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sábado, 18 de octubre de 2025

Desde un punto muerto, lacl / Galería de Orfeo: Farewell to Storyville.

 © lacl 



Este conato de la palabra lo publiqué por el mes de diciembre de 2011 en este blog, pero se hallaba un tanto perdido en una glosa dedicada a los zamuros. De allí lo extracto, para publicarlo en soledad. 

Salud, lacl 

***

Estoy en un punto muerto.


Soy un gavilán.


Fiel compañero de aquel que,

desde hace diez noches,

esgrime sus poderosos lamentos

de bestia solitaria,

sobre el techo de mi cuarto,

mi techo cosmopolita,

absurdamente ciudadano.


Cuando llego por las noches

y escucho su lamento solitario,

salgo al balcón

y bestializo mi cantar,

contrapunteamos nuestras soledades.


El está solo, en un punto muerto.


Yo estoy solo, en un punto muerto.


El punto desde el que cada cual

puede comenzar a batir sus alas y volar.


(lacl, forma parte de un cuaderno de apuntes y cantos escritos durante el primer lustro de la década de los 90)

© Fotografía de lacl ©


***

Galería de Orfeo: Farewell to Storyville.



© [Luis Alejandro Contreras Loynaz/LetrasContraLetras - contracorrientes]. Todos los derechos reservados. Fecha de creación del blog: 2007. ©

viernes, 17 de octubre de 2025

Escrito al desgaire, lacl / Un dúo de maravilla: Nature boy.

 © lacl 



A esas alturas tú todavía no estabas a la altura.


***


Nunca se trató de subir más alto, acaso ni siquiera se trataba de subir, sino de adentrarse y hasta de hundirse.


***


Hoy subes la vista al cielo y te sorprende la casi inválida apariencia de un ave de rapiña estampada entre las nubes. 

Y te miras colgado allí, tan allí como aquí estás.


[lacl, Anotaciones Android, 16/10, 2025.]

Fotografías: lacl ©

***

Un dúo maravilloso.

Ella Fitzgerald and Joe Pass, Nature boy.



Ella Fitzgerald and Joe Pass,  Duets in Hannover 1975  




© [Luis Alejandro Contreras Loynaz/LetrasContraLetras - contracorrientes]. Todos los derechos reservados. Fecha de creación del blog: 2007. ©

miércoles, 15 de octubre de 2025

Una razón de Perogrullo. / GALERÍA DE ORFEO: Una joya entre las joyas, Fine And Mellow

 © lacl 



Los ojos no necesitan de un maestro a la hora de discernir aquello que es correcto de lo que es incorrecto, o de diferenciar lo que es hermoso de lo que repugna. Porque los ojos, como los otros sentidos, nacen para ser amaestrados y muy pronto comienzan a serlo.

Los ojos, se piensa, no disciernen, pero es un pensamiento equivocado. Los ojos son parte del discernimiento, porque los ojos conectados van al corazón que, a su vez, conectado va al plexo, a la testa y al espíritu. 

Lo mismo sucede con el acto de la escucha y el resto de los sentidos, sin excluir el sexto, ni el instinto de la percepción, el prodigio de la imaginación, el brote de la anticipación, el raptus del vuelo del alma. El mundo sensible está conectado, como un tándem, al mundo de lo sentido.

lacl, Anotaciones Android, 14 de octubre 2025. 

Nota bene: A un razonamiento tan básico o primario como el esbozado arriba no le voy yo a calificar como una verdad de Perogrullo, siendo un aserto que se cae de simple. Supongo que ha de haber surgido porque, de cuando en cuando, nos ataca una interior necesidad de volver al ABC, a fundamentos que solemos dar por materia vista. 


GALERÍA DE ORFEO: UNA JOYA, FINE AND MELLOW


Una joya entre las joyas. Billie Holiday, Fine And Mellow -1957, Billie Holiday With Coleman Hawkins, Lester Young, Ben Webster, Gerry Mulligan, Vic Dickenson, Roy Eldridge.Luxury


https://www.youtube.com/watch?v=TaPIyo51cr4 





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sábado, 11 de octubre de 2025

Un agente secreto: Joseph Conrad. / Fragmento del prólogo de Joseph Conrad a EL AGENTE SECRETO / WINTER: Ojos de lobo

 © lacl 


Un agente secreto: Joseph Conrad. 


Se trata de El agente secreto.

Se trata de Joseph Conrad y el ejercicio del puntillismo psicológico o, si se quiere, anímico en el arte de narrar una historia o componer un relato. 

Es una novela triste, modernamente triste, y quiero decir que lo es porque prefigura el generalizado desarraigo de nuestra hora actual con una precisión de relojero suizo. Desnuda, con inmisericorde escalpelo, la triste alienación que signa lo que, acaso erróneamente, entendemos por modernidad, esa abstracta hora actual que palpita en la psique colectiva, esa hora heteróclita que corre, justo ahora, a las 2:50 a m de una fecha de octubre de 2025. Conrad la escribió en los albores del siglo XX, en el borderline entre el "mundo de ayer" y sus farolas de gas, y el resbaladizo futurismo científico de un mañana ilusionista, un mañana que no llega, aunque en todos los recovecos del orbe se eleven himnos ante su admonición. 

Si pudiéramos convenir en que uno de los rasgos que definen a la humanidad es su casi infinita predisposición para cultivar una implacable impiedad, quizás tendríamos que convenir también, en que la humanidad ha sido siempre muy "moderna". Conrad ha cambiado, para esta obra, de escenario. Ya no son los mares del sur o una jungla del Congo. Ya no se trata del choque de una cultura de "progreso" con una cultura "salvaje", términos que entrecomillo por ser perfectamente intercambiables, sino que decide internarse en la jungla citadina de una capital de Occidente, Londres, la urbe donde reside.

