para esta estrechez ninguna dosis de instrucción técnica proporcionará un antídoto. El antídoto, en tanto sea cuestión de la psicología individual, ha de hallarse en la historia, en la biología, en la astronomía, en todos aquellos estudios que, sin aniquilar el respeto a la propia personalidad, capacitan al individuo para verse en su verdadera perspectiva. Lo que se necesita no es este o aquel trozo específico de información, sino un conocimiento tal que inspire una concepción de los fines de la vida humana en su conjunto: arte e historia, contacto con las vidas de los individuos heroicos y cierta comprensión de la extrañamente accidental y efímera posición del hombre en el cosmos -todo esto tocado por un sentimiento de orgullo por lo que es distintivamente humano: el poder de ver y de conocer, de sentir magnánimamente y de pensar y comprender-. La sabiduría brota más fácilmente de las grandes percepciones combinadas con la emoción impersonal.

La vida, siempre llena de dolor, es más dolorosa en nuestro tiempo que en las dos centurias precedentes. El intento de escapar al sufrimiento conduce al hombre a la trivialidad, al engaño a sí mismo, a la invención de grandes mitos colectivos. Pero esos alivios momentáneos no hacen a la larga sino incrementar las fuentes de sufrimiento. Tanto la desgracia privada como la pública sólo pueden ser dominadas en un proceso en que la voluntad y la inteligencia interactúen: el papel de la voluntad consiste en negarse a eludir el mal o a aceptar una solución irreal, mientras que el papel de la inteligencia consiste en comprenderlo, hallar un remedio, si es remediable, y, si no, hacerlo soportable viéndolo en sus relaciones, aceptándolo como inevitable y recordando lo que queda fuera de él en otras regiones, en otras edades, y en los abismos del espacio interestelar.

Publicado en el volumen ENSAYOS IMPOPULARES, Bertrand Russell










jueves, 21 de septiembre de 2023

Respuestas de un majadero, lacl / Pentagrama / Galería de ociosos.



El caminante es Vachel Lindsay, el poeta

Si la vida humana se viviera con justeza, todo ser humano debería ser viajero, cuando no poeta... 

- Oiga, y usted, ¿qué hace, a qué se dedica? Le preguntarían a uno. 

- ¿Yo? Soy viajero, respondería uno, a pulmón henchido.

- Pero, ¿para qué? ¿con qué finalidad? ¿le pagan por eso?

- Viajo para viajar (no se complicaría uno aduciendo que por el mero gusto de ver o de vivir). Y no, no me pagan por eso, pero deberían…

- “Qué desvergonzado”, escucharía uno decir al que se aleja farfullando entre dientes.


Pentagrama

A la sombra de un león


Galería de ociosos







Sobre el competir, lacl / Pentagrama. La belleza. / Contemplaciones.

  


Nunca me ha causado beneplácito la palabra concurso, por la sencilla razón de haber yo nacido en el ombligo de una época en la que el con-curso ha sido conceptuado y difundido como una desaforada carrera por llegar a una meta antes - y a como dé lugar- que cualquier otro par, condición que ha desvirtuado totalmente la nobleza que radica en la concurrencia de personas que han dedicado sus vidas a, por ejemplo. los estudios humanísticos o, al menos, a algunos asuntos específicos dentro del amplísimo temario que comprende el humanismo. 

Supongo que malas artes o mala praxis no son inventos de la modernidad. Supongo, además, que la palabra filtro ha de haber sido usada o manipulada desde la era antigua de un modo intencionalmente subliminal. 

