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John Cage, In A Landscape, viaje al interior, lacl.
Por
fin la encuentro nuevamente, viaje al interior. Escala de resonancias vitales,
ondulaciones de vida vivida, retazos de ser en el aire, en el sonido que evoca
la bruma de las memorias. Eso convoca (al menos eso conjetura mi pecho) al
escuchar estos juegos de música y aire cuyo fin -como todo juego, aparentemente
sin sentido- no sea otro que el de jugar, el del requiebro, el del mero gusto
de crear o el de entregarse al gusto del crear y recrearse en lo creado.
Esta
pieza me asaltó, hace muchos años, de un modo imprevisto. Ocupaba la butaca de
un vuelo comercial en dirección hacia las tierras de Mr. Lincoln, con destino a
una conferencia de trabajo, serían unos nueve días de intenso trabajo, cursos, etcétera.
Mis pensamientos y sobre todo, mis sentimientos se debatían entre la importancia
que puede cobrar nuestro diario quehacer y la razón y misión de ser de nuestra azarosa
vida personal. Siempre que he tomado un vuelo, por ejemplo, me ha parecido de
más hondas resonancias la experiencia de contemplar el cielo, sus colores, las
nubes, el sol o la luna (cuando ella estuvo en celo y con gana de desnudarse)
que los pensamientos enlazados al puerto de destino y el objetivo de ese viaje,
fuera de placer o de trabajo.
Lo
cierto es que, sin ganas de contemplar una de las películas que había en el
menú, me puse a pasear entre los canales de audio, buscando algo que pudiera
contentar mi corazón y acompañar mis divagadores pensamientos. Chácharas de
insoportable locutor (tan insoportables en inglés como en nuestra lengua), un canal
de música clásica donde lo clásico está regido por el canon de un vals vienés, estridente
música pop, un canal de rap, algo de Jazz aunque con no muy logrado criterio de
selección, música comercial, etcétera…
Subía
y bajaba por la selección de canales hasta que me estacioné en uno que podía sorprender,
de cuando en cuando, con su recetario. Lo cierto es que los compases de
Landscape (paisaje) se desplegaron por mis oídos y bajaron al lecho del río, ni
más ni menos. Esas escalas que, como en laberinto, se desenvuelven en un aire
interior, sin búsqueda de sentimiento aparente o, al menos, sin intencionalidad
de cargar el sonido con sentimentalismos, se fueron desenlazando en mi memoria
y como desentrañando enigmas o cifrados pasajes de la vida vivida hasta ese
preciso momento en el que estos escarceos sonido-musicales hicieron irrupción en
mí.
Puedo
decir que pasé todo el trayecto imbuido en tal introspección y pescando ese
Landscape que, por fortuna, volvía en ritornelo cada cierto tiempo dentro de la
selección. Puedo aseverar que ese periplo de varias horas ha sido una de las experiencias
más hermosas, por redondas, en mi vida, en virtud de las resonancias que en el
arroyo de fondo movieran y conmovieran estos flujos melódicos.
Entre
algunas baladas de Sinatra, Roberta Flagg y algunas piezas instrumentales que
yo recuerde, me acomodé a la espera de este paisaje interior que signó, no sé
por qué albur, el sentido de mi vida presente (mi presente de aquella hora) y
el destino auténtico de mi vida en curso. Y me incitó a ver la vida como un presente
continuo, como el vivir que es, tal y como creo que sugiere la mera contemplación
de un apacible paisaje. Iba en viaje de
labores, eso estaba claro, pero mi vida iba gobernada por la dama blanca de la poesía.
lacl,
13/09/2019
John Cage, In a landscape
(varias versiones, para piano, arpa, guitarra)
Paisajes
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