“Hoy es siempre todavía.” Sobre este adagio de Machado, que se extiende sobre el aire como una flecha suspendida en el espacio, versan las palabras de Félix Grande.
Doloroso a veces, pero iluminador, conmovedoramente iluminador, siempre.
“…Que el terror haya sido, también, nodriza de las palabras…”, queda repitiéndose uno al escuchar a Félix Grande… Pues de terror y miedo versan, en buena medida, sus palabras. Un hombre memorioso.
Pero “las palabras no tienen dueño”, ha dicho también Félix en otro pasaje, adagio con el que comulgamos a pie juntillas. Da gusto escucharle, pues es un hablar a sottovoce.
Nos vino al recuerdo esa figura suya quijotescamente alargada, vestida de blanco, caminando por los pasillos de Humanidades o en las inmediaciones de su Auditorio, en la Universidad Central de Venezuela, cuando éramos unos imberbes. Ya su cabello comenzaba a palidecer. Ello ocurrió durante una visita que hicieran a Caracas algunos escritores españoles, entre los que recuerdo, también, a Fernando Savater.
Recuerdo mi desazón de aquella hora, inmersos en un país que, más que país, lucía como un gigantesco manicomio.
Un poeta del patio execraba, con un solo disparo, sobre la palabra de Borges y la de Savater y sus compañeros insulares en el cafetín de Derecho, al que me había invitado una amiga a conocerle. No podía yo comprender la razón de su molestia, si la primera condición que ha de tener un poeta es la de su desprendimiento.
Los aires de la Universidad me lucían tan irrespirables como los de ese secuestro llamado nación. Incomprensible era el calificativo que tasaba nuestra hora. Una hora que todavía prometía más desazón y locura en el porvenir.
No recuerdo haber ido a leer a Grande de inmediato, lo que sí recuerdo es su figura de melancolía. La nostalgia signaba su paso. Estuvo entre los poetas que nos movieron el piso con su decir, algo quizás, tan o más importante que el grosor de una obra poética. Tendemos a marginar la vida cuando mitificamos lo hecho.
A Félix Grande le seducían dos voces señeras, las de Vallejo y Machado. ¿Cómo no? Eso ya fue un aval para la empatía. Tal cosa me había sucedido a mí desde los primeros pasos por las abnegadas lecturas de cuanta cosa cayera en mis manos.
Luego vendría el silencio de Grande. Un silencio que pretendemos romper en esta edición de la “Guarida de los poetas”.
Dejamos aquí su testimonio hablado y algunos poemas suyos. Recomendamos muy especialmente la escucha de su Poética, que dejamos a pie de página.
Salud!
lacl
Conferencia de Félix Grande bajo el título "¿Quién es este escritor? ¿Gracias a quién?", el 26 de noviembre de 2013 en la Fundación Juan March, dentro del ciclo "Poética y Poesía"; dos meses antes de su fallecimiento, el 30 de enero de 2014.
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Vivir a cara o cruz
Carezca yo de ti
y al infortunio suceda la desgracia
y a la desgracia el cataclismo
y a todo ello asistiría
con el desinterés de un muerto.
Estés conmigo tú
y por cada brizna de dicha
que pretendan arrebatarnos
avanzarían desde mi corazón
espléndidos ejércitos de odio.
Tú puedes ser la espalda atroz de mi destino
o mi patria de carne.
y al infortunio suceda la desgracia
y a la desgracia el cataclismo
y a todo ello asistiría
con el desinterés de un muerto.
Estés conmigo tú
y por cada brizna de dicha
que pretendan arrebatarnos
avanzarían desde mi corazón
espléndidos ejércitos de odio.
Tú puedes ser la espalda atroz de mi destino
o mi patria de carne.
*****
Mudo que rompe a hablar
He querido expresarme
Toda mi vida he querido expresarme.
No tengo otro destino, otro afán, otra ley.
Fui actos sucesivos
y el olvido que destilaban
los corroía a ellos ya mí.
Sobre los actos fui palabras
y ellas buscaban una lumbre
que no me calentaba a mí.
Palabras y actos juntos
nada son sin placer del cuerpo.
Ahora regreso de esa vida umbría
buscando siempre calor de mujer.
Palabras y actos sólo allí me expresan.
Tu piel junto a mi piel, eso es lenguaje.
Todo cuanto pretenda enmudecerlo
maldito sea
Toda mi vida he querido expresarme.
No tengo otro destino, otro afán, otra ley.
Fui actos sucesivos
y el olvido que destilaban
los corroía a ellos ya mí.
Sobre los actos fui palabras
y ellas buscaban una lumbre
que no me calentaba a mí.
Palabras y actos juntos
nada son sin placer del cuerpo.
Ahora regreso de esa vida umbría
buscando siempre calor de mujer.
Palabras y actos sólo allí me expresan.
Tu piel junto a mi piel, eso es lenguaje.
Todo cuanto pretenda enmudecerlo
maldito sea
*****
(Tenemos miedo. Tenéis miedo.
Nosotros, para quienes ni existe
la calderilla, del poder, subimos
por la espina dorsal del miedo.
Vosotros, a quienes el poder os es servido
matinalmente junto al desayuno,
descendéis por la espina dorsal del miedo.
Tenemos miedo. Tenéis miedo.
Pero mientras que nuestro espanto
segrega miradas circulares, busca
grietas de humanidad a lo largo de la amenaza,
vuestro pánico graso solamente rezuma
venalidad y odio. Nuestro miedo
es igual que un antílope en el bosque incendiado;
el vuestro, un gato oscuro, arrebujado de arañazos.
Nuestras manos hinchadas de terror
buscan únicamente manos;
las vuestras buscan mapas,
y tórridos decretos y fusiles.
Tenemos miedo. Tenéis miedo. El nuestro
es apesadumbrado y deambulante;
el vuestro, acorazado y tumefacto. Todavía,
pulpos de hipocresía, salamandras bursátiles,
todavía hay clases entre los espantados. Todavía
hay diferencias de matiz que advierten
la víctima en un miedo y en el otro la hiena.)
Poética, Félix Grande
Tal como van las cosas
tal como va la herida
puede venir el fin
desde cualquier lugar
Pero caeré diciendo
que era buena la vida
y que valía la pena
vivir y reventar
Puedo morir de insomnio
de angustia o de terror
o de cirrosis o de
soledad o de pena
Pero hasta el mismo fin
resistirá el fervor
me moriré diciendo
que la vida era buena
Puedo quedar sin casa
sin gente sin visita
descalzo y sin mendrugo
ni nada en mi alacena
Sospecho que mi vida
será así y ya está escrita
Pero caeré diciendo
que la vida era buena
Pueden matarme el asco
la vergüenza o el tedio
o la venal tortura
o una bomba homicida
ni este mundo ni yo
tenemos ya remedio
Pero caeré diciendo
que era buena la vida
Tal como van las cosas
mi corazón se llena
de puertas que se cierran
con sigilo y temor
Pero caeré diciendo
que la vida era buena:
La adoro con cansancio
con horro con amor
Félix Grande (1937-2014) - La noria, 1974
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