EL MENADISMO, E. R.
Dodds
Maravilloso apéndice
del libro de Dodds, “Los griegos y lo irracional”, publicado por Alianza.
Gracias a los cursos con López Pedraza, nos pusimos tras las huellas de este autor
memorable, casi sin parangón entre los denominados scholars. Dejo aquí lo que llevo transcrito, luego sigo editando
este texto iluminador sobre nuestra oculta naturaleza, para colocarlo completo,
que no porque Dionisios o las Bacantes hayan dejado de ser asunto de la hora,
dejan de estar presentes en nuestro fuero interior. Lo subo por necesidad. Y lo voy haciendo por cuotas, debido a que me veo forzado a revisar, transcribir, corregir errores típicos de las ediciones digitales que, si bien nos son de ayuda, no son infalibles ni, mucho menos, integralmente inteligentes, dado que el corazón queda excluido en estas "soluciones". Lo más complicado será subir, al final, las notas, tan enjundiosas, luminosas y generosas de Dodds, quien no paró en mientes a la hora de donar lo acopiado a lo largo de su vida.
Agreguemos, a título de abre boca, un extracto de la lúcida semblanza.
Agreguemos, a título de abre boca, un extracto de la lúcida semblanza.
Salud!
lacl
"…en Grecia la oreibasía ritual (i) a fecha fija puede haber derivado originariamente de ataques espontáneos de histeria de masas. Canalizando esta histeria en un rito organizado una vez cada dos años, el culto dionisíaco la contuvo dentro de unos límites y le dio una válvula de escape relativamente inofensiva. Lo que la πάροδος (ii) de las Bacantes (iii) nos pinta es histeria sometida al servicio de la religión; lo que tenía lugar en el monte Citerón era histeria en crudo, el baquismo (18) peligroso que desciende como un castigo sobre los demasiado respetables y los arrastra contra su voluntad. Dioniso está presente en ambas: como San Juan o como San Vito, es la causa de la locura y el liberador de la locura, Βάκχος y Λύσιος (iiii)..."
"…en Grecia la oreibasía ritual (i) a fecha fija puede haber derivado originariamente de ataques espontáneos de histeria de masas. Canalizando esta histeria en un rito organizado una vez cada dos años, el culto dionisíaco la contuvo dentro de unos límites y le dio una válvula de escape relativamente inofensiva. Lo que la πάροδος (ii) de las Bacantes (iii) nos pinta es histeria sometida al servicio de la religión; lo que tenía lugar en el monte Citerón era histeria en crudo, el baquismo (18) peligroso que desciende como un castigo sobre los demasiado respetables y los arrastra contra su voluntad. Dioniso está presente en ambas: como San Juan o como San Vito, es la causa de la locura y el liberador de la locura, Βάκχος y Λύσιος (iiii)..."
Notas de lacl.-
(i) La danza delirante
del rito dionisíaco.
(ii) en el sentido de
“paso superior”
(iii) Las Bacantes, Eurípides.
(iiii) Bacchus y Lysios
Nota de E. R. Dodds.-
(18) Quizá expresado en Laconia con el
termino Δύσρ.αιν<κ (título de una tragedia de Pratinas, Nauck, TGF, p.
726). El no distinguir entre el menadismo ≪negro≫ descrito por los Mensajeros y el menadismo ≪blanco ≫ descrito por el Coro ha sido causa
muchas veces de que se entiendan mal las Bacantes.
EL MENADISMO, APENDICE
1, LOS GRIEGOS Y LO IRRACIONAL, E. R. DODDS, ALIANZA EDITORIAL, MADRID, 1980.
Apendice I
EL MENADISMO
“En el arte, así
como en la poesía, la representación de estos estados salvajes de entusiasmo se
debía, al parecer, exclusivamente a la imaginación, porque en la literatura en
prosa tenemos muy pocas pruebas, en los tiempos históricos, de que las mujeres
celebraran de hecho orgias al aire libre (1).
