Scherzo, molto vivace, presto, prestissimo
y
un agitato, misterioso ayer nunca cansado.
a Ludwig V. B. y su novena
¿Cuántas veces no recorrí mi ciudad
al ritmo de esta angustia?
¿Cuántas veces no vagué por sus calles
sin saber cómo digerir la luz sin devolverla,
ni cómo atesorar en mi ser la presencia
incontestable
de cada rostro por ella alumbrado?
¿Cuántas veces no me extravié de mi senda,
día tras día y paso a paso,
para internarme en la selva
de un indescifrable amor ahogado en la compasión?
¿Y cómo es que estoy aquí y ahora
cuando nunca llegaba a alguna parte?
¿Se ha destilado, acaso, el tiempo?
¿Ha convertido su paso en un calco del rumor?
¿Sabrá él lo mucho que nuestros pies
necesitan impregnarse de su savia,
todo lo que demandan subir a los pulmones
y que estos, en jovialidad, tamizan al unísono en
el aire
y luego sale por los ojos en forma de canto?
Porque los ojos cantan…
Cantan lo mirado.
Y lo que sube desde el humus.
Tanto como canta
lo que, de bello,
a mirar se deja.
(lacl, boceto
en dos trancos. 10 de Mayo / 1ro. De Julio, 2018.)
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