II.
¿Es que siempre debe volver la mañana? ¿No tendrá nunca fin el dominio de lo terrestre? Una funesta actividad abate el vuelo divino de la Noche. ¿Es que el misterioso sacrificio del amor no arderá nunca en la eternidad? ¡La luz tiene fijado su tiempo, pero fuera del tiempo, fuera del espacio, está el reino de la Noche! ¡Eterna es la duración del sueño! ¡Sagrado sueño! Raras veces dejas saborear tus goces, a lo largo de esta faena terrenal, a quienes están consagrados a la Noche. Pero sólo los insensatos te desconocen, pues no saben de otro sueño que esa sombra con que tu compasión nos cubre en el crepúsculo de la noche real. No alcanzan a percibirte en el zumo dorado de los racimos, en el aceite milagroso del almendro, en la savia sombría de la adormidera. No saben que eres tú quien flotas en torno a las tierras vírgenes y haces un cielo de su seno. No sospechan que eres tú quien vienes a nuestro encuentro, desde las viejas leyendas, abriéndonos los cielos, tú, que traes la llave de las mansiones dichosas tú, callado mensajero de misterios sin fin.
Novalis, Himnos a la noche, Himno 2.
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Tomado del libro: Himnos a la noche. Cantos espirituales. La cristiandad o Europa. Ediciones Assandri. Córdoba Argentina 1965.
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