Hay ciertas
sincronicidades que
se yerguen,
porque sí,
en las reminiscencias
del verbo.
Al menos, eso es lo que, sospecho, me sucede con cierta regularidad en mi relación con la palabra y los libros. Unas noches atrás, al entrar en mi pequeña Babel, seleccioné varios libros al azar, entre ellos dos que fueron tomados de los anaqueles como por dictado de un magneto cósmico. Dos poetas de disímil canto: C. P. Cavafy y Fernando Paz Castillo. Dos selecciones antológicas de sus obras, editadas, en fechas cercanas, por la editorial Monte Ávila de las décadas del 70 y 80.
Primero me enfoqué en la lectura-relectura de la antología de Cavafy, de la cual hicimos una breve selección a fines de Julio pasado. También me puse a leer, entre otros volúmenes, el libro antológico de la poesía de Paz Castillo. Llamó mi atención que, jugando entre las lecturas, hizo eclosión la sincronicidad referida.
Satrapía es una palabra que podemos considerar de poco uso en el habla cotidiana. Pero allí estaba, resplandeciente, en un contundente poema de Cavafy (incluido en la selección del mes pasado, previamente referida) y en el magnífico ensayo introductorio de Eugenio Montejo, escrito como prólogo para la antología de Fernando Paz Castillo. Son claves de lector. Cuando tales cosas suceden, sospecho o intuyo que algo se me quiere decir, y entonces dejo guardada una marca de agua en el almacén de la memoria, puesto que sabemos que estará pendiente el profundizar en el porqué.
Creo que valdrá la pena citar parte de lo escrito por Eugenio Montejo en el referido ensayo introductorio sobre vida y poética de Paz Castillo:
"... El modo exhaustivo como han sido estudiados los méritos y peculiaridades de la generación del 18 en Venezuela, sus aportes individuales o de conjunto, sus contribuciones teóricas y creadoras, dispensan la brevedad en un tópico donde el consenso es casi unánime. Oscar Sambrano Urdaneta, en un relevante ensayo sobre Paz Castillo, pleno de lucidez y perspicacia, (*) ha destacado entre otros rasgos el carácter esencialmente idealista; la ascendencia francesa y, en especial, el pensamiento de Bergson, la resignación ante la satrapía política que los lleva a elegir, como una forma de exilio interno, la altivez solitaria; la superación de la bohemia en la que se extraviaba cierto deslucido romanticismo criollo, a la cual se contrapone una ética artística de preocupaciones universales; la introducción, en fin, de un contacto más íntimo entre poesía y pintura, esto último gracias a la creación del Círculo de Bellas Artes..."
Es un texto es exhaustivo y decantado el de Montejo, necesario incluso, para quien desee profundizar no sólamente en el ámbito de la poética de Paz Castillo, sino del entorno general.
La poesía de Paz Castillo ha sido ajustadamente calificada por Montejo como una poesía metafísica, antes que religiosa. Estaba en su tono esa búsqueda desde los primeros cantos, que fueron depurándose en el decurso de su larga y fructífera vida.
Las satrapías fueron cambiando de cara y proceder, al igual que los sátrapas y sus jefes, los amos del poder, aunque quizás más cabría conceptuar a estos últimos como unos incansables usurpadores.
Pero la función de la poesía continuó su curso, como un impasible río subterráneo.
Dejamos acá la breve selección, me gustaría añadir unos dos o tres textos más que son un tanto algo extensos. Lo intentaré.
Salud, lacl.
(*) Oscar Sambrano Urdaneta. F. P. C. y su obra poética, prólogo a POESÍAS, Editorial Arte, Caracas, 1966.
*** * ***
LOS GALLOS
Un gallo canta, otro le responde
y otro y otro, y la canción se aleja
hasta perderse en el silencio inmenso
de la noche negra.
La cadena es tan larga. . . Se diría
que cantan con los gallos las estrellas.
Fernando Paz Castillo,
La voz de los cuatro vientos.
