A Maria Gogni
A Alejandro Drewes
Guardián del alma.
Una bien contada historia, que me hizo llorar
hacia mis adentros.
Venimos desarmados a este encuentro de gavetas e
infinito... Y, la verdad, a veces nos cuesta no sentir conmiseración por estas
vidas nuestras, humanas, tan precarias, tan personalmente soledosas, tan
desamparadas, tan desnudas de divinidad y tan revestidas de falsos dioses y
creencias, de tan resbaladiza autoafirmación, tan recargadas de no declarados engaños
y desengaños…
Este film, bien elaborado en líneas generales,
logra despertar tanto la compasión como la nostalgia. Y eso es una gran
virtud... Si una obra de arte ha de tener una misión o una función, en mi opinión,
ha de ser la de despertar nuestra ordinariamente dormida sensibilidad, convocar
la humana compasión y, un poco, como pidiera Hesse a la poesía, despertar la
nostalgia. No le veo otro sentido al arte, que ha de tener su toque de poesía siempre
en el trasfondo.
Sin esa experiencia tan honda del amor imposible
que ha sido, sin embargo, delectado casi que con el paladar que une al alma con
la piel, experiencia que intuimos ha de haber sido tan dolorosa para Sabina
Spielrein como para Jung, no habrían llegado, ni él ni ella, a conclusiones
luminosas o, al menos, esclarecedoras para poder continuar con su vivir.
No debemos, sin embargo, dejar de lado que aunque
el filme se base en un episodio real de las vidas de Spielrein y Jung, hay
mucho de ficción en él, un componente que será imposible evadir en una obra de
esta naturaleza. Hay mucho de conjetural en una obra de arte que, aun basándose
en cartas y testimonios, aborde un universo tan esquivo como el de la psique.
La razón no cuenta, por lo demás, con herramienta
alguna que pueda lidiar con lo numinoso que tiembla en experiencias emotivas
tales como una insondable y vertiginosa pasión amorosa. Me parece que sólo el
efecto reflexivo post traumático de la psique que ha sido tatuada con la
experiencia del amor feliz y, a la vez, imposible, es capaz de intuir, si no
zanjar y (menos aún) explicar, las razones de que la poderosa ceguera amorosa logre
siempre alzarse victoriosa y con ello arrastrarnos irremisiblemente al abismo
de la destemplanza cuando Afrodita y Eros tocan a nuestras puertas.
Pocos psicoterapeutas han sido tan insistentes en
la absoluta necesidad de plantear un distanciamiento entre terapeuta y
paciente, pues como Jung mismo expusiera en su obra escrita, el psicoterapeuta
adolece del mismo pathos que sus pacientes. Evidentemente, nada logra abrirnos
los ojos como aquello que se vive en carne propia.
Una pregunta, que dejamos abierta: ¿Quién es el guardián del alma de quién?
Y una clave; la piedra que en el film le entrega el joven Carl a Sabina
simboliza su alma. A lo que ella llana e inocentemente le responde, “Soul
keeper”, mientras besa la piedra.
Sin más, aquí dejamos el enlace para quien desee degustar
ese film. Y más abajo un fragmento de uno de los ensayos de Sabina Spielrein, luego de que se graduara como médico y se dedicara a la psicoterapia.
Salud!
lacl
Nota Bene: Este es un blog sin fines de lucro. Los derechos de registro de los documentos audiovisuales que se publican acá, no nos pertenecen. Los divulgamos exclusivamente por intereses artísticos y culturales. Si no puede observar el video de la película en este espacio, puede ir a la red YouTube para verle allí.
LA DESTRUCCIÓN COMO
ORIGEN DEL DEVENIR (*)
SABINA SPIELREIN
(Traducción
Viviana Ruth Johanis)
Al ocuparme de
problemas sexuales, me interesó especialmente una cuestión: ¿por qué este
instinto más fuerte, el instinto de reproducción, aloja en sí, junto a los sentimientos
positivos de esperarse a priori, sentimientos negativos como miedo, asco, los
que en realidad deben superarse para que pueda lograrse la actividad positiva?
