La plaza pública me ha enseñado a mantenerme al
margen, mucho es lo pútrido con lo que allí uno se topa. Pero esta nota salió
al desgaire, casi sin quererlo, a la hora del pulmón y viendo correr las aguas
desde la orilla...
Salud!
lacl
Ghetto y capitalismo.
El ghetto del Siglo XXI, es una nueva fórmula del
fascismo que goza del visto bueno de los santos patrones del “mundo libre”.
Hace poco una defensora de la red de disimulada izquierda que al presente asola
algunas naciones de “Nuestra América” decía, con impudicia, que ya el fascismo
no existe. Una militante, entiéndase, del sistema, no puede decir otra cosa.
Pero resulta que lo que esa señora defendía (una funcionaria, a todas luces) es
esa mutación tropicalizada del fascismo que, en las últimas décadas, señorea en
algunas naciones de América vistiendo toga de altruista izquierda, mientras
bajo su sotana porta (como siempre) bien dispuestas su hoz y su martillo para
dominar al vulgo en general. Su método es primario: comienza siempre por el
avasallamiento del lumpen-proletariat, en tanto pregona su populismo de albañal
e impone la sempiterna fórmula de adoctrinamiento a que apelan los misioneros
de la utopía totalitaria: la de imponer el ghetto a la masa, ya no a una etnia
o a un segmento especifico de la población, sino prácticamente a la población entera
(excepción hecha de los adalides del nuevo catecismo de salvación y su red de
beneficiarios o, si se quiere, funcionariado).
Es una fórmula que en realidad no ha cambiado
tanto, los “dignatarios” de la nueva ola son primates altamente primarios, como
los de antaño. Les basta con argüir sobre los peligros y desafueros de un
enemigo inexistente al que denominan con epítetos tales como “la derecha”, “el
capitalismo salvaje” o “el liberalismo depredador” y señalarles como los
causantes de las desgracias de su pueblo. ¿Por qué afirmo que es un enemigo
inexistente? Pues, porque tal rivalidad es ficticia. El fascismo populista de
la izquierda imperante hoy en día en “Nuestra América”, tal como la denominara
Martí, no puede respirar sin las plutocráticas dosificaciones que les llegan de
sus tratos con esa porción del mundo a la que ellos tildan y etiquetan como
“liberalista salvaje”. Les ha funcionado. ¿Por qué? Porque el dinero no tiene
corazón y los gobernantes modernos (píntense como se pinten, de derecha, de
izquierda, de centro, de alto o de bajo) en realidad no son otra cosa que
operadores bursátiles. En el fondo muy poco les importa el componente básico de
las naciones, como lo es su humanidad. Les importa un comino si hay hambre
desatada en otras esquinas del orbe. Lo que les mueve y motiva es el provecho.
Léase, el provecho para su mesa. Un provecho que analizan con pinzas e
instrumentos quirúrgicos a fin de evaluar sesudamente cómo sacan partido de
cada situación que les presenta ese tablero de ajedrez que llaman el concierto
de las naciones. Entonces vemos de pronto una mefistofélica escena ante
nuestros incrédulos ojos: la derecha y la izquierda y hasta el ombligo, pasan a
ser divas de una ópera bufa cuyo argumento no hace juego con el libreto. Sobre las
tablas son rivales disputándose el amor del pueblo, pero a trastiendas pactan
lo que la una le da a la otra en su mercado negro. Esa es la vapuleada
realidad.
(lacl, 19/05/18)
Impresiona
esta versión del Réquiem de Guerra.
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Fotos de la Guerra de Secesión en la EEUU de América
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Kim Il Sung (Stalin detrás suyo, el poder tras el poder)
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Escena del film Andrei Rubliov, de Tarkovski, al igual que la foto de inicio.
El hombre cruzado de brazos en medio del saludo nazi: August
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Rodin: Los burgueses de Calais
En Caracas asalto y saqueo a la Seguridad Nacional Archivo fotográfico Biblioteca Nacional
JFK, breve momento antes del magnicidio
Hitler, en fotograma de John Heartfield (Helmut Herzfeld, que así se llamaba antes de su apurada "emigración" de la Alemania Nazi)
1 comentario:
Lamentablemente amigo Alejando, somos el relleno del sándwich. Poco importa lo que se escriba como respuesta objetiva de compromiso intelectual alertando lo inalertable. El mundo se mueve según los intereses más mezquinos de acuerdo a las potenciales pérdidas, que actores interesados perciban en su manipulación de su día a día sin importar costos humanos; al final, la guerra no es un negocio "innoble" que haya que obstaculizar en su desarrollo por la obtención de beneficios compartidos de botín, como objetivo de bandos interesados que luego disfrutarán en la perseguida "paz" como buenos humanitarios y samaritanos.
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