La ciudad de los espejismos, José Antonio Ramos
Sucre, El cielo de esmalte.
Yo cultivo las memorias de mi niñez meditabunda. Un campanario invisible,
perdido en la oscuridad, sonaba la hora de volver a casa, de recogerme en el
aposento.
Ruidos solemnes interrumpían a cada paso mi sueño. Yo creía sentir el
desfile de un cortejo y el rumor de sus preces. Se dirigía a la tumba de un
héroe, en el convento de unos hermanos inflexibles, y transitaba la calle hundida
bruscamente en el río lánguido.
Yo me incorporaba de donde yacía, atinaba un camino entre los muebles
del estrado, sala de las ceremonias, y abría en secreto las ventanas. Porfiaba
inútilmente en distinguir el cortejo funeral. Una vislumbre desvariada recorría
los cielos.
No puedo señalar el número de veces de mi despertamiento y vana
solicitud. Recuperaba a tientas mi dormitorio, después de restablecer el orden
en las alhajas de la sala. Un insecto diabólico provocaba mi enfado ocultándose
velozmente en la espesura de la alfombra.
La ruina de las paredes había empolvado la sala desierta. Mis abuelos,
enfáticos y señoriles, no recibían sino la visita de la muerte.
Yo no alcanzaba a desprenderme de los fantasmas del sueño en el curso de
la vigilia. La mañana invadía de tintes lívidos mi balcón florido y yo reposaba
la vista en una lontananza de sauces indiferentes, en un ensueño de Shakespeare.
Preludio de José Antonio Ramos Sucre - Adagio J.S Bach - Concierto de Brandeburgo nº 1
Bach, Matthäus-Passion BWV 244. Karl Richter
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