La opinión negativa
del individuo sobre la actividad sexual naturalmente llamó especialmente la
atención en neuróticos. Por lo que sé, algunos investigadores buscaron la razón
de esta resistencia en nuestras costumbres, en la educación, la que se esfuerza
por mantener al instinto dentro de límites y por ello instruye a cada niño para
considerar la realización del deseo sexual como algo malo, prohibido.
A algunos les llamó
la atención la frecuencia de las ideas de muerte relacionadas con los deseos
sexuales, sin embargo se interpretó a la muerte como símbolo de la decadencia
moral (Stekel 1). Gross deriva la
sensación de asco a los productos sexuales de la coexistencia espacial con la
excreta muerta. Freud atribuye las resistencias, el miedo, a la represión de
los deseos afectivamente positivos. Bleuler ve en el rechazo lo negativo necesario,
que también debe existir en la idea afectivamente positiva.
En Jung encontré el
siguiente pasaje:
“El ansia
apasionada, es decir la libido, tiene dos lados: es la fuerza que embellece todo
y que eventualmente destruye todo. A menudo se tiene la impresión de no poder entender
bien en qué consiste la cualidad destructiva de la fuerza creadora.
Una mujer que
sobre todo en las actuales circunstancias culturales cede a la pasión, experimenta
demasiado pronto lo destructivo. Hay que imaginarse un poco apartado de situaciones
civilmente decentes para entender qué sensación de enorme inseguridad invade a
la persona que se abandona sin condiciones al destino.
Ser uno mismo
fértil significa destruirse a uno mismo, porque con el surgimiento de la generación
venidera la anterior superó su apogeo. Nuestros descendientes se convierten así
en nuestros enemigos más peligrosos, con quienes no nos las arreglamos porque sobrevivirán
y nos quitarán el poder de las debilitadas manos.
El miedo al
destino erótico es totalmente comprensible, porque hay algo imprevisible en
ello. El destino alberga peligros ignotos, y el continuo vacilar del neurótico
en aventurarse a la vida se explica del deseo de poder estar apartado, para no
participar luchando en la peligrosa batalla de la vida. Quien rehusa a la
aventura de vivir tiene que apagar en sí mismo el deseo a ello, incurrir en una
especie de suicidio. De ahí se explican las fantasías de muerte que
generalmente acompañan a la renuncia al deseo erótico”. (2)
Cito adrede tan
extensamente las palabras de Jung porque su comentario, al hacer mención a un
peligro desconocido que hay en la actividad erótica, es el que más coincide con
los resultados que obtuve. Además, es muy importante para mí que también un individuo
de sexo masculino sea consciente de un peligro no sólo social. Jung no compatibiliza
sin embargo las ideas de muerte con las ideas sexuales, sino que las contrapone.
De mis prácticas con
muchachas puedo decir que cuando aparece por primera vez la posibilidad de
realización del deseo, normalmente es el sentimiento de miedo el que está en el
primer plano de los afectos de represión, y precisamente es una forma bien
concreta de miedo: se siente al enemigo dentro de uno mismo. Es la propia
pasión amorosa la que con la necesidad férrea lo obliga a uno a lo que uno no
quiere. Se siente el final, lo efímero, de lo que en vano quisiera huirse a
distancias remotas.
¿Eso es todo?, cabría
preguntarse. ¿Es eso el punto culminante, y no hay nada más fuera de ello? ¿Qué
ocurre con el individuo durante la actividad sexual, que justificaría tal estado
de ánimo?
NOTAS
1 Al tiempo de
escribir este trabajo no había aparecido aún “Die Sprache des Traumes” [“El
lenguaje del sueño”] del Dr. Stekel. En su obra, el autor comprueba en
numerosos sueños, que junto al deseo de vivir tenemos el deseo de morir. Al
último lo interpreta como oposición al deseo existente en la esencia del
instinto sexual.ç
2 Transformaciones y símbolos de
la libido. Este anuario, T. III.
Si
desea seguir leyendo el trabajo de Sabina Spielrein, puede ir a la siguiente dirección:
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