El fragmento de abajo ha sido extractado del prólogo de un libro que siempre he considerado uno de mis libros de cabecera, aunque poco haya compartido de tal prodigio en este blog; lo cual no deja de ser una deuda insoslayable.
Se trata del DICCIONARIO DEL DIABLO, de Ambroise Bierce, un escritor maravilloso, sagaz, punzante como un puercoespín, lúcido como si hubiera nacido bendecido por los haces de una luz superior.
El iluminador prólogo se lo debemos a Ernest Jerome Hopkins, Profesor emérito de periodismo de la universidad estatal de Arizona, Estados Unidos de América.
Disponía yo de seis o siete versiones distintas de este amado diccionario, todas en su versión abreviada, antes de poder hacerme con esta edición, más completa, publicada por Random House Mondadori en 2007.
Intentaré resarcir esa laguna no sólo con respecto a este maravilloso diccionario del sarcasmo y de la sátira, libro saludable para toda mente que marche a contracorrientes de este alocado mundo de tan sinrazonada razón, sino con respecto a este maravilloso y muy prolífico autor.
Salud, lacl
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Ambroise Bierce:
"...A un corresponsal que parece sufrir una conmovedora ignorancia de los abusos le horroriza que debamos "ridiculizar y satirizar al mismo público de cuyo apoyo dependemos". Así que, dóciles, informamos que a nuestro corresponsal de que, remordida nuestra conciencia por ofensas antiguas, hemos decidido no volver a pecar. De ahora en adelante, los rayos de nuestro desagrado se dirigirán exclusivamente hacia la política estatal y la estructura social de los patagones, de quienes esperamos conseguir que se avergüencen sinceramente en menos de un mes, con el consiguiente e indescriptible progreso del buen gobierno y la moralidad cristiana. Es ciertamente vergonzoso que un periódico satírico mancille su buen nombre y utilidad atacando a los granujas del mismo país en que se publica..."
(Seguiré agregando algunas entradas del referido diccionario... lacl)
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