Joseph Pieper, un pensador cuyas reflexiones semejan piedras luminosas reverberando en el fondo de un arcaico riachuelo, ha dicho que la felicidad es, esencialmente, un regalo. Wallace Stevens, un tanto menos optimista o, acaso, cual poeta cabal, un tanto más irónico y polivalente, postuló sin ambages que la felicidad es una adquisición. Ambas sentencias dejan hondas resonancias y promueven múltiples lecturas. Mi padre, hombre tosco y delicado, pues de niño hubo de formarse como hombre; que no fue filólogo, filósofo o poeta, aunque sí un gran conversador que veladamente tenía un roce de los tres, a lo largo de su vida repitió con llana convicción estas palabras:
el amor es un estado de felicidad;
mas amor no es nadie sin amistad,
no llega a consumarse como tal;
porque la amistad es madre del amor;
es el amor quien enraíza en ella.
Y si interpolo, algo traviesamente, los pareceres de un poeta, un pensador y un hombre del pueblo, yo puedo inferir que aquel que da un bien lo recibe y aquel que lo adquiere lo da. Y, en cierto modo, allí reside una felicidad.
contracorrientes - sentencias en incertidumbre, luis alejandro contreras, bid&co editor, colección manoa, caracas 2006, reedición 2013.
Galería de Orfeo
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The King of love is dead, Nina Simone
Voir un ami pleurer,
Jaques Brel
Nota bene: hay que ir a la red YouTube para poder escuchar a Jaques Brel.
1 comentario:
¿Dónde habrá quedado el amor en Fracia? En París los fotógrafos del arte agonizan en sus calles frente a los monumentos de la Fraternidad, hasta morir, sin una empática pregunta ¿le ocurre algo, señor? Los parisinos a quienes la distrofia muscular les impide sonreir como a cualquier mortal del planeta, también olvidaron lo más elemental: la compasión.
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