Edward Burne-Jones-The mirror of Venus (El espejo de Venus)
Ramos
Sucre se inventó un mundo de mitos dentro de la mitología. Este es uno de sus
relatos más extraños y, sin embargo, más seductores y cargados de encabalgada
significación. Da la impresión de que quien habla es Ulises. Parece haberle tomardo la palabra a Nietzsche, cuando éste dijo que Homero son todos
los hombres. Lo dijo en virtud de que Homero nos legó el narrar o la leyenda
oral por boca de todos los hombres que repitieron sus versos, amén de
recrearlos cada vez que contaron esas, sus leyendas. Uno presiente la Arcadia
en este lienzo, pues es un cuadro edénico lo que se nos ofrece en este crisol
de palabras.
Tuvo
Ramos Sucre la virtud de dibujar con las palabras un escenario al que, acaso,
le hubiera resultado procaz referirse con la medianía de un lenguaje allegado a
una realidad tan rastrera como la humana. Porque, bien mirado, la humana e
innoble realidad del ayer no se distancia en nada de la de hoy. Ramos Sucre se
creó un templo en el cual vivir a medias ante una imperante asfixia. Y su
legado está allí, a la mano, para que lo descifremos, al menos, en nuestro
íntimo socorro.
Salud!
lacl
LAS ALMAS – José Antonio Ramos Sucre – El cielo de
esmalte.
La nave tenía el nombre de una flor y de un hada. Dividía rápidamente la superficie elástica del mar. El grumete anunciaba a voz en grito la isla de las aves procelarias. Sus rocas se dibujaban en el crepúsculo tenue, simulando las reliquias de una ciudad. Significaban la guerra de los elementos en un día inmemorial.
Una humareda se descomponía, a breve distancia del suelo, en una serie de orbes distintos. Un ser aleve se entretenía quemando leña verde en una atmósfera alterada artificiosamente. De donde venían las figuras inusitadas del humo.
En pisando tierra, descubrimos al autor del fuego. La naturaleza había intentado de modo involuntario y a ciegas el esbozo de una criatura humana. La malignidad del endemoniado se traspintaba en su fisonomía rudimental. Encerraba el viento en un odre.
Lo tratamos osadamente y sin respeto y lo dejamos inerme y contrito. El nombre de nuestra nave despertó de su letargo y redimió de su cautiverio una compañía de formas aéreas. Nos siguieron en el tornaviaje y su presencia no llenaba espacio.
Las condujimos al pie de un monte y penetraron en el seno de unos árboles, para esconderse. Una laguna las rodeaba y defendía con sus gases.
Quedaron bajo la encomienda de un ave libre de los menesteres y limitaciones de la vida.
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La nave tenía el nombre de una flor y de un hada. Dividía rápidamente la superficie elástica del mar. El grumete anunciaba a voz en grito la isla de las aves procelarias. Sus rocas se dibujaban en el crepúsculo tenue, simulando las reliquias de una ciudad. Significaban la guerra de los elementos en un día inmemorial.
Una humareda se descomponía, a breve distancia del suelo, en una serie de orbes distintos. Un ser aleve se entretenía quemando leña verde en una atmósfera alterada artificiosamente. De donde venían las figuras inusitadas del humo.
En pisando tierra, descubrimos al autor del fuego. La naturaleza había intentado de modo involuntario y a ciegas el esbozo de una criatura humana. La malignidad del endemoniado se traspintaba en su fisonomía rudimental. Encerraba el viento en un odre.
Lo tratamos osadamente y sin respeto y lo dejamos inerme y contrito. El nombre de nuestra nave despertó de su letargo y redimió de su cautiverio una compañía de formas aéreas. Nos siguieron en el tornaviaje y su presencia no llenaba espacio.
Las condujimos al pie de un monte y penetraron en el seno de unos árboles, para esconderse. Una laguna las rodeaba y defendía con sus gases.
Quedaron bajo la encomienda de un ave libre de los menesteres y limitaciones de la vida.
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Edward Burne-Jones - The Wedding of Psyche, 1895 (Bodas de Psique)
Edward Burne-Jones, The Sirens, 1875 (Las sirenas). Pastel.
Guarida musical: Debussy
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