Comentario previo: esta nota se me había quedado en el
tintero, debido a uno de esos fallos digitales que se vuelan la memoria de
nuestros equipos de computación, arrastrando con ellos parte de nuestra
memoria. Por fortuna, habíamos guardado la nota en la red de Facebook, así que,
por dejar memoria de los amistosos encuentros, aquí la reproducimos ahora...
lacl
*******
El pasado jueves nos
cupo el gusto de comparecer a un ameno convite. La presentación de la antología
narrativa de Sinenomine, peña literaria que ya ha arribado a sus maravillosos
trece. Jovialidad es una palabra que me viene a la mente, cada vez que pienso
en esa peña y, por supuesto, en el querido Sael Ibáñez. Hay un gusto y regusto
vital en este grupo de amigos que se juntan so pretexto de honrar a la ficción
que yace en toda palabra. En sus palabras de salutación, Sael nos legó una
apretada maravilla: no hay literatura que no sea fantástica. Esto para
desacralizar aquel anciano e impostado culto por el pretendido realismo en las
artes. No hay nada tan realista como la fantasía, ni nada tan fantástico como
la realidad. Y con lo dicho, Sael lanzaba a la mesa un estupendo acicate para
acometer la lectura de la palabra recogida en esta antología, lo que ya un
servidor ha hecho.
No solemos saltar con
frecuencia al ruedo del acontecer literario. Y a veces se siente uno un tanto
desligado y (¿por qué no decirlo?) aislado de los aconteceres vitales del
colectivo, no porque prevalezca una íntima penitencia, sino por razones de peso
mayor, pues la nave en la que vamos todos embarcados nos incita a movernos a
contraviento. Pero, en fin, estos sentires son parte de toda disyuntiva
personal.
Lo cierto es que la
jovialidad de Sinenomine a que hago referencia, es un espíritu contagioso y
laudable en un país que vive sumido en desazones. No se trata, con esto, de
loar a un optimismo de falsete. Porque esta jovialidad deviene del hecho de
crear y de creer. Se crea porque se cree. Y se cree porque se crea. Sano
ejemplo para, como digo, un colectivo que, en los últimos años, se ha sumido
-grosso modo- en la indolencia.
Y la enseñanza que
queda flotando en el aire, luego de ser testigos de tareas gustosas como las de
Sinenomine, es simplemente esta: ¡Hay que soltar las amarras!
Pero no quisiera cerrar
esta breve glosa sin un comentario aparte. No puedo dejar de rescatar otro
culto, tan bien servido la noche del jueves: el gusto por la sana y libérrima
conversa. De gratas conversas fuimos testigos y por supuesto, también de ellas
fuimos partícipes con los amigos.
Salud por estos
reencuentros que nos revelan que este país está colmado de viveza, pero no de
aquella que se asocia exclusivamente con la picardía, sino de aquella que viene
enlazada a la jovialidad.
(lacl, 19 de Noviembre
de 2016)
Locación: Librería El Buscón, Paseo Las Mercedes, Caracas.
San Miguel y Cantos de Pilón - Aquiles Báez, Adolfo Herrera y Gustavo Márquez con Betsayda Machado
No hay comentarios.:
Publicar un comentario