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domingo, 13 de enero de 2019

Lecturas cruzadas. Rabindranath Tagore, Huanchu Daoren. / GUARIDA DE LOS MÚSICOS: BB King \ Eric Clapton - The Thrill Is Gone 2010 / John Mclaughlin, Elvin Jones, Joey Defrancesco-Jazz a Juan, 1996 / Mahavishnu Orchestra - Birds of Fire (full album) (VINYL) / Ravi Shankar - The Spirit of India / Sounds of China: Concierto de Año nuevo Chino





Lecturas cruzadas. Rabindranath Tagore, Huanchu Daoren.

Mi curiosidad aunada a un espíritu inquieto me ha inducido a una costumbre que un psicólogo podría tachar de disociada: me encanta leer a saltos. No a saltos de soga, sino saltando entre los libros. Costumbre que sólo interrumpo cuando me topo con una novela que robe mi cuidado o un libro de ensayo que secuestre mi espíritu. Cuando una novela logra captar nuestra atención es porque nos ha hecho viajar a su mundo, somos parte de él y de él no deseamos salir. No es muy común que ello suceda, pero tampoco es infrecuente. Hay portentosas narraciones que aguardan por nosotros. Lo mismo puede suceder con un ensayo de largo aliento. Nos secuestra y, entonces, no hay otro mundo que el del secuestro.

Pero volviendo a lo expresado inicialmente, la razón de esos saltos sin sobresaltos, se debe a que uno (yo, al menos) necesita respirar en la conversación establecida con un libro o su autor. Uno no habla de corrido, necesita respirar, hacer pausa, para poder seguir el hilo del diálogo. Porque leer un libro es establecer una conversación que nunca se decide a cerrarse. Es como esas conversaciones amistosas, que se quedan con la sed de un nuevo encuentro. Al menos, para quienes no han perdido el gusto por el compartir y el departir de la palabra. 

Y ese diálogo del ojo con la letra persiste incluso después de que ha concluido la lectura (o la conversa, como prefieran). Es un diálogo inconcluso. De allí que, en mi caso, se impone la necesidad del silencio, junto a la del discurso. Uno se queda pensando en aquello dialogado y en lo que se dirán la próxima vez “que se vean”. En fin, toda lectura encarna un diálogo amistoso y, a veces, no tan amistoso, dada la inevitable confrontación de puntos de vista. Pero uno sabe y espera con ansiedad el nuevo encuentro. Pues, la pausa nos ha servido para que los pensamientos musiten nuevas vertientes al discurso. Esa es la razón de que a un servidor tanto le encante leer a saltos, pues es como el juego de la vida, en la plaza pública uno siempre está conversando con multitud de personas y, sin embargo, jamás pierde el hilo de ninguna de las tertulias.

Estos dos autores que hoy brevemente cito han estado abrazados desde hace unos meses, un libro sirve de marcador al otro. Pues en esas noches de vigilia han estado dialogando a saltos, entre ellos y conmigo. Hoy me decido a extraer unos breves pasajes de cada uno.

Lo cierto de todo es que toparse con esos pájaros no tan perdidos de Tagore o con esa belleza contenida que uno encuentra en un erudito (en el más bello sentido de la palabra) que por el siglo 16 decidiera  retornar, ya en los últimos pasajes de su vida, a los orígenes, pues es un milagro que debemos saber agradecer.
Salud!
lacl

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Tú no ves lo que eres, sino tu sombra.

El descanso es del trabajo como los párpados son de los ojos.

Los árboles llegan hasta mi ventana, como la voz anhelante de la tierra muda.

De sus armas hace sus dioses. Cuando vencen ellas, él es el vencido.

Entendimiento agudo, pero sin grandeza, lo pincha todo, pero nada mueve.

¡Cómo pinta el deseo los colores del iris en la niebla de la vida!

Los hombres son crueles, pero el hombre es bueno.

Con la ayuda de la yerbecilla, se hace el mundo hospitalario.

El viento poeta sale por el mar y por el bosque en busca de su propia voz.

Cuando sonrió el hombre, el mundo le amó. Cuando rió, le tuvo miedo.