Tal práctica habría sido ajena al espíritu de reclusión que penetraba la vida
de la mujer en Grecia... Los festivales de las Thyadas estaban confinados
principalmente al Parnaso.” Así, Sandys, en la introducción a su justamente
admirada edición de las Bacantes. Diodoro, por otro lado, nos dice (4.3)
que “en muchos estados griegos se reúnen cada dos años congregaciones de
mujeres (βακχεία), y a las muchachas solteras se les permite tomar el tirso y
tomar parte en los transportes de sus mayores (συνενθουσιάζειν)”. Y desde los
tiempos de Sandys la afirmación de Diodoro ha sido confirmada por inscripciones
procedentes de muchas partes de Grecia. Sabemos ahora que tales festivales
bienales (τριετηρίδες ) se celebraban en Tebas, Opos, Melos, Pergamo, Priene,
Rodas ; Pausanias atestigua su existencia en Alea, en Arcadia; Eliano en
Mitilene, y Firmico Materno en Creta (2). Su carácter puede ser bastante
diferente en los distintos lugares, pero es difícil dudar que normalmente incluían
όργια de mujeres, del tipo extático o cuasiextático descrito por Diodoro, y que
estas incluían con frecuencia, no siempre, ορειβασία o danzas nocturnas en las montañas.
Este extraño rito, descrito en las Bacantes y practicado por sociedades
de mujeres en la τριετηρίς deifica hasta los tiempos de Plutarco, se practicaba
también sin duda en otras partes: en Mileto, la sacerdotisa de Dioniso “conducía
a las mujeres a la montaña”, todavía al fin de los tiempos helenísticos (3); en
Erythrae, el título Μιμαντοβάτης apunta a
una ορειβασία en el monte Mimas (4). Dioniso mismo es όρειος
(Festo, p. 182), όρειμάνης (Tryph. 370), ορέσκιος, oupsoufotrrcc (Anth. Pal.
9524) y Estrabón, al discutir los cultos dionisiacos y otros cultos de
misterios con ellos emparentados, habla en términos completamente generales de
τάς ορειβανιας τών περί το &είον σποιΑζόντων (10, 3, 23). La alusión
literaria más antigua se
encuentra en el Himno homérico a Deméter, 386: ήΐζ'ήΰτε μαινάς όρος
κατά δάσκιον 5λΐβς.
La
ορειβασία tenía lugar de noche, en mitad del invierno, y debe haber llevado
consigo mucha incomodidad y algún riesgo: Pausanias (5) dice que en Delfos las
mujeres subían hasta la misma cima del Parnaso (que tiene más de 2.400 metro s
de altura) y Plutarco (6) describe una ocasión, al parecer en vida de él, en
que quedaron incomunicadas por una tormenta de nieve y hubo que enviar
una expedición de rescate; cuando volvieron, tenían las ropas heladas, rígidas
como tablas. ¿Cuál era el objeto de esta práctica? Muchos pueblos danzan para
hacer crecer sus cosechas, por magia de afinidad. Pero estas danzas de otras
partes son anuales como las cosechas, no bienales, como la ορειβασία; su estación
es la primavera, no la mitad del invierno y su escena los campos de cereales,
no las estériles cimas de las montañas. Los autores griegos tardíos
consideraron las danzas de Delfos como conmemorativas: danzan, dice Diodoro (4,
3), “imitando a las ménades, que en los tiempos antiguos estuvieron asociadas con
el dios”. Probablemente tiene razón, por lo que se refiere a su propio tiempo;
pero el ritual suele ser más antiguo que el mito que le sirve de explicación, y
tiene más profundas raíces psicológicas. Debe haber habido un tiempo en que las
ménades, o thyadas o βάκχαι eran por
espacio de algunas horas o de algunos días lo que su nombre implica, mujeres
salvajes cuya personalidad humana había sido reemplazada temporalmente por
otra. Si esto podía ser todavía así en tiempos de Eurípides, no tenemos medio
seguro de saberlo; una tradición délfica registrada por Plutarco (7) sugiere que el rito producía
en ocasiones una verdadera perturbación de la personalidad todavía en el siglo IV,
pero la prueba, es muy floja, y la naturaleza del cambio que
se operaba no está clara en absoluto. Hay, sin embargo, en otras culturas fenómenos
paralelos que pueden ayudarnos a comprender la πάροδος de las Bacantes y
el castigo de Agave.
