Arte y poesía: vigencia de toda expresión lúdica, gesto o acto non servil en tiempos tan obscuros como los actuales. Disertaciones sobre el culto añejo de ciertos antagonismos: individuo vs estado, ocio y contemplación vs labor de androides, dinero vs riqueza. Ensayos de libre tema, sección sobre ars poética, un muestrario de literatura universal y una selección poética del editor. Luis Alejandro Contreras Loynaz.
Si en Venezuela estilamos ser toderos, ese envite de torear la vida en cuanta empresa se nos plante ante la vista, yo debo decir que he sido -y acaso aún soy- un fervoroso nadero, suerte de lance para nadar en las enaguas de la susodicha. Pues en lugar de ser un profesional en todo, he sido un amateur en nadas; en el más feliz de los casos, un entendedor, siempre a la chista callando. Las naderías suelen causar gran fascinación sobre las almas distraídas, entre las que me incluyo, y no sé que hado les haya legado su encanto a las primeras. Y, aunque cursé más de cien créditos en la Escuela de Letras de la UCV, nunca me mortificó el comprobar que ese sistema de jerarquías con que el hombre gusta de mortificarse la carne, también hubiese ganado espacios en ese querido recinto y que, en virtud de ello, hubiese materias que disfrutaban de cierta prelación sobre otras. Iba por puro gusto. Nada hay como explayarse. El resto es aburrido y desmesuradamente empalagoso. Por otra parte, ¿quién no tuvo, alguna vez, que pasar por el trance de mancillarse las manos al hacer algún oficio? Pocos, muy pocos.
En el decurso
de una vida puede uno, mal que bien y entre tanto trastorno que le habita, determinar
cuáles sean los bienes que prodiga y agradece, y cuales hayan de ser los males que
detesta y se le tornan indigeribles.
Acaso no sea
tan amplio el abanico de bienes y males de que se componen nuestros gustos y disgustos.
Pero, a mi parecer, al ser humano moderno, se le ha achicado el abanico de
colores en lo que respecta a bienes y se le ha expandido el de los males. ¿Por
qué? Porque se ha transformado en un ser sumiso y conformista en lo que
respecta a los asuntos del espíritu y del corazón. Lo más común es toparse hoy
con maniquíes, a diestra y siniestra. Seres
a los que poco les importa lo que haya de sucederle no sólo al vecino sino,
incluso, al hermano, al padre, a aquel o aquella a quien tomaron por amante.
No es mi intención
hacer aquí una suerte de recuento de los bienes y males que, a modo de alto en
el camino, pudiera resultar de lo que, en ciertos momentos de la vida, podríamos
calificar como un examen de conciencia. Y de los bienes poco tengo que decir,
al menos, en este momento, tan atosigados como nos hallamos, víctimas de la
molicie que promulgan los trastornos. Bastaría acaso sólo mencionar alguno: el
canto del ave solitaria en el despliegue del aura, el gesto desprendido y
amoroso que nada sabe de cuitas mal digeridas, las expresiones de bondad en
aquellos que precisamente son los que más huérfanos de afecto andan por la vida.
Mas podría decir,
con patente afirmación o seguridad palmaria, que jamás he podido comprender ni,
por supuesto, tolerar los gestos de soberbia, el afán beligerante, la
injusticia, el autoritarismo, el egoísmo, ni los fanatismos (cualesquiera de
que se traten). Tampoco he podido jamás comprender ni, mucho menos, tolerar el
cultivo de la inclemencia. No soy santo ni misionero de ninguna secta
religiosa, pero si algo he aprendido en la vida es que por falta de piedad es
que el hombre es verdugo del hombre.
Y, en los últimos
tiempos, me ha dado por auscultar otro mal, dolencia mayor, madre de todas las
pestes. Y es que jamás he podido comprender (y claro está, mucho menos tolerar)
la inhumanidad, especie de miasma embrionaria de todos los males que precito. El tener que ser testigo de una floreciente inhumanidad hacia los puntos donde avisto, no
es prodigio como para alegrarse.
Pero tener que
ser testigo de una floreciente inhumanidad en el seno familiar y hasta en el
entorno de los más queridos amigos es dardo clavado en el alma, que destila una
sangre que nadie, más que yo, puede advertir, mientras fluye cual lágrimas sin
madre.
Yo no nací ese
día…
Bien mirado,
no hay posibilidad de que uno solo de los males que hoy señalo en esta bitácora
retrospectiva pueda respirar si, de alguna manera, no es insuflado por algún
otro. No hay autoritarismo, por ejemplo, si no es alentado por el egoísmo o la
soberbia. No hay fanatismo si no es animado por la inclemencia. Y no campearían la beligerante violencia
o una inclemencia que no delata otra cosa que el grado de fallecimiento en que se
postra nuestra esencia sutil, si no fueran ellas soliviantadas por el cáncer de
la inhumanidad.
Observo una foto del poeta Pérez Perdomo y pienso que se trata de una nota para festejarle en las aguas de su propia poesía. No sabía yo, descaminado como soy, que era para dar aviso de su partida de estas tierras. La única vez que pudimos compartir con él en una mesa, nos dio una generosa muestra de buen humor y afabilidad, de desprendimiento. Nos legó esa sensación de estar al lado de alguien que no hará aspavientos con las huellas que deja tras de sí... Que tenga feliz viaje de retorno a los orígenes. Y dejemos que sea él quien nos diga adiós con su canto.
lacl.
Como Ronsard, aquí mi nombre grabo, Francisco Pérez Perdomo
Como sirgas,
tiran de mí los sueños.
