De sobriedad y discreción también se compone la belleza, lacl.
El comentario viene al caso porque he tomado entre mis manos un enser que no obstante muestra una faz discreta y sobria, es -puedo decirlo- una creación humana que mucho gusto da tener entre las manos. Me refiero a un libro cuya portada es un compendio que magnifica la concisión. Dicen que para muestras un botón y creo que con solo mirar la portada del volumen estaremos de acuerdo en su sobriedad y discreción. Al retirar la glaseada cubierta, muy suave al tacto, por cierto, descubrimos la blanca desnudez del tomo, con otra piel igualmente delicada al tacto. Contiene, como se advierte en la cubierta, la obra poética y textos en prosa de Garcilaso de la Vega, tres cartas y su testamento. A ello se adiciona una noticia del poeta escrita por Bienvenido Morros.
A la belleza de cada texto de Garcilaso se añade, a pie de página, una noticia sobre el texto en cuestión, sea poema o carta y, luego, a doble columna las citas pertinentes según las consideraciones del compilador.
Acá lo dejo en ofrenda citando unos versos de Garcilaso.
Le he denominado con la palabra enser a conciencia, tal como las damas podrían hablar antaño de una peineta o de un dedal. Un libro cobra la condición de enser más que cualquier otra creación realizada por humana mano. Los enseres, como he señalado en algunas otras ocasiones, deben ese nombre a su relación con aquel o aquella que les usa o usufructa; es decir, un objeto que ha sido creado por mano humana cobra vida o entra en estado de ser por su relación vital con su usuario, propietario o, incluso, prestatario.
Salud, lacl
GARCILASO DE LA VEGA
SONETO X
¡Oh dulces prendas, por mí mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería,
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas!
¿Quién me dijera, cuando las pasadas
horas que en tanto bien por vos me vía,
que me habiáis de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?
Pues en una hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
lleváme junto el mal que me dejastes;
si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.
SONETO XXXIII
Boscán, las armas y el furor de Marte,
que con su propria fuerza el africano
suelo regando, hacen que el romano
imperio reverdezca en esta parte,
han reducido a la memoria del arte
y el antiguo valor italïano,
por cuya fuerza y valerosa mano
África se aterró de parte a parte.
Aquí donde el romano encendimiento,
donde el fuego y la llama licenciosa
sólo el nombre dejaron a Cartago,
vuelve y revuelve amor mi pensamiento,
hiere y enciende el alma temerosa,
y en llanto y en ceniza me deshago.
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