No voy a cometer la imprudencia de contar una novela, pero sí deseo resaltar algunos rasgos en los que Conrad ha sido un maestro. Lo fue en el arte de develar las incongruencias de una humanidad atascada en su propia lucha por avanzar como civilización, mientras cultiva la más refinada de las barbaries. Y a la hora de narrar es un maestro en otro arte: el de no tomar partido por las personas (personajes) o las situaciones sobre las que se levantan los cimientos de sus obras. Ese trabajo se lo deja al hipotético lector de sus obras. Y es una condición humana propia de su psique la que le lleva a trabajar bajo tales parámetros. Me parece que debo puntualizar: cuando afirmaba que esta obra es "modernamente triste", es porque así la ha preconcebido el autor. En toda la obra no hay una sola persona que no se guíe por el cálculo y la especulación psicológica sobre el entorno, seres que no conocen la candidez, seres que permanentemente se encuentran cavilando sobre los pros y los contras con respecto al resto de seres con los que conviven o tratan... 

Bueno, no todos (y esta será la única y exclusiva vez en que haré referencia a un pasaje de la obra), porque habría que anotar la significativa excepción de un ser desvalido, un joven cuya particularidad es la de ser una persona que no es tomada por "normal". Pues bien, el único personaje de la obra que muestra signos de cándida humanidad es precisamente el joven Steve, un ser mentalmente discapacitado.

Una escena del relato nos induce a rememorar aquel suceso en el que se prescribió la pérdida de la razón por parte de un hombre como Friedrich Nietzsche. Se dice que el filósofo alemán jamás pudo recobrar la razón luego de que contemplara una escena de crueldad de un cochero hacia su caballo. Tal acto de vileza le causó una conmoción tan fuerte en su sensibilidad, que nunca más recuperaría su razón. El joven al que aludo en esta novela de Conrad, presencia un acto de crueldad por parte de un cochero hacia su caballo, y esa experiencia le sume en una crisis emotiva tan fuerte que salta del coche en el que se traslada con su familia, suscitando una situación de caos entre el cochero y su familia, ante el angustioso rechazo y repugnancia que le causa la crueldad de que ha sido testigo.

Y en la humilde opinión de un servidor es éste el tipo de rasgos que hay que tomar en cuenta cuando se lee esta obra o cualquiera otra de las creaciones de un afamado y, quizás, poco leído escritor, nacido en Polonia y que eligió la lengua inglesa a la hora de tomar la pluma...

Como punto final, cabría recordar, y es para tomarlo en cuenta, que el padre de nuestro escritor (tan polaco como su hijo) pasó su buen tiempo en Siberia, cual lo indica la añeja tradición rusa. Que Conrad quedó tempranamente huérfano. Y que estos han de haber sido algunos de los ocultos móviles de esta novela, la cual trata de un doble agente que trabajando para un "imperio del hemisferio oriental", es, a la vez, confidente del jefe de la policía inglesa.

(lacl)

*** * ***

Agregaré acá un fragmento de su prólogo a tal obra. En ese introito recordaba Conrad una conversación que tuvo con su amigo, el escritor Ford Madox Ford:

"...recordamos la ya vieja historia del intento de volar el observatorio de Greenwich; una sangrienta insensatez, tan enormemente estúpida que resulta imposible desentrañar su origen por ningún proceso mental razonable, o incluso irracional. Porque la sinrazón perversa tiene su propios procesos lógicos. Pero aquel atentado no podía ser concebido mentalmente en ninguna forma, de modo que uno quedaba ante el hecho de un hombre hecho pedazos por nada que pudiera, ni en lo más remoto, parecer una idea, anarquista o no. En cuanto al muro exterior del observatorio, no sufrió ni la más ligera grieta.
Señalé todo esto a mi amigo, que permaneció callado algún tiempo, y después observó, en su acostumbrado tono fortuito y omnisciente: 'Ah, aquel tipo era medio idiota. Su hermana se suicidó después'. Estas fueron absolutamente las únicas palabras que se cruzaron entre nosotros, ya que la enorme sorpresa ante esta inesperada información me dejó sin palabras por un momento y él pasó a hablar de otra cosa..."

(J. Conrad)

***

WOLF EYES / WINTER






Greenwich




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domingo, 5 de octubre de 2025

Guarida de los poetas: Dylan Thomas / Lectura. In My Craft or Sullen Art - En mi oficio o arte sombrío. / Otros registros.

 © lacl 

Este poema fue una de las primeras cosas que publiqué en este blog, corría el año 2007 (*). Forma parte de un escrito más largo, intitulado Ars Poética y el poema como Ars Poética, en el cual no sólo se agrega este poema y otro de la admirada y querida Fina García Marruz, sino un texto de Aldo Pellegrini y un panfleto que por años invadió las librerías con palabras atribuidas a Nietzsche en un libro que nunca escribió: Mi hermana y yo.

Pero hoy, al recordar a Dylan Thomas, deseo extractar ese poema, dado que siempre lo he considerado un himno interior, con visos de auto de fe o de arte poética, para todo ser humano que pretenda honrar y, sí se quiere, cultivar la palabra alada. 

Recuerdo que una vez se lo leí a un querido maestro, mentor y guía (sin él proponérselo) en la escuela de letras, comentándole antes las razones por las que le consideraba y aún le considero un poema acrisolado y redondo. Su cara se iluminó de franqueza cuando, tras la lectura, añadió una sencilla admiración. 

El registro que se añade es, por lo demás, una de las más  francas lecturas que haya registrado Dylan Thomas de sus propias creaciones. Rezaba su himno con voz pausada y lenta, casi diríamos que con voz cansada, y ello le da un giro más conmovedor al tono de sus palabras...

(lacl)

(*) Dejo aquí el enlace por quien quiera curiosear: https://letrascontraletras.blogspot.com/2007/07/ars-poetica-y-el-poema-como-ars-poetica.html?m=0

*** * ***

Dylan Thomas:

EN MI OFICIO O ARTE SOMBRÍO 


En mi oficio o arte sombrío

ejercido en la noche silenciosa

cuando sólo la luna se enfurece

y los amantes yacen en el lecho

con todas sus tristezas en los brazos,

junto a la luz que canta yo trabajo,

no por ambición ni por el pan

ni por ostentación ni por el tráfico de encantos

en escenarios de marfil,

sino por ese mínimo salario

de sus más escondidos corazones.