No sentía el pasar del tiempo.
Turbulentos, éramos
más bien nosotros
quienes ya corríamos detrás de él
para alcanzarlo.
Pero lento y acerbo,
sin embargo,
en nosotros pasaba.
¿Qué ha sido de tu vida?
¿Te acuerdas? A la hora vespertina
jugábamos los dos a los trompos
en el atrio de la iglesia. Pasmado,
te observaba en silencio.
Veía tus piernas torneadas y ligeras
casi volar aquella tarde.
Ya la edad del amor se aproximaba.
Sin decir nada, te alzabas de repente
y te alejabas, soñadora, de mi lado.
Por un atajo te ibas perdiendo
entre los hirsutos pajonales.
Diríase que te raptaba el horizonte,
Yo me quedaba solo. Largo rato
miraba tu figura a lo lejos
hasta que un remolino de polvo
te hacía desaparecer en la distancia.
Yo me quedaba solo y meditando.
Después te busqué muchas veces
y nunca pude encontrarte.
Vagabas interminable
por los bosques, mas, de fijo,
tus huellas se borraban
acariciadas por el viento
y la música celestial
de los maizales. Los idílicos
campos se abrían hacia la infinitud. En lontananza,
Los textos provienen de contracorrientes (sentencias
en incertidumbre) y todos mencionan o hacen referencia a palabra...
Incluyo únicamente textos breves, los un tanto
extensos que versan sobre palabra o verbo los dejo reposando sobre las hojas...
Salud,
lacl.
: no olvidar nunca que
la palabra es sólo una de las vías
por donde el hombre puede entrar en contacto
con la poesía.
* * * * *
¿ No hay cierto aroma de antigüedad calcinada
en el polen de la palabra volver ?
* * * * *
Descreo de la primera frase,
el primer gesto.
Descreo de los gestos interinos,
las frases intermedias,
las sentencias.
Y no puedo ser más
que un aburrido sentencioso.
Y adoro las palabras,
pero tengo que descreer de ellas
si me percato de que olvido fácilmente
que ellas están, también, para la dicción
de aquello acerca de lo que no creo.
* * * * *
Las palabras siempre y nunca.
Siempre juntas, nunca separadas.
* * * * *
“Bello es lo que me place”, creo recordar, dijo un
sabio griego. En realidad, la frase es mía. No porque la ideara yo, sino porque
la hice mía, lo que es lo mismo, al final. Hay en ella un dejo de felicidad,
una coartada para con la vida. Vayan mis votos de gratitud para Platón y su
padre putativo Sócrates, por toda esa real imaginería que a su palabra vino
uncida.
* * * * *
La poesía es más una cuestión de situaciones que de
palabras;
para lo cual han de estar, las palabras, dispuestas a
situarse.
* * * * *
La más acabada expresión es aquella que no sospecha
que, también, es una figura literaria.
* * * * *
La figura literaria más redonda
es aquella que nació redonda.
* * * * *
Porque la poesía es más una cuestión de palabras
justas que de figuras literarias.
* * * * *
Alguien me dijo una vez que no debía “usar” una
palabra proveniente del inglés en un poema; que eso sólo se justificaría si yo
fuera un poeta chicano.
Y yo luego me escuché diciéndome que un poeta no sólo
es un chicano, sino un mohicano, un gitano, un mundano.
* * * * *
Pidió mi venia para copiar un poema,
para reproducirlo y acaso colocarlo en un lugar
visible de su casa.
Con estupor, enmudecí.
Entre titubeos alcancé a proponerle que lo compartiera
en silencio.
De súbito vi cómo mi estupor se mudó a su mirada.
Más adelante dejó de dirigirme la palabra.
Mi desnudez me hizo lucir como un hombre tosco,
siendo que tan sólo añoraba enaltecer la anonimia.
* * * * *
Crear o crearse palabras, íntimas formas en su
entonación o giros de nueva dicción, son prerrogativas que ningún mortal puede
negar a otro...
* * * * *
Yo no me desvelo por aparentar ser profundo en lo que
corresponde a la complicación que representa la expresividad de mi ser.
Pues la docta acepción que hoy se confiere a la
palabra profundidad,
poco o nada puede añadir en lo que toca
a atinamiento de la realidad,
descubrimiento de la respiración,
registro de nuestro indolente ser.
* * * * *
Sebastián me ha dicho esta noche: “¿ Sabes papá ?
morir debe ser algo hermoso” -
y sentí como si una flor estuviera ofrendándose en la
brevedad de su existencia.
Tales palabras repercutieron en mi alma como el
chasquido de un guijarro al caer en las serenas aguas de un pozo; inesperado
regalo, cuyos reverberos de luz y oscuridad no atino a expresar.
* * * * *
Desprendimiento.
Esa ha sido mi palabra
de hoy anunciadora.
Se me regaló
en todo momento.
Cuando yo cejaba
y me sentía huérfano
de sinrazones
y no de excusas,
ella estaba allí,
a la orilla del desierto
de las palabras.
Látigo de piel
y acicate miel del vértigo,
nada pueden
ante esta vana sensación,
desprendimiento.
* * * * *
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Contracorrientes
(Sentencias en incertidumbre)
BID&CO EDITOR, Colección Manoa, Caracas, 2006.
P.S. Reedición: Caracas, 2013.
Tal como apareció el multi palíndromo en la Enciclopedia Noruega
Abrakadabra Nordisk familjebok
Mayores datos sobre contracorrientes (sentencias en incertidumbre), en: