Una de esas prosas de Ramos
Sucre que secuestran la imaginación cavilante. Cada frase es una joya de
proposiciones, una propuesta de la épica que como piedras de un rosario se
juntan, la una a la otra, para componer una aquilatada semblanza lírica, que ha
intitulado “Las virtudes”. Sin más, acá dejamos la apretada glosa.
Salud!
lacl
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LAS VIRTUDES José Antonio
Ramos Sucre
Recuerdo el festejo de las
nupcias en la noche transparente. Un artista nómade rozaba con una pluma las cuerdas
metálicas de un instrumento de su invención. El sonido secundaba el efluvio de
los jazmines. Yo soñaba en el arribo inmediato de un califa.
El cortejo de las vírgenes
disipó en un instante el sinsabor de mi niñez pensativa. Sus nombres musicales,
de origen italiano, circulaban en medio de alabanzas. Ningún mortal sino Dante
pudo referir un caso de igual felicidad. Yo suspiraba y sonreía al mismo
tiempo.
La fiesta sucedía al luto de
la guerra y demostraba una vitalidad inmune. Los vecinos se habían sacrificado
con altivez y honraban el ejemplo de sus mártires. Yo no advertí sino el
vestigio del conflicto en los montes de la ciudad, el día de retirarme para
siempre. La brisa enderezaba por un mismo camino los arreboles y la nave de la
ausencia.
El cortejo de las vírgenes, de
sonrisa tímida, ha desaparecido del mundo. He adivinado sus voces, reunidas en
un cántico, al perderme voluntariamente en el limbo de la esperanza. Un río de
plata divide al sesgo una pradera de la eternidad y un ciervo, el de San
Huberto, muestra la pesadumbre del viernes santo. Yo me recreo en el episodio
de mi infancia y en la ilusión de las voces y fío en morir a la vista de los
ojos diamantinos.
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