La memoria puede jugarnos las más insólitas jugarretas. La mendiga de Nápoles es una semblanza poética escrita en prosa que debemos agradecer a la musa de Max Jacob. Jacob es un autor que sólo he leído en algunas antologías, sobre todo de poesía francesa, de las cuales dispongo y leo desde que era un muchacho. La primera vez que leí esa acrisolada obra maestra del sueño y de la prosa poética, se me quedó engarzada en un alvéolo de la memoria. Cuando, en el transcurso de los años, quise rescatar esa mágica parábola, me sucedió algo sumamente extraño: y es que por ningún lado aparecía la semblanza. Pase años revisando libros y anaqueles diciéndome, ¿Será que me está faltando un tornillo? Pues, de cuando en cuando, me daba por buscar a mi mendiga y me ponía a revisar, una y otra vez, posibles páginas donde ella se pudiera haber ocultado... Y nada.
La razón es muy sencilla. Y es que la había leído en un amado libro que había perdido en uno de esos desprendidos lances de préstamo que terminan siendo dolorosos debido al hecho de perder un valor innominado y que no puede ser tasado por la importancia que nuestro pecho le confiere; el cual no sabes si alguna vez volverás a recobrar o reencontrar. Uno comparte lo que ama y nunca espera perderlo. Lo cierto del caso es que pasaron largos años sin volver a tener noticias de esa maravilla de antología donde había leído, en años de juventud, la referida glosa poética de Jacob. En uno de mis acostumbrados paseos por librerías de remate, finalmente volví a dar con aquel libro añorado; se trataba de Cuentos breves y extraordinarios, una selección de textos maravillosos que nos legaron el buen gusto de Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges. Tal como me suele suceder en esas paradojas del azar que nos anda buscando, abro el volumen y lo primero que encuentro es mi mendiga de Nápoles...
No tiene sentido alguno decir algo sobre esa breve ensoñación puesto que no se debe jamás perturbar el goce de una primera lectura, para aquel que no haya leído jamás ese texto. Pero, acaso, luego de leído, convendremos en el inmenso y apretado caudal que se nos regala en tan pocas líneas. Cuando siento que me desvío del camino y le doy más importancia a las tonterías que a los más elementales regalos de la vida, vuelvo a recordar a la mendiga de Nápoles y su soñador.
Salud, lacl
La mendiga de Nápoles
Cuando yo vivía en Nápoles había en la puerta de mi Palacio una mendiga a la que yo arrojaba monedas antes de subir al coche. Un día, sorprendido de que no me diera nunca las gracias, mire a la mendiga, entonces vi que lo que había tomado por una mendiga más bien era un cajón de madera, pintado de verde, que contenía tierra colorada y algunas bananas medio podridas.
Max Jacob, Le.cornet à dés.
Citado por Borges y Bioy Casares en "Cuentos breves y extraordinarios".
Losada. Biblioteca clásica y contemporánea, Buenos Aires 1976.
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Galería de Orfeo
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Craig Pruess & Ananda Vdovic - Devi Prayer
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