Una colecta "Juliana" de diversos años... lacl
El Nacionalsocialismo no fue, ni es, ni será un sistema de ideas, sino una estructurada enfermedad.
lacl, 09 07 2022
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Creo que ya me he cansado de escribir sobre asuntos tales la inopia, la censura, la perversidad, el dislate político que no es más que un extravío, el robotizado avasallamiento, la generalizada inclemencia, el derrochador derramamiento de la bilis y otras exquisiteces que se reflejan en nuestro espejo de barbarie, pues todo se me ha vuelto redundancia.
En lo que concierne a redundancias, intuyo que nos es más agraciado optar por las de las luces de cada mañana y las de las sombras de cada noche.
lacl, 14 / 07 / 2020
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La primera vez que intuí que en mi pecho -y, con él, todo en mi cuerpo y algo más allá de la piel- palpitaba un estremecimiento que me lucía afín a la poesía, fue cuando, al salir a las calles, no lograba dejar de contemplar la extrañeza, el misterioso espectáculo del mundo, y era llamado a seguir deambulando sobre esa cuerda oscilante, sin derrotero ni horario.
lacl, 08 de Julio de 2019, Bitácora acuariana. (Retomando mi bitácora)
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Ando recogiendo flores de ayer, tal como lo anda haciendo mi viejita con sus baúles colmados de recuerdos. Verla repartir tanta memoria conmueve. ¡Cómo quisiera apresar esos instantes en el efímero aire de lo eterno! Aunque, ¿quién asegura que nuestros gestos, nuestras alabanzas, nuestros desmayos no queden estampados en el inexpugnable silencio en que se suspenden todas las esencias, todo ente, todo cuerpo y toda alma?
La vida humana no es ni más breve, ni más infinita que la de un astro llamado al ocaso.
lacl, 14 de Julio, 2013
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Agrego acá las líneas escritas al reverso de una chequera...
a Yineska, quien abrió sus ojos al mundo un 18 de julio...
Cada noche
luego de que tu sueño ya se ha rendido al sueño,
yo veo con delectación
cómo mis brazos se elevan hacia el cielo,
para que mis manos,
plácidamente extendidas,
puedan bañarse en la luz de la sombra.
Mis brazos aún están en el cuarto,
pero mis manos ya han cruzado
los techos, nubes y vientos
de un cielo conventual.
Allí se quedan flotando un buen rato,
en armoniosa conexión con el cosmos,
cual si fuesen un par de asfódelos nocturnos
cargándose de amorosa oscuridad.
Luego bajan lentamente
por los peldaños de la noche,
suave descenso al valle de tu espalda,
y comienzan a recorrer el cosmos en tu cuerpo,
en testimonio de que tierra, piel y cielo
son rostros de un mismo silencio.
(Recogido luego en Cuadernario. Común Presencia Editores, Col. Los Conjurados, Bogotá, Colombia, 2007)
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