No por el hombre altivo

que se aparta de la luna colérica

escribo yo estas páginas de efímeras espumas,

ni para los muertos encumbrados

entre sus salmos y ruiseñores,

sino para los amantes, para sus brazos

que rodean las penas de los siglos,

que no pagan con salarios ni elogios

y no hacen caso alguno de mi oficio o mi arte.


Dylan Thomas, Edición original: COLLECTED POEMS, Traducido por Elizabeth Azcona y publicado por Fabril Editora, Buenos Aires, bajo el título de POEMAS COMPLETOS, 1974. 


IN MY CRAFT OR SULLEN ART

by Dylan Thomas


In my craft or sullen art

Exercised in the still night

When only the moon rages

And the lovers lie abed

With all their griefs in their arms,

I labour by singing light

Not for ambition or bread

Or the strut and trade of charms

On the ivory stages

But for the common wages

Of their most secret heart.

Not for the proud man apart

From the raging moon I write

On these spindrift pages

Nor for the towering dead

With their nightingales and psalms

But for the lovers, their arms

Round the griefs of the ages,

Who pay no praise or wages

Nor heed my craft or art


Dylan Thomas

In My Craft or Sullen Art

En mi oficio o arte sombrío






Otros registros




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martes, 30 de septiembre de 2025

En memoria de Marcelo Sztrum

 © lacl 


Unas palabras de Mery Sananes en tributo a la memoria de nuestro común amigo, Marcelo Sztrum, quien partió de estas comarcas descalzado y en puntillas. No nos enteramos de que se había ido, sino mucho después de iniciada su travesía a parajes no visibles para lo que de este lado del espejo comulga y vibra. Y es por esta razón que agrego de antesala unas palabras que dejé como comentario al tributo que más abajo se lee.

Este memorioso y humilde homenaje al amigo se me había quedado en la columna de los pendientes, en forma de borrador, desde Agosto de 2024. Y no porque haya pasado un año y más, la memoria se hace desmerecedora: todo lo contrario. La memoria afectiva afínca sus pies al paso de los días.

 (lacl, 30 de septiembre de 2025)

P. S. También le he dado salida a la entrada que se había quedado en el borrador correspondiente al 10 agosto de 2024. 


***

Gracias, Mery, por tu hermosa y sentida ofrenda al querido Marcelo. En los últimos años (hay que decirlo, pues ya es cuestión de años y no de meses) hemos y habíamos hecho -valga esta redundancia del tiempo- algunos cambios en nuestra recurrencia conversatoria, cambios evidentemente impulsados por razones que van más allá de nuestros alcances personales. Pero en los últimos tiempos, desde el año pasado habíamos retomado las conversas. Y como siempre, temas y variaciones principalísimos fueron los cantos y los nombres, o los cantores o la genealogía del orar. Nuestro amor a una etimología del orar, sin obviar las locuras del mundo, el vaivén de la sinrazón, aquí y/o allá, y la sociopatología imperante en tantas esquinas del orbe. Pero, ¿cómo olvidar esas extraordinarias conversas en las que cada palabra cobraba nuevos visos e, incluso, nos daban pie para el nacimiento de otras dicciones? Imposible olvidarlas, dejaron su sello en nuestra memoria.

Sin embargo, algo no andaba bien, según me dijo, sin querer entrar en profundidades, asunto que por discreción le respeté. Ante el repentino silencio de su voz, me asaltó la sospecha de que se hubiera tomado un tiempo para encarar íntimas vicisitudes. Y me pareció muy extraño que no hubiera dejado una sola palabra, una cifra, un rastro, sino un puro silencio. 

Ayer nomás visitaba los recuerdos compartidos y ahí estaban, tres o cuatro publicaciones suyas, insinuando melodías, con llamados y corchetes y difusas y convites, semidifusas y entusiasmos; como siempre, tan memorosas como amorosas. 

Yo he estado algo callado, dedicado a asuntos personales, aunque sin olvidar el afuera de los amigos y de la gente querida o el afuera del mundo, tan caros para el adentro del pecho, y sin poner a un margen ese cuaderno de notas que significa un blog y que es como un taco de papel virtual. Ajeno a ciertas redes, ni siquiera leí una nota del 19 de abril (2024) en el que nuestra amiga Maguy me consignaba una frase tan filosa como un cuchillo recién amolado, murió Marcelo... 

Y nuevamente la zozobra, el estupor, el puño alzado cual un rebelde huérfano. 

Me dije de inmediato: pero cuán desvestido anda nuestro tiempo, no hay forma de abrigarlo, ni de vestirnos con él. Me dolió tanto eso que no quise publicar nada ni decirle nada a nadie, al menos en ese momento, sino solamente atestiguar mi pasmo y luego retirarme a un invisitado mentidero.

En fin, ya parezco un contestatario jovencito imprecando contra las parcas. Así que volveré a mi mentidero, pero no sin antes agradecerte ese vuelo, pues con el plumaje conjugado en tu voz, le has alado las palabras y le has palabreado las alas, y ya Marcelo en su vuelo no será un Ícaro hijo de Dédalo, sino un Dédalo volando junto a Ícaro, y un Pegaso y un Helios, y un gavilán y un albatro. 

Planea sobre las escaleras del aire el alma de Marcelo. 

Salud, Marcelo.

Gracias, Mery.

(lacl, agosto de 2024.)


***

Mery Sananes 

Palabras aladas para Marcelo Sztrum

Mi muy querido y admirado Marcelo

Te escribo a destiempo. Te me fuiste sin aviso mientras yo hacía caminatas para recoger las imágenes de tu pájaro preferido que se convirtió en una conexión maravillosa. Desde hace mucho siempre los esperábamos cuando se acercaba la estación en la que aparecían buscando hacer nido. Y compartíamos la belleza de su vuelo y su encontrar en la hierba los gusanitos que satisfacían su hambre. Y, enterada hoy, a través de Luis Alejandro, de tu fuga hacia los cielos abiertos y la tierra florecida, los petirrojos preguntan por ti. Y yo retengo la tristeza porque siempre fuiste como ellos mientras encontrabas en cada palabra un vuelo de pájaros que había que conjugar en su sentido mayor.

Cuantas lecciones nos has dejado, cuanta sabiduría alcanzábamos leyéndote. En cada palabra encontrabas lo oculto que tantas veces recogía el sentido mayor fundido en la música de los alfabetos. Y lo has de seguir haciendo, salvo que ya no desde ese diminuto espacio desde el cual repartías los más densos sortilegios, sino desde el espacio infinito de tus paisajes de siempre.

Y no hay manera, mi querido Marcelo, que tus palabras desaparezcan. Porque desde tu tribuna dejabas huertos y caminos, cielos y tormentas. Y de ti aprendimos a no dejar pasar lo inadvertido para que, hurgando, pudiésemos descubrir el verdadero sentido del lenguaje. Seguirás, desde otros confines, entregándonos el misterio de la voz. La dimensión de la palabra, jamás retenida sino hecha libertad en las alas de nuestros petirrojos.

Siento que has alcanzado tu lugar favorito. Ese que no tiene puertas ni cercas, pero sí espacio para toda tu sabiduría. Las hojas volátiles de tus libros serán tus guardianes y tu compañía. Y no detendrás tus labores porque vivimos tiempos muy oscuros y requerimos vuelos sin tormentas. Y esa mágica visión de lo inexistente, traducido a una palabra libre de ataduras.

Ahora podremos compartir los lechos de flores, el alado rubor de los petirrojos, y el abrazo que no llegamos a darnos, quedará sembrado como un jardín inserto en el interior del corazón. No te despido, Marcelo. Te llevo conmigo en cada pasaje de un petirrojo haciendo nido en el viento.

Y te seguiré queriendo siempre

Mery

07/08/24

En este enlace se va al blog de Mery Sananes y la publicación referida:

https://embusteria.blogspot.com/2024/08/de-una-palabra-libre-de-ataduras.html

***

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domingo, 28 de septiembre de 2025

Fragmentarias, lacl / I'll See You In My Dreams

 © lacl 



Ninguna palabra significa exactamente lo mismo en boca de Pedro que en boca de Juan. Tampoco significó lo mismo en boca de Pitágoras que en boca de Zenón. Lo cual induce a pensar sobre la indispensable comparecencia del diálogo para llegar a algún entendimiento. De tal modo que no era necesario erigir ninguna torre de Babel para que hicieran aparición entre los hombres los exabruptos de la incomprensión.


lacl, Anotaciones Android, amanecer, 20/09/25.

Lucero de la mañana...


*** * ***


Siempre he alegado que ese es el más precioso de los tiempos, ese que haciéndose va siendo..


lacl, para una aproximación al gerundio... Anotaciones Android, 12 12 2023


*** * ***


Hemos lapidado nuestro enlace con la muerte, esto es, con el más allá. Hasta eso hemos matado. 

Y eso no puede significar otra cosa sino que hemos abolido el vivir. 


lacl, Adagios del amanecer, 17 / 03 / 2020



I'll See You In My Dreams | La Bouche Manouche Feat. Irene Serra

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domingo, 21 de septiembre de 2025

Apotegmas contra la peste, Anselmo Di Testarutto,Turín, 1935 / Fascismo: Pan y Circo. / Una nota sobre el afán de totalitarizar, lacl. / Galería de Orfeo: DOS BELLEZAS

 © lacl 



Hace algún tiempo que no recojo carnets, sentencias o anotaciones de ese extraño cuaderno de Il Conde Anselmo Di Testarutto. Sobre él he dado algunas pocas noticias anteriormente en este blog, extraño dandy, acaso último heredero de una familia pudiente y de añejo linaje del norte de Italia, ya venido a menos. Se dice que fue un vivo retrato del Licenciado Vidriera de Cervantes.

Salud, lacl

*******

Hay maestros que son tan maestros que no desperdician ninguna oportunidad del día para demostrarlo. Y pareciera que el leit-motiv de sus vidas, al despertar cada mañana, es empinarse en un púlpito a perorar todo el día, hasta que -extenuados y satisfechos- se van a la cama, en la creencia de que han moldeado el mundo.

Y un simple mortal, al menos uno, ignaro y sin ansiedad por enunciar argumento alguno, tan sólo se pregunta: ¿y en qué momento de su vida estará solo el maestro? ¿En qué momento calla? ¿En qué momento del día comulga con algo que no esté asociado a su soberbia?

Anselmo Di Testarutto, Apotegmas contra la peste, Turín, 1935.


***

* Una estupidez que se repite es una perversa estupidez.

Anselmo Di Testarutto. Apotegmas contra la peste. Turín, 1935.


***

Una entrada, palabra o boceto; un mero adjetivo que todo lo desnuda y a todo se adosa, define nuestros días: lo implacable.

Ser implacables en todo, ésta es la consigna que hoy se imparte a cada niño en biberones de angustia.

Anselmo Di Testarutto. Apotegmas contra la peste, Turin, 1935.


***

Qué vergüenza, pertenecer a esta especie que denominamos humana, sin alternativa de reemplazo; a esta humana estirpe que tan inhumanamente se comporta consigo misma y con las demás especies de que se dotó la madre naturaleza...

Anselmo Di Testarutto, Apotegmas contra la peste, Turín, 1935.


***

El ego exacerbado. Él y sólo él sabe hacer uso del efectismo, aunque -siempre- sin percatarse del ridículo.

Anselmo Di Testarutto, Apotegmas contra la peste, Turín, 1935.


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Una constante. Cuando uno lanza al desgaire algún comentario sobre los perjuicios que sobre el mundo anda causando algún “ismo” (léase o entiéndase, algún extremismo), no suelen faltar quienes salgan a la ofensiva para resaltar los males de algún otro “ismo”, supuestamente contrario al que uno denuncia. En conjunto, los seres humanos, no se percatan de que, como dijera Heráclito, hay unión de contrarios entre ciertas exageraciones que, sólo epidérmicamente, lucen como antitéticas.

Anselmo Di Testarutto, Apotegmas contra la peste, Turín, 1935.


***

Sociedad perfecta, la de hoy. Entre ciudadanos sintéticos o automáticos.

 Anselmo di Testarutto, Apotegmas contra la peste, Turín, 1935.


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¿Quién dijo que las catacumbas son unas ruinas de la historia? Me temo que las catacumbas son el símbolo vivo de lo que signa nuestro tiempo. Hemos tenido que trazar nuevas galerías en las profundidades, y conducirnos entre cavernas, como topos. 

Anselmo Di Testarutto, Apotegmas contra la peste. Turín, 1935



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Fascismo: Pan y Circo.







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Una nota sobre el afán de totalitarizar, lacl.

Es una tradición, en todo sistema totalitarista, el veto, la expropiación, la apropiación indebida, la usurpación, el desmontaje del aparato cultural previo o preestablecido. 

Allí donde comienzan los totalitarios a impartir la autoridad, lo hacen a fuerza de edictos (o por  fuerza bruta) y la única y sencillísima premisa de todo clan totalitario es, precisamente, la de totalitarizar la negación plena y absoluta de la urdimbre social en sus costumbres, con miras a imponer el decálogo de un nuevo "ejército de salvación", del que no se salva nada. 

El único fin que persigue el clan totalitario es apropiarse de todo. Cuando las masas les compran sus epidérmicos discursos lo hacen esperanzadas en la creencia de que serán propietarios conjuntos. Tarde se suelen dar cuenta de que los totalitarios no tienen discurso y que sus discursos son sólo tramoya, tarde se dan cuenta de que sólo tienen un leitmotiv: dominarlo todo, apropiarse de todo y, negando al individuo, negar a todos.

lacl. 24 de mayo, 2022.




***
Galería de Orfeo

Nota Bene: este blog es una página que promueve intereses exclusivamente culturales, artísticos y humanísticos, al divulgar contenidos audiovisuales de terceras partes, entendemos que los derechos de autor de los mismos pertenecen a quienes los realizaron y pueden ser disfrutados en su red en caso de que no puedan ser visualizados acá.

Dos bellezas:

1. Nube blanca



2. Farewell to Storyville.


HOMENAJE

Y para compensar los contenidos que hacen referencia al avasallamiento del ser humano, habíamos dejado aquí un hermoso  tributo a Giulietta y Federico Fellini, con las gracias a Caetano.

El video fue bloqueado, aunque no nos interesaba sino darlo a conocer. En fin, podrá el visitante disfrutarle en Youtube.


© [Luis Alejandro Contreras Loynaz/LetrasContraLetras - contracorrientes]. Todos los derechos reservados. Fecha de creación del blog: 2007. ©

martes, 16 de septiembre de 2025

Develamiento, lacl / galería de Orfeo - La gran Janis: SUMMERTIME

 ©lacl



De pronto lo descubres; 

acaso te hallas a ti mismo 

o encuentras a tu doble 

en el fondo de una íngrima soledad;

una soledad que es soledad 

de tan sola como está, 

y percibes que el velo abre 

la agudeza del mirar; 

que la visión es tanto más real 

cuando miras al trasluz. 

Las entidades, las esencias,

los entes y lo aparente

se transmutan en presencias

de corazón definidas

tras la perspectiva, acaso turbia, 

de un velamiento.

Porque tras todo velamiento 

palpita un develamiento. 

La luna y su lucero pueden 

perderse tras la niebla, 

pero cuando la telaraña de nubes 

es tan tenue y fina como una garúa, 

casi imperceptible, 

entonces se define su silueta, 

que estampada te deja, 

primero en la boca,

luego en la frente, 

su sonrisa y tu anagnórisis, 

el espejo y tu revelación.


lacl, 16 de septiembre, 2025


© Fotografías de lacl ©


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Galería de Orfeo - 
La gran Janis: SUMMERTIME






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Tao fue siempre una nación sin nombre, Lao-Tse / Alan Watts - Algunas charlas sobre taoísmo y Lao-Tse

 © lacl 


Un breve parágrafo del Tao-Tê-Ching, de Lao-Tse, y una anotación a pie de página. 

Salud, lacl


[XXXII]


Tao fue siempre una nación sin nombre. 

Cuando hubo necesidad de mencionarlo, entonces, se le dió un nombre. 

El que sabe dar nombres debería saber que existe lo innombrable. 

Conociendo esto, conoces lo que no perece.

*** * ***

Basado en la traducción que Caridad  Díaz-Faes emprendiera sobre el texto de la traducción de Ch'u Ta-Kao al inglés, traducción que, por cierto, fuera revisada por A. C. Moule y Alan Watts. He introducido unos muy breves cambios a esa traducción que me han parecido pertinentes y necesarios. He preferido utilizar la palabra innombrable que la de innominable pues, aunque inducen al mismo significado, innombrable es el vocablo más directo para el lector o el escucha de estos preceptos. En la última frase he optado por destinatario a la segunda persona del lector o escucha de este parágrafo. No es lo mismo decir que una tercera o ajena persona se beneficiará de un bien, que decirle a quien escucha o lee esta escritura sapiencial, que ese bien está a su  alcance, que va dirigido a él. 

El prólogo de Ch'u Ta-Kao a la edición inglesa es una joya de introducción al Tao-Tê-Ching. Espero poder transcribirlo muy pronto, para compartirlo en el blog.


© [Luis Alejandro Contreras Loynaz/LetrasContraLetras - contracorrientes]. Todos los derechos reservados. Fecha de creación del blog: 2007. ©



 






Alan Watts - Algunas charlas sobre taoísmo y Lao-Tse





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martes, 9 de septiembre de 2025

M (Contemplando a una Virgen Negra con el niño entre sus brazos) lacl / Unas palabras en torno a Cuadernario, lacl / Walt Whitman en su voz leyendo América.

