“La vida hoy es demasiado dura, demasiado amarga,
demasiado debilitante para que padezcamos aún nuevas servidumbres, venidas de
quienes amamos”, le dice Camus a Char.
Y refleja en cierto modo los tiempos aciagos que
vivimos. Tiempos en los que la amistad es definida por algunos como una renta, “la
mejor de las rentas”, un imbecilizado lema que leyera alguna vez en no sé dónde,
creo que fue en la dedicatoria de un libro. Es decir, el lema predica que la
amistad es buena y conveniente porque rinde dividendos. Lo único que no advertía
el lema era la tasa de interés, pues aduce uno que debe haber algunas amistades
más convenientes que otras. Y es que en estos tiempos desalmados que vivimos y,
acaso, padecemos, ya nadie quiere saber quién es ni cómo se llama el vecino de
al lado, ni el de arriba, ni el de abajo. Bueno, a menos que ya se tenga
grabado entre ceja y ceja aquello de la “renta”.
La amistad es asunto de geografía espiritual, de
viaje en un desmemoriado tiempo que recorre la memoria, asunto de esporas cósmicas
que viajan entre identidades inasibles, esporas que atraviesan nuestras
humanidades y todo aquello corpóreo que se instituye (desde nuestros días de
infancia) como el “mundo real”, para liarse o solazarse a placer en el fondo de
un río que quizás jamás hayamos divisado, como no sea entre sueños o, acaso, intuido
como un rumor que nos habla de un legado perdido, una sombra que nos abraza
cual verdad.
Lo que me atrevo a aseverar es que ella, la desdeñada
amistad, no es un asunto que parte de colocar una palanca capaz de mover un
mundo que “florea” entre aburridas o llorosas, cuando no espantosas oficinas o en citadinos recovecos donde la vida discurre más aburrida que un reloj.
La amistad mueve galaxias, sombras de tiempo en el
trayecto del cosmos, acaso mueva universos. Pero es un lenguaje que pretenden
arrinconar los dueños del teatro terrestre en el que a diario se representa
nuestro ya penoso entremés.
De allí la belleza de esta sucinta carta de Camus
para Char. Es un brevísimo auto de fe:
“…es necesario que vivamos, que encontremos las
palabras, el vínculo, la reflexión que funde una alegría, la alegría. Pues es
así que yo soy su amigo, me gusta su felicidad, su libertad, su aventura en una
palabra, y quisiera ser para usted esa compañía de la que estar seguro, siempre…”
Salud!
lacl
Carta de Albert Camus a René Char
(17 / 09 / 1957)
Querido René,
Estoy en Normandie con mis hijos, cerca de París
en suma, y aún más cerca de usted en el corazón. El tiempo nos separa, no es
vago más que con los separados — Si no, es río, que lleva, con el mismo
movimiento. Nos parecemos mucho y sé que nos ocurre tener ganas de
“desaparecer”, de no ser nadie en suma. Pero usted desaparecería durante diez
años y encontraría en mí la misma amistad, tan joven que hay años en los que lo
he descubierto en el mismo tiempo que a su obra. Y no sé por qué, tengo la
sensación de que a usted le ocurre lo mismo. Como fuera que sea, quisiera que
se sienta siempre libre y de una libertad confiada, conmigo.
Más envejezco y más encuentro que sólo podemos
vivir con los seres que nos liberan, que nos aman con un afecto tan ligero de
llevar como fuerte de comprobar. La vida hoy es demasiado dura, demasiado
amarga, demasiado debilitante para que padezcamos aun nuevas servidumbres,
venidas de quienes amamos. A fin de cuentas, moriríamos de pena, literalmente.
Y es necesario que vivamos, que encontremos las palabras, el vínculo, la
reflexión que funde una alegría, la alegría. Pues es así que yo soy su amigo,
me gusta su felicidad, su libertad, su aventura en una palabra, y quisiera ser
para usted esa compañía de la que estar seguro, siempre.
Regreso en una semana. No he hecho nada este
verano, para el cual contaba con usted, mucho, sin embargo. Y esta esterilidad,
esta insensibilidad sutil y perdurable me afecta mucho. Si usted está libre
hacia el fin de la semana siguiente (jueves o viernes, el momento en que
regreso), almorcemos o cenemos. Una palabra en mi buzón y ya será suficiente.
Me regocijo al fondo de mi corazón de volverlo a ver.
Su amigo,
Albert Camus
(Traducción de la carta: Martín Abadía)
Bajo
palabra
Hay llamas
Más vistosas que las manos que hacen rodar las pesadillas
Sobre la memoria
Se llega al sol por encantamiento
El amor tiene un acentuado sabor a vidrio
Es el coral que surge del mar
Es el perfume desaparecido que vuelve al bosque
Más vistosas que las manos que hacen rodar las pesadillas
Sobre la memoria
Se llega al sol por encantamiento
El amor tiene un acentuado sabor a vidrio
Es el coral que surge del mar
Es el perfume desaparecido que vuelve al bosque
Es la transparencia que paga su deuda
Es siempre esa cabeza
De labios deliciosamente entreabiertos
De este lado del muro
Y del otro lado quizás en la punta de una pica
Es siempre esa cabeza
De labios deliciosamente entreabiertos
De este lado del muro
Y del otro lado quizás en la punta de una pica
René Char
Ralentir traveaux
Versión de Aldo Pellegrini
Versión de Aldo Pellegrini
Allégeance, dit par René Char
Dans les rues de la ville il y a mon amour. Peu
importe où il va dans le temps divisé. Il n'est plus mon amour, chacun peut lui
parler. Il ne se souvient plus; qui au juste l'aima?
Il cherche son pareil dans le voeu des regards.
L'espace qu'il parcourt est ma fidélité. Il dessine l'espoir et léger
l'éconduit. Il est prépondérant sans qu'il y prenne part.
Je vis au fond de lui comme une épave heureuse. A
son insu, ma solitude est son trésor. Dans le grand méridien où s'inscrit son
essor, ma liberté le creuse.
Dans les rues de la ville il y a mon amour. Peu
importe où il va dans le temps divisé. Il n'est plus mon amour, chacun peut lui
parler. Il ne se souvient plus; qui au juste l'aima et l'éclaire de loin pour
qu'il ne tombe pas?
René Char
Voir un ami pleurer - Jacques Brel - (Avec paroles)
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Oblivion (Piazzolla) - 15 versiones
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