Cuatro anotaciones de contracorrientes – sentencias en incertidumbre.
Forman parte del primer tranco de ese libro, escritos recogidos a lo largo de los años en hojas sueltas, cuadernos, contratapas y márgenes de libro o en cualquier superficie que soportara la escritura del lápiz o de la pluma. Cuando hice conciencia de esos escritos, dispersos también en trocitos de cartulina, en servilletas, en agendas, y otras superficies más, me di a la labor de colectarlas; de allí la razón de partir en dos esa colecta reunida en el libro. Pues a partir del año 95 todo lo que comencé a escribir en (digámoslo así) en ese tono, ya iba destinado a estas sentencias en incertidumbre, escritas a contracorriente.
Salud, lacl
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Los hombres deberíamos recordar
que el arte fiel y necesario
para mediar con esta común desazón
que hoy nos toca, es religión;
recogimiento en el santuario del cuerpo
porque somos templo,
comunión y diáspora en el santuario de afuera
porque somos badajo
pues, en el fondo, no puede haber arte sin divinidad.
Y los poetas necesarios son esos seres fieles
al llamado del envés de lo creado,
anónimos correligionarios,
oficiantes que ofrendan sus cantos
en el abandono de la soledad.
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Sueño, mucho sueño.
Es menester arrullar las imágenes
para que brote el arroyo del alma.
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Sueño, mucho sueño.
Sacudir la vigilia mental,
la hiperestesia que surge de la imposibilidad
de apagar el pensamiento evolutivo,
la ebullición constante y maniática del discurso
que prohíbe y condena toda fiesta.
Porque la verdadera fiesta
nace de un chispazo en el alma
que repica afuera
y vuelve al alma.
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Adoro "la"
fiesta.
Nos permite
rememorar el olvido,
abrazarnos bajo la lluvia de la realidad;
nos permite no ser
plenamente.
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