Arte y poesía: vigencia de toda expresión lúdica, gesto o acto non servil en tiempos tan obscuros como los actuales. Disertaciones sobre el culto añejo de ciertos antagonismos: individuo vs estado, ocio y contemplación vs labor de androides, dinero vs riqueza. Ensayos de libre tema, sección sobre ars poética, un muestrario de literatura universal y una selección poética del editor. Luis Alejandro Contreras Loynaz.
Si en Venezuela estilamos ser toderos, ese envite de torear la vida en cuanta empresa se nos plante ante la vista, yo debo decir que he sido -y acaso aún soy- un fervoroso nadero, suerte de lance para nadar en las enaguas de la susodicha. Pues en lugar de ser un profesional en todo, he sido un amateur en nadas; en el más feliz de los casos, un entendedor, siempre a la chista callando. Las naderías suelen causar gran fascinación sobre las almas distraídas, entre las que me incluyo, y no sé que hado les haya legado su encanto a las primeras. Y, aunque cursé más de cien créditos en la Escuela de Letras de la UCV, nunca me mortificó el comprobar que ese sistema de jerarquías con que el hombre gusta de mortificarse la carne, también hubiese ganado espacios en ese querido recinto y que, en virtud de ello, hubiese materias que disfrutaban de cierta prelación sobre otras. Iba por puro gusto. Nada hay como explayarse. El resto es aburrido y desmesuradamente empalagoso. Por otra parte, ¿quién no tuvo, alguna vez, que pasar por el trance de mancillarse las manos al hacer algún oficio? Pocos, muy pocos.
¿No has sentido alguna vez tu corazón en la garganta? lacl / Estampas de la ciudad (Caracas) / Chet Baker, Paul Bley Duo ~ Every Time We Say Goodbye / La música en el cine: Bagdag Cafe / París, Texas
¿No
has sentido alguna vez tu corazón en la garganta?
¿Salir a la calle, con pasión por ver la vida,
por respirar el aire a bocanadas, con la ilusión que recorre en efluvios
sanguíneos tu cuerpo, de sólo saber que vas a caminar en libertad, sin rumbo o
derrotero?
Probablemente lleves un destino, pero sabes que
lo desdecirás, que buscarás un atajo, un desvío, una pequeña trampa para
desandar un ritual desendiosado…
Pero si llevas los ojos anchurosos hacia el
corazón y la escucha prendida en el ombligo, puedes estar expuesto a que el
paisaje te inflija un aroma afín a la derrota, al menoscabo, a (colmo de los
colmos) una desazón desaborida.
Te hallas en medio de un torbellino de seres que
caminan como mirmidones sin jefe o cual hormigas sin antenas.
La gente hace filas inmensas para envenenarse.
En medio de la plaza, un mariachi predica con
toda estridencia a Jesús, como el más mítico de todos los héroes de rancheras.
Algunos corderos pacen frente al tablado, pero no comunican la impresión de
estar captando el mensaje.
Sigues caminando y te topas con una librería
desierta que insiste en mantener sus puertas abiertas. Probablemente tú entres
allí para tratar de encontrar el canto perdido en el bullicio o para darle un
consuelo a la soledad de los libros, o quizás darle a tus ojos un derrotero a
la asfixia.
Y el librero dejará escapar una suspirada frase:
“…lo que hay que ver…”
Vuelves a la plaza y ahora Jesús es un héroe de
Rock, pero los corderos siguen como distantes, desanillados de la palabra del
señor… Están allí porque no aspiran a estar en otra parte, están allí porque no
hay más establos donde refugiarse.
Un hombre duerme plácidamente en el angosto
capitel de una tienda, en merecido descanso a la larga jornada de edificación
de su precaria economía, más exigua que la de un recién bautizado Lazarillo. Es
el único ser que percibes enteramente entregado a sí mismo.
Y caminas a tu casa saboreando la escuetísima
frase que crees haber leído, al desgaire, en uno de los libros hojeados y
ojeados en el desierto, la cual reza: “…Almas, no ciudades…” y que lleva la
firma de Catalina de Siena.
Anotación
tomada de “Inscripciones en el dolmen”, cuaderno de bocetos verbales.
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