Rabindranath Tagore, Chitra / Pájaros perdidos. Editorial Losada, Buenos Aires, 1978

En la bella traducción de Zenobia de Camprubí, la esposa de Juan Ramón Jiménez.  


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* Cuando estás apegado al mundo sólo ligeramente, ligero es también el efecto del mundo sobre ti.  Cuando estás intensamente envuelto en ocupaciones diversas, sus enredos también se intensifican. Así pues, para las personas iluminadas la simplicidad es superior al refinamiento, y la libertad preferible al refinamiento de las formas.  

* Cuando estás oyendo constantemente palabras ofensivas y tienes siempre en mente algún asunto irritante, entonces sólo tienes una piedra de afilar para moldear el carácter. Si sólo escuchas lo que te agrada y sólo intervienes en aquello que te ilusiona, estás enterrando tu vida en un veneno mortal.

* Escuchar el sonido de una campana en una noche apacible le despierta a uno de un sueño dentro de un sueño; contemplar el reflejo de la luna en un estanque claro nos induce a explorar el cuerpo más allá del cuerpo.

Huancho Daoren, Retorno a los orígenes. Reflexiones sobre el Tao. Editorial Edaf, Madrid, 1993.
Nota: he matizado el decir de algunos pasajes de esta última traducción. Me excuso por mi pecado, pero se me hizo perentorio.



GUARIDA DE LOS MÚSICOS

Conmueve el rostro de B. B. King al dar las gracias a los músicos que le acompañan, encabezados por Eric Clapton

POST SCRIPTUM:
En vista de que bloquean este enlace para el país, aclaro que no tengo ningún interés comercial al divulgarlo y dejo acá el enlace para quien quiera escuchar esta maravilla; simplemente debe copiar y pegar el vínculo en su buscador de internet y disfrutar de BB King, Eric Clapton y el resto de los músicos...

https://youtu.be/SgXSomPE_FY?si=DnK-B798wEg6xSMf






















martes, 8 de enero de 2019

Guarida de los poetas.- La idea de orden en Key West, Wallace Stevens / Schubert's Fantasy in F minor for Piano Four Hands, D940






Un canto a La Diosa, uno más, entre los centenares de miles de cantos elevados en su ofrenda. Este lo debemos al honorable Wallace Stevens, poeta entre los poetas. No dejamos mayores comentarios por los momentos, toda vez que ando imbuido en revisar su decir, su cadencia. Es una versión temporal, quiero decir con ello, pero no me aguantaba la gana de compartirlo. Luego depuraré, de estar ello a mi alcance, su dicción en nuestra lengua. Estremece Stevens con la sencillez con que canta a la que canta. Es una honrada labor de amante incondicional. Al final del poema en inglés, puede ser escuchado este noble canto en la voz del propio Stevens. Agrego una colección personal de imágenes del océano caribeño y su adoradora Selene. 
Salud!

lacl

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La idea de orden en Key West, Wallace Stevens

Ella cantaba más allá del genio del mar.
El agua nunca fue formada para mente o voz,
como un cuerpo, todo cuerpo, agitando
sus mangas vacías; y sin embargo, su mímico movimiento
hacía llorar constantemente, causaba un lamento constante;
no era nuestro, aunque lo dedujimos,
inhumano, del verdadero océano.

El mar no era una máscara. No más fue ella.
La canción y el agua no fueron un sonido entretejido,
incluso, si lo que ella cantaba era lo que ella escuchaba,
dado que lo que ella cantaba era enunciado, palabra por palabra.
Puede ser que, en todas sus tocadas frases,
el agua arremolinada y el viento jadeante,
haya sido a ella y no al mar a quien escuchamos.

Porque ella fue la creadora de la canción que ella cantó.
El mar, siempre furtivo, de gestos trágicos
era simplemente un lugar por el que ella caminaba para cantar.
¿De quién es este espíritu? dijimos, porque nosotros sabíamos
que era el espíritu que buscábamos y sabíamos
que deberíamos preguntarle esto insistentemente mientras ella cantaba.

