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Como una serpiente dejando su piel entre los brezos, lacl.
¿¿Existe un motivo para la vida?
¿Tiene sentido el haber surgido
a la superficie del aire y de la tierra,
al golpe de la luz enceguecedora
que nos colma de asombros con su asombro?
En el ombligo de las horas solas,
mientras contemplas la oquedad del horizonte,
¿no se te ha ocurrido alguna vez formularte preguntas similares?
¿O plantearte la disyuntiva de cuál ha de ser la razón de que vida y muerte enlacen tu camino?
Quizás prefiramos
no plantearnos estas cuestiones,
por no asediar
con ataques de asfixia
el juego de caricias
con que retoza el sinfónico
acordeón de nuestra inspiración.
Pero la más cruda verdad
es que hemos venido
y que nos iremos.
La más cruda verdad, que respiramos
mientras se cumple el milagro de la
creación,
la inexplicable providencia
de hacer presente la existencia,
brotar de la nada como nace una luna
o aparece una mancha en el manto celeste
de una inmensa galaxia...
Pero estamos aquí y ahora
mientras estamos en el ahora,
y miramos una mancha en nuestro brazo
o quizás un lunar que aparece en nuestra axila,
y eventualmente,
somos testigos de cómo una serpiente
deja su piel entre los brezos.
Y no quieres preguntarte nada sobre fin y realidad.
Prefieres evitar preguntas para las que nadie o casi nadie tiene respuestas.
Y cuando las tiene
son respuestas
que enarbolan la imperturbable
solidez de la ignorancia.
Pero sientes una llama
o el rescoldo de un fuego
palpitando en la capilla de tu pecho.
Y, en ocasiones,
te inunda un aroma a santidad inexplicable,
que no sabes abordar
ni entiendes cómo te aborda.
Y miras a tu izquierda y contemplas a tu prójimo.
Y algo te dice que no todo es miserable,
que más allá del absurdo misterio,
puedes amar sin razón
lo que miras y palpas a tu alrededor.
Y te sientes capaz de prestar tu hombro al desvalido,
porque probablemente se te revela
que nadie hay tan desvalido como tú.
Y de pronto lo descubres,
eres capaz de condolerte,
de cambiar de estancia,
de ser el otro,
de -también- cambiar de piel,
de dejar de ser tú,
de migrar en las alas del ave que vuela
a lo ignoto de una inasible belleza.
lacl, para saludar a noviembre, en la hora pulmonar de sus atisbos...
Madrugada del 1ro de noviembre de 2025.

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