 © lacl



M


(Contemplando a una Virgen Negra

con el niño entre sus brazos)


Medianoche.

Toda ciudad es inhóspita.

Lo digo yo -que he vivido sólo en una-

a la luz de la llama de una vela

y luego de haber torcido cien esquinas.

No hace falta, para saberlo,

ser un mago con una vara

que esparce estrellas de vino, hojalata u olvido.

Cuando se agote la llama de mi vela,

acaso ya estaré dormido

entre un collar de azucenas,

y acaso sea mi pecho una ristra

de inviolados corazones.

Una mano, sólo una mano virgen,

femenina,

se atreverá a extenderse hacia adelante

como una sonrisa saludando al cielo.

Y en la vela vigilante de mi finado sueño

un velador tendrá la última palabra

que será la primera, la única, impronunciable.

Y un niño negro contemplando el horizonte,

adustamente seguirá su camino,

con delicados pasos tanteará

el tembloroso párpado

del suelo,

caminando feliz y sin destino,

hacia el útero de toda respuesta.


Extraído de la letra M de Cuadernario, Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, Bogotá, 2007.



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Unas palabras en torno al origen de cuadernario

Esta suerte de glosa o tentativa poética corresponde a la letra M de un pequeño cuaderno telefónico, en el cual se escribió lo que luego intitulé Cuadernario y que fuera publicado en la Colección Los Conjurados de Común Presencia Editores. Cupo la suerte de que tal cuaderno hubiera sido confeccionado con la particularidad de incluir, al menos, unas cuatro páginas para cada letra del alfabeto. Y una mañana, en la que una luminosidad asombrosamente excepcional comenzara a juguetear con una exaltación rumorosa de mi espíritu, acaeció que una voz me ordenara dar inicio a una escritura libre y desenfadada sobre las páginas de tal cuaderno. Lo lúdico y, si se quiere, lo curioso del mandato es que tal voz me imponía iniciar cada texto, nota o imagen con la letra correspondiente a la página en cuestión. Así escribí, en la letra A, un texto un tanto extravagante para lo que, al menos yo, pudiera considerar mi “estilo” personal. Otros textos se escribieron, uno tras otro, hasta la letra E o la F. Luego me tocó dejar en reposo el cuaderno, por varios meses, antes de volver a esbozar cualquier otro intento entre sus páginas. Esta operación se repitió en el transcurso de unos cinco o seis años y acaso a ello ha de atribuirse su aire de heterogeneidad. No había prisas. Nunca escribí nada que no necesitara escribir en él, y cuando lo hice fue siempre atendiendo al llamado inicial, esto es, principiando cada texto, nota o asomo poético, con la enunciación de la letra correspondiente a aquella página que quedaba libre en el cuaderno. No lo considero un libro trascendente. Acaso contenga algún que otro texto que tenga algún valor. Eso es lo que menos me importa, siempre ha sido así con todo lo que escribo. Creo que los seres humanos le damos una recargada importancia a nuestras huellas personales, olvidando otorgarle el justo prevalecer al anonimato del vivir. Podemos ser fidedignos a la hora de correr el velo de nuestro ser y de nuestras indagaciones; es más, es natural que deseemos serlo, dado que ello es expresión de un llamado ineludible, pero ¿será esa misión exteriorizadora la prenda última y más preciada en el íntimo decurso de una vida? De ello no estaría tan seguro. Con todo, debo admitir que tampoco estoy exento de esa necesidad de exteriorizar lo que podríamos calificar como mis angustias y aspiraciones. En fin de cuentas, es éste más un cuaderno de obsesiones que de poesía. Acaso pueda librarme el consuelo de que algunas de nuestras obsesiones sean parientes muy cercanas de la poesía.

lacl

 

Fotografía de lacl, cámara 35 mm, scan de la impresión fotográfica.

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Agregamos algunos enlaces con la voz de Whitman leyendo América.

Nota: Los videos que se publican acá sólo se divulgan con un interés eminentemente cultural. Si el video no abre dentro del Blog, puede verse en la red YouTube, siempre y cuando no le hayan retirado o la cuenta de origen no haya sido cancelada o suspendida.  Simplemente hay que ir a esa red para disfrutar maravillas como ésta, la de poder escuchar la voz de Walt Whitman.

América, Walt Whitman

Centro de hijas iguales, hijos iguales,
Todos, todos igualmente amados, grandes o pequeños, jóvenes o viejos,
Fuertes, generosos, hermosos, perdurables, capaces, ricos,
Perennes con la Tierra, con Libertad, Ley y Amor,
Una grandiosa, ecuánime, imponente, asentada Madre,
Entronizada en lo inquebrantable del Tiempo.

Traducción de un servidor, lacl.


America - Walt Whitman

Centre of equal daughters, equal sons,
All, all alike endear’d, grown, ungrown, young or old,
Strong, ample, fair, enduring, capable, rich,
Perennial with the Earth, with Freedom, Law and Love,
A grand, sane, towering, seated Mother,
Chair’d in the adamant of Time








Agregamos otro enlace con la voz de Whitman, leyendo su América. Si no puedes disfrutarlo acá, haz clic en el subrayado que reza: Mirar en YouTube.








Y otro registro de Whitman, leyendo América.
Si no puedes disfrutarlo acá, haz clic en el subrayado que reza: Mirar en YouTube.

http://www.youtube.com/watch?v=5IeIN3WE4lI

© [Luis Alejandro Contreras Loynaz/LetrasContraLetras - contracorrientes]. Todos los derechos reservados. Fecha de creación del blog: 2007. ©

sábado, 6 de septiembre de 2025

Utopía de un hombre que está cansado, Jorge Luis Borges / Johann Sebastian, pequeño dossier

©lacl


 

 

Un libro de arena es, acaso, el enser más apropiado para escribir la utopía de todo hombre, esté cansado o no. Aquí dejamos la imaginada por un soñador que respondió al nombre de Jorge Luis Borges... 

