Recuerdo
una vez, siendo todavía un bachiller, haber visto la cara perfecta de Sean
Connery en uno de los conductores de esos autobuses, un señor de evidente
ascendencia europea. Iba camino a un liceo del centro, pues me había hecho expulsar
(así como lo digo) de un colegio de formación católica, pues al imberbe
adolescente le resultaba irrespirable la triple moralina que practicaban los
curas de ese instituto, igualmente ubicado en el centro de la ciudad. Lo cierto
es que ante la revelación de toparme con la faz perfecta, repito, de un actor
tan famoso y exitoso, al volante de uno de nuestros autobuses caraqueños, conduciéndolo
tal y como se condujeran siempre esos vehículos, con veloz pericia de corredor
de autos, no pude menos que indagar sobre el absurdo papel que significa la encarnación
de un rol (de todo rol), públicamente hablando. Somos nada o nadie. O somos
dobles. O estamos en cien o mil lugares y en ninguno. O sólo somos aquello que
no se mira desde afuera, aquello que no tiene la peculiaridad de un rostro. Pocos
años después me toparía con aquel poema de Horace Gregory que tradujeran Ernesto Cardenal y José Coronel Urtecho para incluirle en la ANTOLOGÍA DE POESÍA NORTEAMERICANA preparada por ellos y que aquí dejamos en tributo a la memoria.
LA PASIÓN DE M’PHAIL
IV
El mesero del restaurante que se parecía a
Orson Wells,
a Romeo, a Bruto, y en los ojos a un
marciano,
el botones que era Joe Louis en persona,
el griego vendedor de frutas que el domingo
en misa
era carajo exacto a J. P. Morgan,
el barbero italiano que era más parecido en
el espejo
a John Barrymore que Barrymore mismo,
la chica anunciadora de cold-cream en
Woolworth
que era de pronto la Garbo, solo que más
real,
el empleado de la zapatería que en la lluvia
a medianoche
en la puerta de Lindy’s
debió haber sido Clark Gable,
el pastor ex-bautista de la Segunda Avenida
que nació para tener una cara como la de
Cordell Hull—
¿por qué me miran así
¿por qué me clavan los ojos,
caminando sonámbulos en mis sueños?
¿Cuál fue el gran error?
Se parecían al poder y la fama,
al amor, a todo lo que uno pudiera desear;
y uno creería que sus rostros los pondrían
donde
poder dictar una carta o dirigir un banco
o besar un micrófono o andar en un yate o
dormir
en una cama genuina imitación María Antonieta
en una cama genuina imitación María Antonieta
o llegar a alguna parte antes de morir
en vez de caer en sueños demasiado profundos
para decirse a ellos mismos quiénes o qué son
o donde
están
hasta que un incendio los saca a la calle
o se oye un tiro y la Policía está en la
puerta.
Fuente: ANTOLOGÍA DE POESÍA NORTEAMERICANA, Ernesto Cardenal y José Coronel Urtecho. Publicada por Editorial Aguilar en 1963.
Fuente: ANTOLOGÍA DE POESÍA NORTEAMERICANA, Ernesto Cardenal y José Coronel Urtecho. Publicada por Editorial Aguilar en 1963.
Fotografías de las inmediaciones de la Avenida Urdaneta y la esquina de Carmelitas.
The Heart Of Saturday Night -Tom Waits
Temas que se escuchaban por aquellos días en las radios de autobuses y carros por puesto.
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