Si sólo fuera la oscura voz del mar
esa rosa, incluso coloreada por muchas olas;
si sólo fuera la enunciadora voz del cielo
y la nube, del coral sumergido en muros de agua,
por más claro que hubiera sido el aire profundo,
el estentóreo discurso del aire, un sonido veraniego
repetido en un verano sin fin
y sonando solo. Pero es que fue más que eso,
más aún que su voz y la nuestra, entre
las sumergidas sin sentido del agua y el viento,
distancias teatrales, sombras de bronce colmadas
en horizontes elevados, atmósferas  montañosas
de cielo y mar.

                           Fue su voz la que hizo
el cielo más intenso en su desaparición.
Ella midió a la hora su soledad.
Ella fue la simple artífice del mundo
en el que ella cantaba. Y cuando ella cantaba, el mar,
fuera lo que fuera, hizo de su ser
lo que era su canción, pues ella era la creadora. Entonces nosotros,
cuando la vimos deambulando sola,
supimos que nunca hubo un mundo para ella
excepto el único que ella cantó y, cantando, hizo.

Ramon Fernández, dime, si tú sabes,
por qué, cuando el canto terminó y regresamos
hacia el pueblo, di por qué las luces de cristal,
las luces en los barcos de pesca allí anclados,
a medida que la noche descendía, inclinándose en el aire,
dominaron la noche y dividieron el mar,
fijando zonas blasonadas y polos ardientes,
arreglando, profundizando, encantando la noche.

Oh! Bendita furia por el orden, mi pálido Ramón,
la furia del hacedor por ordenar las palabras del mar,
palabras de los fragantes portales, signados con una tímida estrella,
y de nosotros mismos y de nuestros orígenes,
en comarcas fantasmales, los sonidos más agudos.



Wallace Stevens, “The Idea of Order at Key West” from Collected Poems.
Copyright 1923, 1951, 1954 por Wallace Stevens. Reprinted with the permission of Alfred A. Knopf, a division of Random House, Inc.
Source: The Collected Poems of Wallace Stevens (Alfred A. Knopf, 1990)



The Idea of Order at Key West, Wallace Stevens


She sang beyond the genius of the sea.  
The water never formed to mind or voice,  
Like a body wholly body, fluttering
Its empty sleeves; and yet its mimic motion  
Made constant cry, caused constantly a cry,  
That was not ours although we understood,  
Inhuman, of the veritable ocean.

The sea was not a mask. No more was she.  
The song and water were not medleyed sound  
Even if what she sang was what she heard,  
Since what she sang was uttered word by word.
It may be that in all her phrases stirred  
The grinding water and the gasping wind;  
But it was she and not the sea we heard.

For she was the maker of the song she sang.  
The ever-hooded, tragic-gestured sea
Was merely a place by which she walked to sing.  
Whose spirit is this? we said, because we knew  
It was the spirit that we sought and knew  
That we should ask this often as she sang.

If it was only the dark voice of the sea  
That rose, or even colored by many waves;  
If it was only the outer voice of sky
And cloud, of the sunken coral water-walled,  
However clear, it would have been deep air,  
The heaving speech of air, a summer sound  
Repeated in a summer without end
And sound alone. But it was more than that,  
More even than her voice, and ours, among
The meaningless plungings of water and the wind,  
Theatrical distances, bronze shadows heaped  
On high horizons, mountainous atmospheres  
Of sky and sea.

                           It was her voice that made  
The sky acutest at its vanishing.  
She measured to the hour its solitude.  
She was the single artificer of the world
In which she sang. And when she sang, the sea,  
Whatever self it had, became the self
That was her song, for she was the maker. Then we,  
As we beheld her striding there alone,
Knew that there never was a world for her  
Except the one she sang and, singing, made.

Ramon Fernandez, tell me, if you know,  
Why, when the singing ended and we turned  
Toward the town, tell why the glassy lights,  
The lights in the fishing boats at anchor there,  
As the night descended, tilting in the air,  
Mastered the night and portioned out the sea,  
Fixing emblazoned zones and fiery poles,  
Arranging, deepening, enchanting night.

