De la obra maestra Andrei Rubljov, de Tarkovski.
La revelación: el dolor de la creación. El joven, como
artista, artesano de las campanas; Andrei, como pintor de iconos.
© lacl, 21/08/2019
Apostilla.
Un pasaje muy significativo, tomando en cuenta que el
muchacho tiene que hacer la campana apelando a la gracia del instinto o del
principio creador, pues su padre, un famoso artesano de campanas, había
fallecido llevándose su secreto a la tumba y no quiso compartir su saber ni
siquiera con su hijo. El muchacho, en un momento de arrojo, alega que él es el
único que puede realizar la campana, pues es hijo del recién fallecido
artesano.
El episodio de la campana ordenada por el Poderoso Príncipe
de la hora es sumamente significativo. Al príncipe o Zar le importa un cuerno
el arte de hacer campanas para catedrales, le importa un cuerno lo que genera
su sonido en el alma de los escuchas. Para él lo único importante es el símbolo
que se escuda detrás de un poderoso señor que ordena fabricar fortalezas,
abadías, grandes catedrales y pesadas campanas, pues son símbolo, a su vez, de
su poderío. El muchacho apela a la intuición, pero es una intuición que ha de
verse apuntalada por la memoria, pues si bien su padre no compartía secretos,
le ha de haber visto en el proceso de realizarlas. Así que, si bien se siente
ciego e inseguro, mientras los artesanos escuchan y acometen sus órdenes, un
duende guía su espíritu.
Andrei, por su parte, no está ciego, pero se encuentra
ahíto de las visiones que le ha regalado un mundo contrahecho y descarnado. Por
tanto deambula como si estuviera ciego y mudo, pues en virtud de lo vivido,
hace un largo voto de silencio en el que devora el mundo en una actitud de
templada y acerada contemplación que uno, como espectador, no deja de imaginar
íntimamente efervescente.
El día en que la campana sale de la arcilla y es levantada,
tras grande aparato, para colocarla en alto y luego hacerla sonar con un tronco
que hace las veces de badajo, el estremecimiento del muchacho artesano ante la
obra realizada, retumbando celestialmente en el aire, le conmueve a tal punto
que debe huir y esconderse a la vista de todos para soltarse a llorar. Andrei
Rubliov, que ha sido testigo del prodigio, le sigue y le consuela. Y dase
cuenta, él mismo, de la magia, el dolor y la nobleza que se aloja en el proceso
creativo, así como del absurdo de mantenerle amordazado.
Es un obrar que no debe ni puede ser acallado por fuerza
del ficticio mundo del afuera. Es en ese momento cuando se da la revelación, el
acto de anagnórisis gracias al cual rompe su voto de silencio y le propone ipso
facto al muchacho trabajar juntos a partir de ese momento, el joven haciendo
campanas y el monje pintando iconos y catedrales.
Nota: Para quien no haya visto esta maravillosa película,
puede verla por internet, mientras consigue una copia. En el enlace de abajo se
incluyen la dirección del film en Youtube, así como una galería de imágenes del
mismo.
lacl, 29 10 2019, nota al margen de una laboriosidad que me
ha servido de acicate, en lugar de convertirse en obstáculo.
Andrei Rubliov, el film de Tarkovski
Conato de poema
(contemplando un icono de Andrei
Rubliov)
¿ Qué lugar ha de ocupar Judas
en la mesa,
con ese mar tranquilo y gris
en la mirada
?
¿ Qué ropaje vestirá aquel que oculta
un botín que
ya aborrece ?
La gran serpiente enroscada
en la cúpula del cielo
arroja su sombra sobre las copas
de los besos,
copas donde efímeramente se posan
nuestras huellas de adoración y de genuflexión,
de invocación y de libación
Alta y vasta es la entrada
del templo,
como el susurro de un mar
tranquilo y gris
que contempláramos
en soledad
lacl, de Mientras dure, 1990-1995
© lacl
lacl, de Mientras dure, 1990-1995
© lacl
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