Pero no me imagino a un coro de jueces diciéndole a Eurípides que no puede participar en la contienda teatral del año en curso, por medio de una carta en la que abunda una vacancia de bien sustentadas razones. Sin embargo, ¿qué duda cabe? es más que probable ( por no decir seguro ) que la humanidad se haya perdido algunas cuantas obras maravillosas, debido a esa praxis de unos modales intencionalmente subliminales.

lacl, 31 de mayo, 2022


La belleza
Aute


Contemplaciones






martes, 19 de septiembre de 2023

LABERINTO. Para un acercamiento interior (o internalización) de o a la noción de laberinto. - Juan Eduardo Cirlot. Diccionario de símbolos. / Estampas del laberinto. / Derviches



LABERINTO *

Para un acercamiento interior (o internalización) de o a la noción de laberinto. La interiorización no ha de ser asumida desde la óptica interpretativa que basa sus fundamentos sobre las premisas de un discursivo entendimiento sino, por así decir, permitiendo que el espíritu razone; razón mayor, a la cual se le abren los portales con la humildad de quien, sabiéndose parte del todo, sabe que no es el dueño de la razón ulterior.

Salud, lacl.

* * * * * * *

Laberinto

Construcción arquitectónica, sin aparente finalidad, de complicada estructura y de la cual, una vez en su interior, es imposible o muy difícil encontrar la salida. Jardín dispuesto en igual forma. Los textos antiguos citan cinco grandes laberintos: el de Egipto, que Plinio sitúa en el lago Mocris; los dos cretenses, de Cnosos y Gortyna; el griego de la isla de Lemnos; y el etrusco de Clusium. Es probable que ciertos templos iniciáticos se construyeran de este modo por razones doctrinarias. Plantas de laberintos, diseños y emblemas de los mismos aparecen con relativa frecuencia en un área muy amplia, en Asia y Europa, principalmente. Algunos, se cree, habíanse dibujado para engañar a los demonios y hacer que entraran en ellos, quedando presos en su interior. Supónese, pues, ya en los pueblos primitivos, que el laberinto posee una cualidad atrayente, como el abismo, el remolino de las aguas y todo lo similar (8). Sin embargo, según Waldemar Fenn, ciertas representaciones de laberintos circulares o elípticos, de grabados prehistóricos, cual los de Pena de Mogor (Pontevedra), han sido interpretados como diagramas del cielo, es decir, como imágenes del movimiento aparente de los astros. Esta noción no contradice la anterior, es independiente de ella y hasta cierto punto puede ser complementaria, pues el laberinto de la tierra, como construcción o diseño, puede reproducir el laberinto celeste, aludiendo los dos a la misma idea (la pérdida del espíritu en la creación, la ≪caída≫ de los neoplatónicos, y la consiguiente necesidad de buscar el ≪centro≫ para retornar a él). Una imagen de la obra De Groene Leeuw, de Goose van Wreeswyk (Amsterdam, 1672), muestra el santuario del lapis alquímico circulando por las órbitas de los planetas, figuradas a modo de muros que dan lugar a un laberinto cósmico (32). El emblema del laberinto fue usado con frecuencia por los arquitectos medievales. El acto de recorrer el laberinto figurado en el suelo, en un mosaico, se consideraba. como sustitución simbólica de la peregrinación a Tierra Santa (28). Unos laberintos en forma de cruz, que se conocen en Italia con el nombre de ≪nudo de Salomón≫, apareciendo muchas veces en la decoración céltica, germánica y románica, integran el doble simbolismo de la cruz y del laberinto, por lo que se suelen entender como el ≪emblema de la divina inescrutabilidad≫. En el centro del diseño así constituido no es difícil advertir la esvástica, que enriquece el símbolo por alusión al movimiento rotatorio, generador y unificador (4). Según Diel, el laberinto simboliza el inconsciente, el error y el alejamiento de la fuente de la vida (15). Eliade señala que la misión esencial del laberinto era defender el centro, es decir, el acceso iniciático a la sacralidad, la inmortalidad y la realidad absoluta, siendo un equivalente de otras pruebas, como la lucha contra el dragón. De otro lado, cabe interpretar el conocimiento del laberinto como un aprendizaje del neófito respecto a la manera de entrar en los territorios de la muerte (17). El laberinto se puede experimentar en la realidad de los dédalos de una ciudad desconocida, en especial de las ciudades antiguas u orientales. Nerval tuvo la obsesión del laberinto y en sus obras prueba haberlo experimentado de este modo, como pérdida en un mundo que es equivalente al caos.


