Causa asombro (al menos, a mí me lo causa) la llana manera
de declarar Borges algunas palabras de exégesis sobre su “Poema conjetural”.
Pero es mayor causa de asombro la sorpresa que tienen algunas personas (lectores
o no de su escritura), cual uno de sus entrevistadores, no sólo sobre este
poema, sino sobre la persona de Borges y sobre su obra.
Sin pretender un panfleto, Borges declara en su conjetura
que las razones de un poema de hoy no están tan divorciadas de las de uno de ayer.
Y que las dictaduras nos persiguen como un malhadado fatum. Incluso jalona un
poco las orejas de sus conterráneos que, grosso modo, al igual que muchos de
los de Nuestra América (mi terruño no se escapa), pretenden ser una país muy
distinto y superior al resto de nuestro variopinto continente.
Vale la pena no sólo volver a una leída de esta conjetura
del eterno retorno a un mismo punto o, incluso, a un mismo temple o fuero
interior, sino a la escucha de este poema y esa breve y bien salpimentada entrevista, que le antecede.
Sin más, Poema conjetural…
Salud!
lacl
Para escuchar a Borges... Por lo tanto que
se le ha tergiversado.
“…Uno se pasa la vida, Carrizo, uno se
pasa la vida escribiendo libros para escribir una página, escribiendo páginas para
escribir una línea…”
“…Yo sentía, en aquel momento, la afrenta
de la dictadura y pensé, nosotros hemos pensado, durante tanto tiempo hemos creído
que Suramérica era otro país, pero no, nuestro país es Sudamérica también, sigue
teniendo dictadores y, entonces escribí aquella línea que no era, digamos, una
referencia arcaica o antigua, quiero decir, no; era lo que sentimos todos en
aquel momento: al fin me encuentro con mi destino sudamericano. Todos nos
encontramos con ese destino en aquel momento…”
“…uno le debe tantas cosas a Dante que ¿Por
qué no deberle un verso también?…”
POEMA CONJETURAL
El doctor Francisco Laprida, asesinado el
día 22 de setiembre de 1829
por los montoneros de Aldao, piensa antes
de morir:
Zumban las balas en la tarde última.
Hay viento y hay cenizas en el viento,
se dispersan el día y la batalla
deforme, y la victoria es de los otros.
Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.
Yo, que estudié las leyes y los cánones,
yo, Francisco Narciso de Laprida,
cuya voz declaró la independencia
de estas crueles provincias, derrotado,
de sangre y de sudor manchado el rostro,
sin esperanza ni temor, perdido,
huyo hacia el Sur por arrabales últimos.
Como aquel capitán del Purgatorio
que, huyendo a pie y ensangrentando el
llano,
fue cegado y tumbado por la muerte
donde un oscuro río pierde el nombre,
así habré de caer. Hoy es el término.
La noche lateral de los pantanos
me acecha y me demora. Oigo los cascos
de mi caliente muerte que me busca
con jinetes, con belfos y con lanzas.
Yo que anhelé ser otro, ser un hombre
de sentencias, de libros, de dictámenes
a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
pero me endiosa el pecho inexplicable
un júbilo secreto. Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano.
A esta ruinosa tarde me llevaba
el laberinto múltiple de pasos
que mis días tejieron desde un día
de la niñez. Al fin he descubierto
la recóndita clave de mis años,
la suerte de Francisco de Laprida,
la letra que faltaba, la perfecta
forma que supo Dios desde el principio.
En el espejo de esta noche alcanzo
mi insospechado rostro eterno. El círculo
se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.
Pisan mis pies la sombra de las lanzas
que me buscan. Las befas de mi muerte,
los jinetes, las crines, los caballos,
se ciernen sobre mí... Ya el primer golpe,
ya el duro hierro que me raja el pecho,
el íntimo cuchillo en la garganta.
Como abrazao a un rencor - Alfredo Sadel y guitarras / Jacinto Chiclana / Cuarteto Zupay - Jacinto Chiclana - Jorge Luis Borges / Jorge Fandermole - Oración Del Remanso / Luis Salinas - Seleccion de Zambas
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