¡Oh
Alá!
Yo
soy la criatura
que
tu poder
hizo
aparecer
en
la esfera de la existencia.
Gracias
a ti,
fui
creciendo
intrépido
y fuerte.
Pues
te diré:
día
a día,
en
el transcurrir
de
cien largos años,
multiplicaré,
dentro
de mis posibilidades,
pecados
de toda clase,
veniales,
mortales…
Podré
así comprobar
cuál
es más grande:
mi
culpa,
o
tu misericordia,
¡Alá!
*
* *
¡Oh
Cosmos!
No
me agrada
tu
rotación…
Giras,
giras,
vives
girando
y
nada te hace salir
de
esa órbita rutinaria.
Te
pido:
suéltame
de una vez,
estoy
sediento de libertad,
sálvame
de la tiranía!
No
he hecho nada
para
vivir sometido a los hipócritas,
esclavizado
a los demagogos,
sujeto
a los empresarios de fantasmas.
Si
proteges a los degenerados,
si
acoges a los que pisotean la virtud,
a
los explotadores de la credulidad ajena,
te
confieso pues:
yo
también
estoy
muy lejos de ser
un
paradigma de equilibrio y de juicio.
.
.
*
* *
Aunque
suave y poético,
el
resplandor de la luna
asusta
e inquieta
a
las noches sedientas de tinieblas.
¡Bebe!
¡Aprovecha
el instante único!
Por
mucho que vivas,
ningún
instante
a
éste se comparará!
¡Regocíjate,
amigo!
Esta
misma luna brillará,
por
los siglos de los siglos,
sobre
mi tumba
y
sobre la tuya.
*
* *
Omar
Khayyám, Las rubaiatas, Editorial Losada, Traduccion de Christovam de Camargo.
https://www.youtube.com/watch?v=dv64nF-mj2M
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