* Juan Eduardo Cirlot. Diccionario de símbolos.






Derviches





sábado, 16 de septiembre de 2023

TRANCE, JOSÉ ANTONIO RAMOS SUCRE. LA TORRE DE TIMÓN. / Pentagrama, Lieto cosi tavolta. LA DIOSA BLANCA.


Otro canto a la Diosa Blanca, de la pluma de Ramos Sucre.
Salud
lacl

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TRANCE


He soñado con la beldad rubia. Miro su despejo y siento su voz.

Inicia con razones elegantes una conversación de motivo lisonjero.

Yo estoy prosternado. Quiero oprimir entre mis manos su diestra delgada y perezosa.

Expone en lenguaje selecto un suceso de siglos ilustres. Refiere las cuitas de un trovador desengañado.

Yo espío los rasgos de su faz iluminada.

Añade comentarios de crítica afilada y suspicaz, y yo asiento con mudez inescrutable.


José Antonio Ramos Sucre, La torre de Timón. 




Pentagrama
Lieto cosi tavolta
Pergolesi


La diosa blanca






viernes, 15 de septiembre de 2023

GUARIDA DE LOS POETAS Milagros Mata-Gil sobre Andrés Eloy Blanco: REENCARNADO / Camino del Llano viene cantando la soledad...



Un texto conmovedor de Milagros; una de las últimas cosas que nos compartió por un chat de lectores en el que nos compartía otras maravillas. Un texto que muy bien vale la pena ser leído y que compartimos como un sentido tributo a Milagros. Salud, lacl
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Milagros Mata-Gil

(Mayo, 2023)

"Algo que escribí hace muchos años para Andrés Eloy Blanco"

(MMG)

 

REENCARNADO


¿Y si reencarnó y es un mariachi?

Un mariachi con una trompeta. Uno de los cientos de mariachis que afinan, que tocan, que esperan a sus clientes en la Plaza Garibaldi. Las cámaras turísticas retratándolo, captando y congelando el gesto de un músico que se queda con la trompeta levantada y el rostro confundido.

Tiene que repetir cada cierto tiempo ese gesto angustioso, sobre todo cuando recorre la calle donde ocurrió el accidente el 21 de mayo de 1955. Esa desazón.

“¿Por qué me duele la cabeza cuando paso por aquí? ¿por qué siento deseos de expresar tristeza al doblar esta esquina?”.

El mariachi amanecido, buscando el último taco antes de irse para la casa, la trompeta guardada en el estuche de cuero agrietado, con su interior de trapo verde billar. El mariachi sentado en el autobús donde los pasajeros de la madrugada dejan caer las cabezas hacia el respaldar del otro. Todos aprovechando para dormitar y él sin poder hacerlo porque en las arcillas recónditas de su memoria hierve un géiser incómodo.

“Es que no puedes seguir siendo tan sensible, Paquito”, le dice el guitarrista cada vez que lo mira clavado en la acera sin poder moverse, contemplando a una mujer desharrapada que podría estar muerta. El pantalón transformado en una prolongación de la calle, con jirones revelando una piel cenicienta que no tiembla, no atrae a los hombres, no despierta ternuras maternales o fraternales en las mujeres. Ni siquiera un forense la miraría dos veces. Más allá hay otra mujer harapienta, enloquecida de hambre y desilusiones.

¿Y si reencarnó en un mendigo o en una mendiga? ¿Y si no reencarnó? ¿Y si está allí, acostumbrado a una quietud, ensimismado, respirando en su poesía?.

Surgen tantas preguntas con sólo ver su fotografía de flaco narizón. Esa mirada suya, quemada por lo irremediable, con el alma vuelta y vuelta encima de las brasas, dejando escapar aromas de atavismos populares.