Salud, lacl 

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Utopía de un hombre que está cansado, Jorge Luis Borges.


«Llamola utopía, voz griega cuyo significado es no hay tal lugar.»

Quevedo

No hay dos cerros iguales, pero en cualquier lugar de la tierra la llanura es una y la misma. Yo iba por un camino de la llanura. Me pregunté sin mucha curiosidad si estaba en Oklahoma o en Texas o en la región que los literatos llaman la pampa. Ni a derecha ni a izquierda vi un alambrado. Como otras veces repetí despacio estas líneas, de Emilio Oribe:

En medio de la pánica llanura interminable

Y cerca del Brasil,

que van creciendo y agrandándose.

El camino era desparejo. Empezó a caer la lluvia. A unos doscientos o trescientos metros vi la luz de una casa. Era baja y rectangular y cercada de árboles. Me abrió la puerta un hombre tan alto que casi me dio miedo. Estaba vestido de gris. Sentí que esperaba a alguien. No había cerradura en la puerta. Entramos en una larga habitación con las paredes de madera. Pendía del cielo raso una lámpara de luz amarillenta. La mesa, por alguna razón, me extrañó. En la mesa había una clepsidra, la primera que he visto, fuera de algún grabado en acero. El hombre me indicó una de las sillas.

Ensayé diversos idiomas y no nos entendimos. Cuando él habló lo hizo en latín. Junté mis ya lejanas memorias de bachiller y me preparé para el diálogo.

—Por la ropa —me dijo—, veo que llegas de otro siglo. La diversidad de las lenguas favorecía la diversidad de los pueblos y aún de las guerras; la tierra ha regresado al latín. Hay quienes temen que vuelva a degenerar en francés, en lemosín o en papiamento, pero el riesgo no es inmediato. Por lo demás, ni lo que ha sido ni lo que será me interesan.

No dije nada y agregó:

—Si no te desagrada ver comer a otro, ¿quieres acompañarme?

Comprendí que advertía mi zozobra y dije que sí.

Atravesamos un corredor con puertas laterales, que daba a una pequeña cocina en la que todo era de metal. Volvimos con la cena en una bandeja: boles con copos de maíz, un racimo de uvas, una fruta desconocida cuyo sabor me recordó el del higo, y una gran jarra de agua. Creo que no había pan. Los rasgos de mi anfitrión eran agudos y tenía algo singular en los ojos. No olvidaré ese rostro severo y pálido que no volveré a ver. No gesticulaba al hablar.

Me trababa la obligación del latín, pero finalmente le dije:

—¿No te asombra mi súbita aparición?

—No —me replicó—, tales visitas nos ocurren de siglo en siglo. No duran mucho; a más tardar estarás mañana en tu casa.

La certidumbre de su voz me bastó. Juzgué prudente presentarme:

—Soy Eudoro Acevedo. Nací en 1897, en la ciudad de Buenos Aires. He cumplido ya setenta años. Soy profesor de letras inglesas y americanas y escritor de cuentos fantásticos.

—Recuerdo haber leído sin desagrado —me contestó— dos cuentos fantásticos. Los Viajes del Capitán Lemuel Gulliver, que muchos consideran verídicos, y la Suma Teológica. Pero no hablemos de hechos. Ya a nadie le importan los hechos. Son meros puntos de partida para la invención y el razonamiento. En las escuelas nos enseñan la duda y el arte del olvido. Ante todo el olvido de lo personal y local. Vivimos en el tiempo, que es sucesivo, pero tratamos de vivir sub specie aeternitatis. Del pasado nos quedan algunos nombres, que el lenguaje tiende a olvidar. Eludimos las precisiones inútiles. No hay cronología ni historia. No hay tampoco estadísticas. Me has dicho que te llamas Eudoro; yo no puedo decirte cómo me llamo, porque me dicen alguien.

—¿Y cómo se llamaba tu padre?

—No se llamaba.

En una de las paredes vi un anaquel. Abrí un volumen al azar; las letras eran claras e indescifrables y trazadas a mano. Sus líneas angulares me recordaron el alfabeto rúnico, que, sin embargo, solo se empleó para la escritura epigráfica. Pensé que los hombres del porvenir no solo eran más altos sino más diestros. Instintivamente miré los largos y finos dedos del hombre.

Este me dijo:

—Ahora vas a ver algo que nunca has visto.

Me tendió con cuidado un ejemplar de la Utopía de More, impreso en Basilea en el año 1518 y en el que faltaban hojas y láminas.

No sin fatuidad repliqué:

—Es un libro impreso. En casa habrá más de dos mil, aunque no tan antiguos ni tan preciosos.

Leí en voz alta el título.

El otro rió.

—Nadie puede leer dos mil libros. En los cuatro siglos que vivo no habré pasado de una media docena. Además no importa leer sino releer. La imprenta, ahora abolida, ha sido uno de los peores males del hombre, ya que tendió a multiplicar hasta el vértigo textos innecesarios.

—En mi curioso ayer —contesté—, prevalecía la superstición de que entre cada tarde y cada mañana ocurren hechos que es una vergüenza ignorar. El planeta estaba poblado de espectros colectivos, el Canadá, el Brasil, el Congo Suizo y el Mercado Común. Casi nadie sabía la historia previa de esos entes platónicos, pero sí los más ínfimos pormenores del último congreso de pedagogos, la inminente ruptura de relaciones y los mensajes que los presidentes mandaban, elaborados por el secretario del secretario con la prudente imprecisión que era propia del género.

Todo esto se leía para el olvido, porque a las pocas horas lo borrarían otras trivialidades. De todas las funciones, la del político era sin duda la más pública. Un embajador o un ministro era una suerte de lisiado que era preciso trasladar en largos y ruidosos vehículos, cercado de ciclistas y granaderos y aguardado por ansiosos fotógrafos. Parece que les hubieran cortado los pies, solía decir mi madre. Las imágenes y la letra impresa eran más reales que las cosas. Solo lo publicado era verdadero. Esse est percipi (ser es ser retratado) era el principio, el medio y el fin de nuestro singular concepto del mundo. En el ayer que me tocó, la gente era ingenua; creía que una mercadería era buena porque así lo afirmaba y lo repetía su propio fabricante. También eran frecuentes los robos, aunque nadie ignoraba que la posesión de dinero no da mayor felicidad ni mayor quietud.

