Prosa que bien podría rememorar alguna noche furtiva y sola en la que los confinados en mazmorras escuchan esos cantos contrariados. Verbigracia, el castillo de Puerto Cabello, en el que tanta gente inocente fue a dar con sus huesos. Bien, en tiempos de secesión, comenzando por Francisco de Miranda y tantos ciudadanos civiles que le acompañaron en el trance. Bien, en años posteriores, en reiteradas tiranías...
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José Antonio Ramos Sucre: EL CANTO ANHELANTE - La torre del
timón - 1925
El castillo surge a la orilla del mar. Domina un ancho
espacio, a la manera del león posado frente al desierto ambiguo. Al pie de la
muralla tiembla el barco del pirata con el ritmo de la ola.
El vuelo brusco y momentáneo de la brisa recuerda el de las
aves soñolientas. Sube la luna, pálida y solemne, como la víctima al suplicio.
Con la alta hora y el paisaje límpido despierta la
nostalgia del cautivo y se lastima el soldado. Mueve a lágrimas alguna extraña
y ondulante música. La contraría con rudos acentos, con amargura de irritados
trenos un cántico ansioso que tiene el ímpetu recto de la flecha disparada
contra un águila.
Henry Purcell, la maravilla de crear.
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