Esa nariz de pájaro atrapado por el hechizo del mestizaje mientras las palabras fluyen en bandadas y se van a posar sobre las líneas eléctricas del barrio.

Esos grillos carcelarios paralizándolo en el estrecho calabozo donde está condenado a cadena perpetua por haberse comunicado nítidamente con los seres humanos más sencillos y haber usado la rima en un continente musical y absurdo donde los esclavos bailaban y cantaban al son del látigo, a pesar del látigo.

Esa cara con ganas de preguntar. Ese gran preguntador vestido con su traje de lino blanco (¿Dónde está mi traje?) a lo mejor flota como un susurro por la Caracas del nuevo milenio o por el México del nuevo milenio preguntándole a cada indigente, a cada mendiga ¿Cómo te llamas? ¿Eres la loca Luz Caraballo? y ellas respondiendo “No somos” y él insistiendo “Sí son”.

¡Ay! esas madrugadas de México y Venezuela, saturadas de niños dormidos en los quicios, en las escaleras, en los porches de los edificios abandonados por la quiebra de empresas, de bancos, de familias. Los hijos de todos etcétera y etcétera. Esos amaneceres repletos de mujeres engurruñadas, amuñuñadas, bultos sin sueños y sin besos. Miles de locas Luz Caraballo ¿no? miles y miles ¿no? y un solo Andrés Eloy Blanco ¿no?

La pobreza siempre como una marca, como un eslogan, como el logotipo de este continente, de este territorio ecológicamente propicio para las injusticias. Nadie como que se acuerda del poeta, nadie como que saca uno de sus poemas y lo lee rimbombante en este mes de mayo. Por todas partes andan las locas y los locos, los niños y los pobres, esperando convertirse en palabras. Son carne de escritura, de discursos, de campañas interminables. 

Están allí para avergonzar a todos los presidentes habidos y por haber. Son el poema que la sociedad escribe a su pesar. Probablemente él ha reencarnado en un músico de la noche, en un músico desfasado.

Un mariachi con la trompeta levantada tratando de recordar las notas melancólicas y difíciles del juicio final. 










Camino del Llano viene cantando la soledad...






domingo, 10 de septiembre de 2023

El santuario A la luz de la llama de una vela, lacl / Evolución de la llama, evolución de la cera. / PENTAGRAMA.

 






El santuario

A la luz de la llama de una vela


Frotas la cerilla 

y la chispa, 

el llano sonido 

de la luz al encenderse, 

abre en el aire una puerta.

No sabes cómo lo sabes, 

pero sabes que entras 

en un templo innominado.


Extiendes la cerilla

al encerado cordel de la vela. 

Es la cuarta vez que lo intentas y ahora la llama tímidamente se insinúa en la cima de la vela,

 incipiente, 

cual todo canto que nace, 

toda vida que despunta. 


Todo lo que nace

cantando lo hace. 


Quizás jamás aprendiste a orar,

nunca te enseñaron, 

pero oras con la llama 

porque su efluvio es canto 

que ha nacido orando. 


Y el resplandor te estremece,

vibra tu cuerpo en derredor; 

tocado has sido en el aura 

por una mano del aire. 


Lo que es sabido no se aprende, aun nunca alcanzando a saber 

cómo es sabido.

 

El silencio se empaña 

con el roce de la luz 

antes de fundirse en el abrazo. 


Cuando sales del santuario, 

te llevas el santuario.

Cuando te apartas de la llama, 

la llama te llevas en silencio.


Y la cera en piedra o arcilla se convierte

en manos del escultor.


Y del fuego nace la figura del contemplador, 

quien ha venido a mostrarte el retablo en un espejo, 

acaso para insinuarte 

que el santuario está a tus pies,

que el santuario es el sendero,

que ya caminas en él. 


lacl, 10 de septiembre 2023; entre las horas del pulmón y del alba.


ESTAMPAS

Evolución de la llama, evolución de la cera.














PENTAGRAMA
Bach Cantatas