EPIGRAMA PARA STALIN
Un poema nunca estampado en papel. La desgracia le
sobrevino a Mandelshtam tras leer en voz alta su poema. Se dice que lo hizo no
una vez, sino en varias oportunidades. Se dice, también, que Pasternak le aconsejó
que no lo hiciera, que él mismo haría como que jamás le había escuchado su
epigrama. Pero al omnipresente oído del patriarca llegaron estos versos. Lo que
significó la sentencia para el poeta. Nadie se atrevió a interceder por él. Y
Stalin estaba, al parecer, muy deseoso de que esto sucediera, llegándoselo a
recriminar a Pasternak. Quiso dar la impresión de que deseaba interceder por el
poeta, pero necesitaba que “alguien” se lo pidiera. En realidad, lo que ambicionaba
el “patriarca” era una pública retractación de Mandelshtam, por medio de una
Oda a Stalin, hecha por encargo, cual si se tratara de Urbano pidiéndole una
obra a Michelangelo. Pero tal cometido poético debía cumplirse de modo
discreto, como surgido por generación espontánea. Una pequeña diferencia: luego
de culminada la obra de tono laudatorio, poco habría de importar el destino del
poeta. Eso, el muy ocupado Papa Stalin lo dejaría en manos del sistema y su muy
aplicado y solícito funcionariado… Y, por supuesto, Mandelshtam desapareció en
las fauces de la verdadera bestia blanca de Siberia, al año de haber pergeñado la
Oda a Stalin... Pero nosotros preferimos concentrarnos en el breve epigrama antes que en la
Oda.
Salud!
lacl
Salud!
lacl
Vivimos sin sentir el país bajo los pies,
a más de diez pasos nuestras conversas no
se advierten.
Y quien se aventura a la más breve de las
pláticas
ha de mencionar al caucasiano del Kremlin.
Sus dedos son grasientos, rechonchos como
gusanos,
y sus palabras, precisas y tediosas, como
pesas.
Sus bigotes de cucaracha ríen a carcajadas
mientras brillan y encandilan las cañas de
sus botas. (*)
Entre una chusma de patronos de cuello fino
él juega a perdonavidas con bocetos de
personas.
Uno silba, otro maúlla, aquel gime, el otro
llora;
sólo él campea estentóreo y los tutea.
Entalla, como herraduras, un decreto tras
otro:
en las ingles, en las frentes, en las cejas,
en los ojos.
Cada ejecución es, para él, una malvada
epifanía
que insufla de alegría su ampuloso torso de
rufián
mientras mastica una frambuesa. (**)
(*)
Caña de la bota. Parte de la bota o de la media que cubre entre la rodilla y el
pie.
(**)
Los dos últimos versos son prácticamente intraducibles sin faltar al sentido,
por lo que nos vemos forzados a llevarlo a tres versos en nuestra versión castellana.
Hay mucho de coloquial en el texto. El juego de palabras en que se apoya Mandelshtam
para nombrar los ancestros de Stalin, originarios
de las rústicas montañas de Osetia, luce como el intento de resaltar algo más
que su campechana ignorancia; el término frambuesa aparentemente fue jerga para
aludir a los bajos fondos de la sociedad del momento, mal del que la Rusia
revolucionaria no estuvo exenta.
Autógrafo del "Epigrama a Stalin" escrito supuestamente al momento del interrogatorio de Mandelstam en prisión.
Stalin, el inefable Beria y su "círculo de poder"...
Ejecución
de 22000 polacos con el visto bueno de
Stalin…
Gulag
2 comentarios:
Stalin,una mala ppalabra
Bajos fondos ...
Publicar un comentario