***
PALABRAS
Una palabra bella, sólo la intacta intimidad de una palabra bella,
me bastaría para la vida.
Si pudiéramos guardar las palabras
-las que has dicho hoy-, pero las palabras se mueren como el papel de los libros.
Se mueren sonriendo, sin perder la inocencia
como los niños.
Si pudiéramos guardar las palabras
-las que has dicho hoy-,
pero las palabras se apagan como las lámparas.
La lámpara que en la fría alcoba,
sobre el mármol pulcro del velador,
ilumina la cruz del libro de oraciones.
Si pudiéramos guardar las palabras -las que tú has dicho hoy-,
pero las palabras se secan como las hojas.
¡Qué triste es el otoño de las palabras bellas!
Si pudiéramos guardar las palabras,
como hacen los niños con las mariposas,
pero las palabras se mueren en los labios de los malos poetas.
¡Cuánta palabra hermosa se ha perdido!
Si pudiéramos guardar las palabras
-las que tú has dicho hoy,
las que hasta hoy eran tan viejas.
Si pudiéramos conservar en nuestra vida
-como un íntimo tesoro-
la inocencia total de una palabra bella.
Fernando Paz Castillo,
La voz de los cuatro vientos.
***
DIGO MI CANTO
I
Ahora, como ayer
digo mi canto,
y el eco de mi antigua canción
hoy se renueva,
claro de soledad
o ignoto de silencios
humildes,
como un rumor de agua
entre las hojas.
II
Digo mi canto
con las mismas palabras,
usadas por mí.
Y siento sin embargo
refrescarse,
y refrescarme todo,
interiormente,
la presencia constante
de un recuerdo:
raíz dulce o amarga,
hilo de sombra o luz
que une mi vida
con lo grande y lo pequeño
que he tenido:
con la hierba
y su aroma,
con la hormiga y su noche,
con la brisa y su ruido,
con la tarde y su ausencia,
con el alma y su angustia,
y con el silencio
que de mí nace
y en mí muere
para volver a surgir calladamente.
III
Un día
ya no diré mi canto, pero voces claras como el tiempo
y con el tiempo volverán a decir
lo que yo dije,
como lo hago yo
con otros cantos.
IV
Y la palabra
que encadenó mi alma al infinito,
resonará fecunda
en la esperanza
o en la angustia
de unos labios que rezan,
de unos labios que aman,
de unos labios que temen,
de unos labios que esperan,
de unos labios que llaman.
V
Sorprenderé
voces tiernas,
como espigas,
que llenarán mi hora
con su gracia
y el minuto con su pena
y el tiempo
con su infinita soledad.
VI
Voces que me dirán: apártate,
no temas,
que ya todo está hecho;
o prosigue, solícito,
que te falta aún camino:
el mismo que te trajo,
y que te impulsa,
y que todavía ignoras
cómo fue
y que nunca sabrás cómo será.
VII
Pero yo
sin embargo,
en soledad
y de la soledad acompañado
por entre próximas lejanías, sigo
fiel a mi canto, como es
o como ha sido.
Mi canto humilde,
mi canto orgulloso,
mi canto que es el canto
de muchos,
muy cercanos
y que seguirá siendo de otros,
muy distantes,
con mis palabras,
o con sus palabras,
eternamente.
Fernando Paz Castillo,
El otro lado del tiempo.
**"
POESÍA
La calma,
lejana, íntima
que tiene el ímpetu audaz
del monte altivo.
El resplandor dormido,
más rojo que el rojo
y menos rojo que el rojo,
sobre la inquieta llama
o en la llama agonizante.
El punto
indefinido
de donde regresa la mirada
insegura,
de conquistar la nada de su origen.
La palabra buena,
la palabra mansa
que al fin de muchas luchas,
y triunfos y derrotas
encuentra
que solo sabe comprender, callada.
Fernando Paz Castillo,
Persistencias.
PENTAGRAMA