Uno de mis primeros ejercicios con la palabra y un teclado. Lo esbocé en la máquina de escribir de mi padre. Entre jugando y liando con la escritura automática, la desazón y el hartazgo.
Comencé a escribir seriamente (seriamente para mí, quiero
acotar) entre los 16 y los 18 años, bajo el influjo de la muerte de mi hermana Marianella
y, por supuesto, bajo la benéfica influencia de algunos amigos, sobre todo, de
Douglas Parra, mi amado compadre (quien ya estaba más tostado que Alonso Quijano
por las letras, cuando yo comenzara a transitar la adolescencia), compañero de
infortunio, pues también él perdió (todos perdimos) a su hermana Dilcia en la
misma trágica celada del destino; y del no menos amado Simón Zamora, hermano ya
antes de la viudez de Nella. Con ellos conocí al joven Rimbaud, a Vallejo, a
Nerval, a Pessoa, a Apollinaire, a Ramos Sucre y una bastante larga galería de
los nuestros. Simón era devoto de San Juan, John Donne y los místicos, aparte del
polaco Milosz y Dylan Thomas.
Pero si bien es cierto que empecé a escribir mis bocetos
luego del trágico suceso, jamás quise revelarle a nadie nada, sólo de vez en
cuando, algo le mostraba a Douglas o a Simón. Mis letras eran tan inciertas
como mis pasos. Había quedado balbuceando y trastabillando a tan temprana edad,
tenía y de hecho tengo que ir lento en ello, es acaso de las pocas cosas en las
que he ido lentamente por la vida, pues devoto he sido de la fruición, por contraparte.
Esta “Marea” forma parte de aquella vieja colecta de textos
que, luego, un joven acaso algo más corrido y presuntuoso intitulara “Poemas a
mano alzada”. Hay que tomar aire suficiente para enunciarlo en voz alta. Es el
texto que abre la colecta. Aparte de este conato, escribí algunos otros más, caligramas
y ejercicios que no incluí en la colecta. Textos muy experimentales que me
gustaría encontrar entre mis montañas de papeles. Algún día aparecerán y los
transcribiré; he de ponerme en ello por un asunto de la memoria.
Salud!
lacl
Salud!
lacl
Marea
(para
ser leído en una exhalación y entre dos descansos)
Yo huello todo lo que
funda de almohada de
nubes
a
tientas al demonio tú
hurgas las enaguas
de la ciudad a
oscuras yacen las
orugas mortalmente
ASESINADAS vierten su
canto las mujeres
sentaban los ojos en las salas de
( * espera * ) (un poco más la risa de los niños culpables)
………
aire frío
*
Fotos lacl © lacl, 30/11/2019 - Bogotá, Cartagena, Caracas.
GALERÍA DE ORFEO
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