©lacl
(Publicación en redacción)
De pronto lo descubres;
acaso te hayas a ti mismo
o encuentras a tu doble
en el fondo de una íngrima soledad;
una soledad que es soledad
de tan sola como está,
y percibes que el velo abre
la agudeza del mirar;
que la visión es tanto más real
cuando miras al trasluz.
Las entidades, las esencias,
los entes y lo aparente
se transmutan en presencias
de corazón definidas
tras la perspectiva, acaso turbia,
de un velamiento.
Porque tras todo velamiento
palpita un develamiento.
La luna y su lucero pueden
perderse tras la niebla,
pero cuando la telaraña de nubes
es tan tenue y fina como una garúa,
casi imperceptible,
entonces se define su silueta,
que estampada te deja,
primero en la boca,
luego en la frente,
su sonrisa y tu anagnórisis,
el espejo y tu revelación.
lacl, 16 de septiembre, 2025
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