Palabras en respuesta a mi amigo Marco Antonio Gonzales, quien me preguntara, desde México, lo que significa en nuestra tierra el bachaqueo.
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Venezuela, querido Marco Antonio, se ha
transformado en un inmenso hospital, en el que tanto doctores como enfermos
padecen de una misma enfermedad: llana locura, enfermedad del alma, psique trastocada.
En ese hospital no se encuentra cura para mal alguno, no hay medicinas, no hay sanación;
es un teatrino, apenas un remedo de lazareto en el que el individuo ha de ser recluido
a la fuerza y a condición de que acepte que padece la misma enfermedad que señorea
entre ya hipnotizadas multitudes. Lo regenta
el Dr Caligari.
Da vergüenza, dolor y arrebato el contemplar cómo
se prestan las muchedumbres para hacer kafkianas filas ante las puertas de los
mercados y abastecerse de lo que sea. Pero lo más vergonzante, aquello sobre lo
que mi desprecio se empina y escupe su total rechazo, es que entre esas muchedumbres
palpite la semilla de la humana corrupción. Pues se ha hecho negocio comerciar con la
miseria; se ha hecho lucrativo especular con una escasez que ha tendido sobre
la mesa de la nación una minoría gobernante, con la única misión de avasallar,
de por vida, a quienes no considera más que como clanes y clones de abejas
esclavas, abejas soldado y abejas trabajadoras; seres que no tengan voz, seres
que renuncien a su condición de gentes, gentes que al auto silenciarse, desde
dentro, acepten su merma y desvalorización como seres humanos; seres enajenados
que lleguen a sentirse cómodos al enrolarse en una suerte de maquinaria ideada exclusivamente
para triturar lo humano.
Muchos de quienes se alistan en esas interminables
filas, sólo lo hacen porque van a obtener productos esenciales para la cesta
familiar, que luego venden a un precio que les genera una renta absurda y abusiva. Y ese dinero
que obtienen de tan malhadada intermediación económica, ese botín -no le podemos
llamar de otra manera- del que se hacen al medrar con el hambre y las
necesidades del vecino -mientras apuntalan a la opresora minoría-, se
transforma en ceniza, no sólo porque la hiperinflación se lo coma todo, como el
imperio de las tinieblas en “La historia sin fin”, sino porque esas almas están
muertas y siguen al cuerpo en su mortaja. Llevan la ceniza en la frente y son féretros
ambulantes.
No sé qué pueda servir de acicate para que, como Lázaro,
esas almas se rediman y vuelvan a la vida. La verdad, no lo sé, pero yo, sin
ser devoto ni templario, oro en todo momento para que en todos nosotros baje o se
revele una iluminación. Y se hace imperiosa
una expiación.
Un abrazo.
LA
Notas.-
1. En el diccionario de la RAE es definida la palabra "bachaco" de la siguiente manera.
Un abrazo.
LA
Notas.-
1. En el diccionario de la RAE es definida la palabra "bachaco" de la siguiente manera.
bachaco, ca
1. adj. coloq. Ven. Dicho del cabello: Muy ensortijado
y rojizo.
2. adj. coloq. Ven. Dicho de una persona: Que tiene el
cabello bachaco.
3. m. Ven. Hormiga grande y voraz de los formícidos,
de color rojizo y a veces negro según la especie.
2. No todas las personas que hacen esas largas colas para obtener alimentos, bienes y enseres son bachaqueros. Es imposible determinar la cantidad de personas que se dedican a esta nueva suerte de mercadeo expoliador, pero la cifra es alta, muy alta.
La primera foto es nuestra; las restantes han sido tomadas de la red.
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