—¿Dinero? —repitió—. Ya no hay quien adolezca de pobreza, que habrá sido insufrible, ni de riqueza, que habrá sido la forma más incómoda de la vulgaridad. Cada cual ejerce un oficio.

—Como los rabinos —le dije.

Pareció no entender y prosiguió.

—Tampoco hay ciudades. A juzgar por las ruinas de Bahía Blanca, que tuve la curiosidad de explorar, no se ha perdido mucho. Ya que no hay posesiones, no hay herencias. Cuando el hombre madura a los cien años, está listo a enfrentarse consigo mismo y con su soledad. Ya ha engendrado un hijo.

—¿Un hijo? —pregunté.

—Sí. Uno solo. No conviene fomentar el género humano. Hay quienes piensan que es un órgano de la divinidad para tener conciencia del universo, pero nadie sabe con certidumbre si hay tal divinidad. Creo que ahora se discuten las ventajas y desventajas de un suicidio gradual o simultáneo de todos los hombres del mundo. Pero volvamos a lo nuestro.

Asentí.

—Cumplidos los cien años, el individuo puede prescindir del amor y de la amistad. Los males y la muerte involuntaria no lo amenazan. Ejerce alguna de las artes, la filosofía, las matemáticas o juega a un ajedrez solitario. Cuando quiere se mata. Dueño el hombre de su vida, lo es también de su muerte.

—¿Se trata de una cita? —le pregunté.

—Seguramente. Ya no nos quedan más que citas. La lengua es un sistema de citas.

—¿Y la gran aventura de mi tiempo, los viajes espaciales? —le dije.

—Hace ya siglos que hemos renunciado a esas traslaciones, que fueron ciertamente admirables. Nunca pudimos evadirnos de un aquí y de un ahora.

Con una sonrisa agregó:

—Además, todo viaje es espacial. Ir de un planeta a otro es como ir a la granja de enfrente. Cuando usted entró en este cuarto estaba ejecutando un viaje espacial.

—Así es —repliqué—. También se hablaba de sustancias químicas y de animales zoológicos.

El hombre ahora me daba la espalda y miraba por los cristales. Afuera, la llanura estaba blanca de silenciosa nieve y de luna.

Me atreví a preguntar:

—¿Todavía hay museos y bibliotecas?

—No. Queremos olvidar el ayer, salvo para la composición de elegías. No hay conmemoraciones ni centenarios ni efigies de hombres muertos. Cada cual debe producir por su cuenta las ciencias y las artes que necesita.

—En tal caso, cada cual debe ser su propio Bernard Shaw, su propio Jesucristo y su propio Arquímedes.

Asintió sin una palabra. Inquirí:

—¿Qué sucedió con los gobiernos?

—Según la tradición fueron cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer la censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y sus efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos. La realidad sin duda habrá sido más compleja que este resumen.

Cambió de tono y dijo:

—He construido esta casa, que es igual a todas las otras. He labrado estos muebles y estos enseres. He trabajado el campo, que otros cuya cara no he visto, trabajarán mejor que yo. Puedo mostrarte algunas cosas.

Lo seguí a una pieza contigua. Encendió una lámpara, que también pendía del cielo raso. En un rincón vi un arpa de pocas cuerdas. En las paredes había telas rectangulares en las que predominaban los tonos del color amarillo. No parecían proceder de la misma mano.

—Esta es mi obra —declaró.

Examiné las telas y me detuve ante la más pequeña, que figuraba o sugería una puesta de sol y que encerraba algo infinito.

—Si te gusta puedes llevártela, como recuerdo de un amigo futuro —dijo con palabra tranquila. Le agradecí, pero otras telas me inquietaron. No diré que estaban en blanco, pero sí casi en blanco.

—Están pintadas con colores que tus antiguos ojos no pueden ver.

Las delicadas manos tañeron las cuerdas del arpa y apenas percibí uno que otro sonido. Fue entonces cuando se oyeron los golpes.

Una alta mujer y tres o cuatro hombres entraron en la casa. Diríase que eran hermanos o que los había igualado el tiempo. Mi anfitrión habló primero con la mujer.

—Sabía que esta noche no faltarías. ¿Lo has visto a Nils?

—De tarde en tarde. Sigue siempre entregado a la pintura.

—Esperemos que con mejor fortuna que su padre.

Manuscritos, cuadros, muebles, enseres; no dejamos nada en la casa.

La mujer trabajó a la par de los hombres. Me avergoncé de mi flaqueza que casi no me permitía ayudarlos. Nadie cerró la puerta y salimos, cargados con las cosas. Noté que el techo era a dos aguas.

A los quince minutos de caminar, doblamos por la izquierda. En el fondo divisé una suerte de torre, coronada por una cúpula.

—Es el crematorio —dijo alguien—. Adentro está la cámara letal. Dicen que la inventó un filántropo cuyo nombre, creo, era Adolfo Hitler.

El cuidador, cuya estatura no me asombró, nos abrió la verja.

Mi huésped susurró unas palabras. Antes de entrar en el recinto se despidió con un ademán.

—La nieve seguirá —anunció la mujer.

En mi escritorio de la calle México guardo la tela que alguien pintará, dentro de miles de años, con materiales hoy dispersos en el planeta.

Jorge Luis Borges



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Johann Sebastian, pequeño dossier

Glenn Gould - Bach, Fugue in E-flat major & Cantata "Widerstehe doch der Sünde"



CBC Presents: "Glenn Gould On Bach"




Bach - Matthäus-Passion BWV 244 
(recording of the Century : Otto Klemperer


The Well-Tempered Clavier Complete by Glenn Gould 1/13



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