Fotograma de una de las escenas de Andrei Rubliov
Derrota
No es por empinarnos en lo lúgubre,
ni por gozarnos en lo lóbrego.
No es por gusto por la escoria o el
escarnio;
no es porque nos seduzca la capitulación de
nuestras almas
ni por un amor desmedido a los fracasos.
Mas, ante tanto desvarío,
ante tal derroche de humana desventura,
¿cómo no tener presente a la derrota en
cada verso?
¿Cómo no evocarla en cada rezo,
aunque ya no intuyamos qué sea el orar
o ya no sintamos el llamado de una
elevación
que -haciendo catarsis- nos limpie?
¿Cómo no pensarla a ella, a la tan
triunfante
y descorazonadora derrota de nuestro sino,
fuero y ser,
hasta en nuestras horas de digresión,
en nuestras horas de divorcio con el mundo
o en los roces de contemplación del sin
fin del firmamento?
¿Quién quiere venir a cantarnos de
triunfos?
¿Quién apuesta todavía a ellos?
La consigna de hoy es la vendetta y el triunfo es de la ceguera.
Teatro y vitrina son señores de nuestra
hora.
Y el maniquí en todo su esplendor.
Lo implacable no priva ya en el seno del
humano corazón,
ni siquiera en el seno de un descorazonado
corazón,
pues el corazón, amarrado y amordazado
como está,
no encuentra ya cómo expresarse. Su sendero
fue tapiado
y su vergel despojado.
El estallido y el fragmento,
la quiebra y el estruendo,
la ferocidad y el desangre
se han impuesto y lucen sus galas
ya no en las solapas, banderas y blasones,
sino en el zumbido del tedio de un discurrir
secuestrado.
Cada noche y cada amanecer
hecatombe y crimen
se consuman y completan en el lecho
se consuman y completan en el lecho
copulando con nuestro tedio,
y se estampan en el velo que cae como telón
cada mañana
a la hora de encender el fuego que va a
calentar nuestro café.
El pan ya no sabe a pan
porque el pan ya no es el pan de cada día,
sino la confirmación de un sahumerio de
infortunio
que ha usurpado nuestro espacio y se ha
apropiado de la casa.
Y la casa ya no es casa,
pues ya no se sabe ni se siente cuál sea
la razón del habitar.
Y cada quien inicia su día como quien
parte al trono de la desidia,
en tanto que un rumor canta que la escena está
servida
y la función debe continuar.
lacl, del 07 al 08 de Enero, 2020
POST SCRIPTUM
Estas líneas nacieron como un llamado, intentaba dar una respuesta a un ensayo de Hélène Cixous, LA MANO DE MUÑECA * (con introito de Alejandro M. Drewes), hondo y perfilado, sobre lo estentóreo de nuestra civilizada barbarie, pero lo que comenzó como un comentario se fue destilando en una suerte de llamado. Lo que he querido enunciar es que no podemos dejar de poner dedo en llaga, si lo que se pretende es seguir caminando como si los pies no estuvieran llagados... Comprendo y comparto plenamente el postulado de que hay que mantener el corazón en alto, como le escribiera a una amiga que me he granjeado en las redes, Lilian Barlocco, ante un hermoso comentario suyo en mi muro, en el intento de prevenir descorazonamientos. Aunque a veces o, quizás, muy recurrentemente tengamos que alzarle cantos a la derrota de nuestra especie para significar que hay otros caminos o derroteros. No hay que olvidar que la derrota es una alternativa, la posibilidad de abrir nuevos caminos, de iniciar nuevos derroteros. Pero creo que se nos va a hacer un tanto más arduo o difícil el hallar nuevos senderos si no señalamos lo trillados o, incluso, obstaculizados que se encuentran los senderos que, día a día, tomamos...
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(*) Acá lo dejo:
La colonia de hormigas, registros
Charles Chaplin
Tiempos Modernos (Modern Times) - 1936
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