Oh! Blessed rage for order, pale Ramon,  
The maker’s rage to order words of the sea,  
Words of the fragrant portals, dimly-starred,  
And of ourselves and of our origins,
In ghostlier demarcations, keener sounds.

Wallace Stevens, “The Idea of Order at Key West” from Collected Poems. Copyright 1923, 1951, 1954 by Wallace Stevens. Reprinted with the permission of Alfred A. Knopf, a division of Random House, Inc.












Schubert's Fantasy in F minor for Piano Four Hands, D940



lunes, 31 de diciembre de 2018

La colonia de hormigas les desea un venturoso 2019... / Una memoria... Ex abundantia cordis








La colonia de hormigas les desea un venturoso 2019...




































Una memoria...

Ex abundantia cordis

 MIÉRCOLES, 4 DE NOVIEMBRE DE 2015 
Ex abundantia cordis - De la abundancia del corazón

Hace dos mañanas volvió el amado Ludo (Vico) a nuestra casa, luego de haberse ausentado por una cantidad de días inusitada para sus costumbres, más o menos una semana, cuando lo regular es que se ausente dos, máximo tres días. La razón de su errabundez radica en que nunca se le pudo esterilizar, pues la sabia naturaleza ocultaba uno de sus testículos, cada vez que, con ese fin, le llevaba yo al veterinario. Alguien en mí se alegraba, por una parte, al no podérsele realizar la operación, aunque a sabiendas de que los gatos no esterilizados andan más expuestos a sufrir enfermedades y se desapegan más de la casa, al entrar en competencia con otros gatos. Siempre he tenido los sentimientos encontrados cuando se trata de esterilizar a uno de nuestros peludos. Entiendo que es recomendable y, sin embargo, no me resigno a sentirme como quien está torciendo designios para los que no está autorizado.

Lo cierto es que cuando entré a la cocina, contento de saber que Ludo había vuelto, inmediatamente me le acerqué y le noté algo huraño y asustadizo, algo que jamás había sucedido con ninguno de nosotros. Menos conmigo, a quien robó el corazón, luego de que Yineska me convenciera, a regañadientes, de que lo adoptáramos. Ludo estuvo a punto de salir corriendo cuando le atajé y comencé a hacerle cariños y hablarle tal como le hablábamos cuando era un cachorrito. La cara de Ludo inmediatamente se transformó en un rostro tan patéticamente colmado de ahogados sentimientos que, acto seguido, tanto sus ojos como los míos, se cristalizaron de lágrimas a duras penas contenidas.

Creo que pocas veces en mi vida he tenido una experiencia de tan cargado sentimiento como la acaecida hace dos mañanas. Y entre ellas cuento las experiencias vividas con otros seres humanos. Yineska, asombrada, me decía: ¡Ludo está llorando! Yo le pedí que lo cargara, tal como siempre hicimos con esa buena criatura. Luego lo volví a abrazar yo, mientras le decía: ya vamos a comer.

Lo que se dio entre Ludo y nosotros fue como un fenómeno de anagnórisis, una revelación por medio del mutuo reconocimiento. Siempre me he sentido, en parte, responsable de que Ludo sea esa alma nómada que es, lo que por un lado me alegra y por el otro me entristece. Pero lo que se nos reveló esa mañana, fue -a mi modo de ver- un escondido sentimiento de desamparo en esa alma pura, como si creyera o sintiera que nosotros ya no le quisiéramos, como siempre le hemos querido. Cuando nos quedamos solos, él y yo, le hablaba muy bajito. Prométeme que siempre vas a volver, Ludo, aquí no sólo tienes comida, aquí te damos corazón.

Luego de esto lo senté en una silla en el patio y seguí haciéndole cariños mientras conversábamos, rodeado por el par de curiosos y nuevos mininos por quien acaso se haya sentido desplazado. De allí estas estampas que ahora publico. Un buen rato estuvimos allí sentados, con Benito y Ágata en plan de felina observación.

Todos comieron luego regaladamente. Ludo permitió apenas que le hiciera otros cariños, acto seguido, rodeó la casa y salió, como siempre, por el garaje a explorar el mundo. Eso sí, ha vuelto esta mañana, tal como se lo habíamos pedido.