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sábado, 26 de febrero de 2022

Un mundo perdido entre la niebla, lacl. / Galería de Orfeo: At the dawn of creation

 


Un mundo perdido entre la niebla, lacl.


Hace algún tiempo siento que mi fuego y fuero interior, mi impulso vital y mi (usualmente amorosa) relación con el mundo ha cambiado de manera paulatina y paladinamente. 

Acaso tenga que ver con esa desecación que, en mis años de pubertad e, incluso, de infancia ya avizoraba, percibía y presentía como una inevitable pesadilla. Algunos números del futuro se me presentaban, una y otra vez, con la incertidumbre de un piso falso o como una delgada capa de hielo cubriendo un océano sin fondo y sin tierra a la vista. 

2020 / 2030 / 2050...

Mis sudorosas visualizaciones estaban conectadas con el sopor o fragor de un  mundo perdido entre la niebla. 



Mis desvelos eran ocasionados más que por el temor de la muerte personal (aunque ese temor tampoco estuviera excluido), por la visitación de un mundo desalmado. 

Con el paso de los años y vista la senda que ha tomado la humanidad, creo no haber sido el único que ha comprendido que no es menester ser pitoniso, ni contar con cualidades visionarias, para palpar tal desecación de nuestro jardín interior. 

Grosso modo hablando, nos hemos quedado sin ese jardín, me refiero al jardín que está allí, en todas nuestras moradas interiores, a un lado, reseco, sin flores ni retamas, esperando nuestro riego, esperando que allí nos sentemos, a respirar, a contemplar, sin una sola palabra de por medio. 

Tales estancias forman parte de otro jardín infinito, laberíntico, que nos une a todos, si en todos nosotros palpita el nuestro. 

Si hay desecación de nuestro íntimo vergel, habremos perdido la senda que nos había de conducir al jardín que es alma del mundo. 

Creo que ésa es una razón suficiente, una razón con forma de nudo gordiano y espada de Damocles, como para que se nos sequen los higos de cualquier jardín y se nos ahogue la voz, sin que ello quiera decir que hayamos perdido la fe y el amor para el canto sino que, así como hemos de poner las barbas en remojo cuando vemos la de los vecinos arder, igualmente hemos de darnos vuelta para mirar hacia dentro, ver cómo anda ese pequeño vergel nuestro, pasearnos hoja por hoja, tallo por tallo, y -si tenemos la dicha de que aún se mantenga milagrosamente florecido- pétalo por pétalo. Y si el jardín nos pide silencio, tomemos por la cintura su consejo. 

Mi ser no sabe lo que ha de suceder en el futuro porque ya todo ha sucedido. Quiero decir que ha sucedido en nuestro suceder. Todo está determinado. No hay modo de cambiar la senda que hemos construido como una autopista sin veredas, sin derroteros, sin estancias ni paradas, sin atajos, sin vuelta atrás y, sobre todo, sin doble vía. 

Es el mundo humano, aquello que nos forjamos en la psique, el que anda perdido; el alma del mundo no se ha perdido para nada, pues el mundo natural trasciende a nuestra estirpe. Es la humana especie la que, por desgracia, se halla en trifulca con Anima Mundi.


lacl, justo ahora, 24 de Febrero,  2022




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Galería de Orfeo

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At the dawn of creation, Vanraj Bathia.




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