LOS GALLOS
Un gallo canta, otro le responde
y otro y otro, y la canción se aleja
hasta perderse en el silencio inmenso
de la noche negra.
La cadena es tan larga. . . Se diría
que cantan con los gallos las estrellas.
Fernando Paz Castillo,
La voz de los cuatro vientos.
***
PALABRAS
Una palabra bella, sólo la intacta intimidad de una palabra bella,
me bastaría para la vida.
Si pudiéramos guardar las palabras
-las que has dicho hoy-, pero las palabras se mueren como el papel de los libros.
Se mueren sonriendo, sin perder la inocencia
como los niños.
Si pudiéramos guardar las palabras
-las que has dicho hoy-,
pero las palabras se apagan como las lámparas.
La lámpara que en la fría alcoba,
sobre el mármol pulcro del velador,
ilumina la cruz del libro de oraciones.
Si pudiéramos guardar las palabras -las que tú has dicho hoy-,
pero las palabras se secan como las hojas.
¡Qué triste es el otoño de las palabras bellas!
Si pudiéramos guardar las palabras,
como hacen los niños con las mariposas,
pero las palabras se mueren en los labios de los malos poetas.
¡Cuánta palabra hermosa se ha perdido!
Si pudiéramos guardar las palabras
-las que tú has dicho hoy,
las que hasta hoy eran tan viejas.
Si pudiéramos conservar en nuestra vida
-como un íntimo tesoro-
la inocencia total de una palabra bella.
Fernando Paz Castillo,
La voz de los cuatro vientos.
***
DIGO MI CANTO
I
Ahora, como ayer
digo mi canto,
y el eco de mi antigua canción
hoy se renueva,
claro de soledad
o ignoto de silencios
humildes,
como un rumor de agua
entre las hojas.
II
Digo mi canto
con las mismas palabras,
usadas por mí.
Y siento sin embargo
refrescarse,
y refrescarme todo,
interiormente,
la presencia constante
de un recuerdo:
raíz dulce o amarga,
hilo de sombra o luz
que une mi vida
con lo grande y lo pequeño
que he tenido:
con la hierba
y su aroma,
con la hormiga y su noche,
con la brisa y su ruido,
con la tarde y su ausencia,
con el alma y su angustia,
y con el silencio
que de mí nace
y en mí muere
para volver a surgir calladamente.
III
Un día
ya no diré mi canto, pero voces claras como el tiempo
y con el tiempo volverán a decir
lo que yo dije,
como lo hago yo
con otros cantos.
IV
Y la palabra
que encadenó mi alma al infinito,
resonará fecunda
en la esperanza
o en la angustia
de unos labios que rezan,
de unos labios que aman,
de unos labios que temen,
de unos labios que esperan,
de unos labios que llaman.
V
Sorprenderé
voces tiernas,
como espigas,
que llenarán mi hora
con su gracia
y el minuto con su pena
y el tiempo
con su infinita soledad.
VI
Voces que me dirán: apártate,
no temas,
que ya todo está hecho;
o prosigue, solícito,
que te falta aún camino:
el mismo que te trajo,
y que te impulsa,
y que todavía ignoras
cómo fue
y que nunca sabrás cómo será.
VII
Pero yo
sin embargo,
en soledad
y de la soledad acompañado
por entre próximas lejanías, sigo
fiel a mi canto, como es
o como ha sido.
Mi canto humilde,
mi canto orgulloso,
mi canto que es el canto
de muchos,
muy cercanos
y que seguirá siendo de otros,
muy distantes,
con mis palabras,
o con sus palabras,
eternamente.
Fernando Paz Castillo,
El otro lado del tiempo.
**"
POESÍA
La calma,
lejana, íntima
que tiene el ímpetu audaz
del monte altivo.
El resplandor dormido,
más rojo que el rojo
y menos rojo que el rojo,
sobre la inquieta llama
o en la llama agonizante.
El punto
indefinido
de donde regresa la mirada
insegura,
de conquistar la nada de su origen.
La palabra buena,
la palabra mansa
que al fin de muchas luchas,
y triunfos y derrotas
encuentra
que solo sabe comprender, callada.
Fernando Paz Castillo,
Persistencias.
PENTAGRAMA
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