Yo no converso literariamente, por así decir.
La vida puso en mi camino -y gracias doy a los cielos
por ello- la misteriosa y resplandeciente palabra.
En virtud de ello soy un ser, si se quiere, afortunado,
tomando en cuenta que hay humanos seres que vivieron y murieron -y seguirán
naciendo, viviendo y muriendo- sin haber podido beber o bañarse explayadamente en
esa fuente, lo cual no es más que una karmática
injusticia.
Una fortuna tan caprichosa como ésa no convierte a nadie en
un literato o en un ser literario ni, mucho menos, en un sabio; es un triste
alcance de metas cuando eso es lo que hemos colocado en nuestra mira.
Cuando se habla o escribe, con franco corazón, de autores que
se ha leído, como Lawrence, Nietzsche o Vallejo pongamos por caso, ha de hacerse
bajo el avivado y perentorio influjo de diástole y sístole, movimiento que
marca nuestro paso paralelamente al ritmo de la vida, como el oleaje de los
elementos.
Las palabras que surgen de esa fuente, tensión amorosa del
ir y venir, del abrir y cerrar, del ser y no ser; son palabras que andan
buscando una luz y quien las emite en actitud reverenciosa, comprende que es
vehículo, vertiente, vasija temporal, no más. No cabe un mísero gramo de
falseada intencionalidad en sus palabras, ¿cómo podría caber alguna
intencionalidad en nada de lo que se exprese, cuando se tiene claro que todo lo
que nos viste es prestado, incluyendo la piel que nos recubre? Por lo que, bajo
esa luz, nociones tales como “mundo literario” o “entorno cultural” resultan
baladíes.
En lo personal, nada me resulta más chocante, aburrido, o
alejado de mi fuero interior (que sigue sintiendo lo mismo desde que tengo uso
de razón) que el apego a esas nomenclaturas sociales, que se arman toda una
trama de futilidades para justificar nuestro paso por el mundo.
Nadie, que yo sepa, se vuelve sabio a su capricho; eso de
volverse uno sabio, por propia voluntad, denotaría (aparte de una infeliz
pedantería) la intencionalidad de hacerse uno pasar por algo que no es. Uno no
se vuelve nada. Cuando alguien afirme que se ha vuelto esto o aquello, usted
puede estar seguro de que lo que le habla es una impostura.
Yo siento repugnancia por el culto de las posturas, por ese
afán de las gentes que intentan hacerse pasar por algo que no son, las posturas
suelen erguirse sobre imposturas.
De modo pues que no soy sabio ni poeta, como no soy esto o
aquello. No puedo querer serlo -me digo- y salta Pessoa con Don Álvaro a la
mesa. Yo soy lo que soy y lo que dejaré de ser. Con mis contradicciones.
De algo estoy seguro y voy a reiterarlo: no siento apetito de hacerme pasar por nada ni nadie que no soy. Nunca me he rotulado ni me rotularé como una insignia. Soy lo que soy, paso efímero, voz, mancha, sombra, sin alentar apetencias que no sacian. Pero a gusto me doy en sentirme volar en aquella hoja que se lleva el viento o aquel pájaro que planea sobre los aires con su amante. Eso sí que soy: lo que no soy. Y siento que debo también reiterar mi defecto: adoro lo que la poesía me regala. Y me siento tentado a compartir ese regalo. Si gracias a la defensa de nuestra innata indefensión, de cuando en cuando, logramos aposentarnos en las esquivas islas de la poesía, podemos sentirnos afortunados. Y nada más...
Todo lo demás me parece fútil. En lo personal (dadas las
limitaciones propias de todo vivir) no hallo más elocuente vía para expresar la
mía. El saber que deviene del sabor no tiene por qué ser perdonado, pues es
saber de gracia y no es de nadie, sino de todos. Y que sea ello el único
justificativo de estas palabras, que pudieran entenderse como una inevitable
contradicción, pues la palabra denotativa poco alcance tiene ante la palabra
connotativa de la poesía; haciendo la aclaratoria -por supuesto- de que la
palabra connotativa de la poesía no es “nuestra”, se crea gracias a un influjo
superior, es fruto, digámoslo así, de
los amores entre la Musa y Pan. Cuando esa voz habla, hablamos todos.
Expreso este sentir por necesidad comunicante, nada
más.
lacl, Cuaderno del geógrafo. 01/07/2019, enmendado el 14/07/2019. Texto surgido de una conversación
a modo de auto de fe. Gracias doy a esa conversa.
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La primera vez que intuí que en mi pecho -y, con él, todo
en mi cuerpo y algo más allá de la piel- palpitaba un estremecimiento que me
lucía afín a la poesía, fue cuando, al salir a las calles, no lograba dejar de
contemplar la extrañeza, el misterioso espectáculo del mundo, y era llamado a
seguir deambulando sobre esa cuerda oscilante, sin derrotero ni horario.
lacl, 08 de Julio de 2019, Bitácora acuariana.
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Los tragos no siempre fueron de aguamiel, hubo mucho de
trago amargo, como en toda iniciación, sobre todo al descubrir (ese reiterado
descubrir) que el mundo humano caminaba, por así decir, en una dirección muy
distinta a mi llamado. Hay que atravesar esos senderos de lo inexplicable,
aquellos que te llevan a preguntarte si estás al borde de la locura, beber de
sus aguas de desengaño, para llegar a una pequeña y retirada fuente, que
corriendo rumorosa y diáfana y, sin esperarlo tú, de pronto te regala otra
visión y, con ella, un consuelo, una aceptación y, acaso, un rapto, una
elevación, una iluminación.
Addendum - lacl, 14 de Julio, 2019
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El mundillo literario está plagado de réplicas de Mefisto. Y
son, cada uno, una caja de resonancias donde lo único que hace eco, aparte de
la caja registradora, son estas tres gracias: petulancia, adulación y la
sacrosanta grandeza de sus obras tras la que se oculta, sempiterno, un
agraviado amor propio.
08 de Julio. 2019
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Jessye Norman...
Se puede apreciar en su red you-tube ...
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