En
muchas sociedades, quizá en todas las sociedades, hay gentes a quienes, en
palabras de Aldous Huxley, "las danzas rituales suministran una
experiencia religiosa, que parece más satisfactoria y convincente que ninguna
otra … Es con sus músculos como mas fácilmente obtienen conocimientos de lo
divino” (8). Huxley cree que el Cristianismo cometió un error al dejar que la
danza se secularizara por completo (9), ya que, en palabras de un sabio
mahometano, “el que conoce el Poder de la Danza, mora en Dios”. Pero el Poder
de la Danza es un poder peligroso. Como otras formas de entrega de sí mismo, es
más fácil comenzarla que darle fin. En la extraordinaria locura danzante que periódicamente
invadió a Europa desde el siglo XIV al XVII, la gente bailaba
hasta caer desplomada, como la danzante de Bacantes (136), o la del vaso
de Berlín, numero 2471 (10), y yacía en tierra, inconsciente, pisoteada por sus
compañeros (11). Además, la cosa es sumamente contagiosa. Como observa Penteo
en Bacantes (778), se extiende como el fuego. La voluntad de bailar se apodera
de las personas sin el consentimiento de la mente consciente: por ejemplo, se
nos dice que en Lieja, en 1374, cuando ciertas gentes posesas llegaron a la
ciudad danzando medio desnudas y con guirnaldas en la cabeza, bailando en el
nombre de San Juan, “muchas personas, al parecer sanas de cuerpo y de alma,
fueron de repente poseídas por los demonios y se unieron a los danzantes” ;
estas personas abandonaron casa y hogar, como las mujeres tebanas de la
tragedia; incluso las muchachas jóvenes dejaban familia y amigos para
marcharse, errantes, con los bailarines (12). Contra una manía parecida en la
Italia del siglo xvii, “ni la juventud ni la edad avanzada, se dice, ofrecían protección
alguna; de modo que hasta los viejos de noventa años
arrojaban sus muletas al sonido de la tarantela, y, como si corriera por sus
venas alguna poción mágica, restauradora de la juventud y del vigor, se unían a
los extrañísimos danzantes” (13). Parece ser, pues, que la escena
Cadmo-Tiresias, de las Bacantes, se repitió muchas veces, justificando
la observación del poeta (206 y ss.) de que Dioniso no impone límite alguno de
edad. Incluso los escépticos eran algunas veces, como Agave, infectados de la manía
contra su voluntad y contra la creencia que profesaban (l4). En Alsacia se creía
en los siglos xv y xvi que la locura danzante podía imponerse a una víctima maldiciéndola
con ella (l5). En algunos casos la obsesión
compulsiva reaparecía a intervalos regulares, creciendo en intensidad hasta el día
de San Juan o de San Vito, cuando, después de una última explosión de la manía, se volvía a la normalidad (16);
en Italia la “cura” periódica de los pacientes, mediante la música y la danza extática,
parece haber dado lugar con el tiempo a un festival anual (17).
(Primer agregado, 06 / 07 / 2019. Continuará)
(Segundo agregado, 07 / 07 / 2019. Continuará)
CONTINUARÁ
(Primer agregado, 06 / 07 / 2019. Continuará)
CONTINUACIÓN
Este
último hecho sugiere el modo cómo en Grecia la oreibasía ritual a fecha fija
puede haber derivado originariamente de ataques espontáneos de histeria de
masas. Canalizando esta histeria en un rito organizado una vez cada dos años,
el culto dionisíaco la contuvo dentro de unos límites y le dio una válvula de
escape relativamente inofensiva. Lo que la πάροδος de las Bacantes nos
pinta es histeria sometida al servicio de la religión; lo que tenía lugar en el
monte Citerón era histeria en crudo, el baquismo (18) peligroso que desciende como
un castigo sobre los demasiado respetables y los arrastra contra su voluntad.
Dioniso está presente en ambas: como San Juan o como San Vito, es la causa de
la locura y el liberador de la locura, Βάκχος y Λύσιος (19). Debemos recordar
esta ambivalencia si queremos entender correctamente la tragedia. Resistir a
Dioniso es reprimir lo elemental en la propia naturaleza; el castigo es el
colapso completo de los diques internos cuando lo elemental se abre paso por la
fuerza y la civilización se desvanece.
Existen,
además, ciertos parecidos en puntos de detalle entre la religión orgiástica de
las Bacantes y la religión orgiástica de otras partes que merecen la
pena de notarse porque tienden a establecer que la “ménade” es una figura real,
no convencional, y que ha existido bajo diferentes nombres en tiempos y lugares
muy diversos. La primera se refiere a las flautas y tímpanos o timbales que acompañan
la danza de la ménade en las Bacantes y en los vasos griegos (20). Para los
griegos, aquellos eran los instrumentos “orgiásticos” por excelencia (21): se
empleaban en todos los grandes cultos danzantes, en los de la Cibeles asiática
y la Rea cretense, así como en el Dioniso. Podían causar la locura, y, en dosis
homeopáticas, podían también curarla (22). Y dos mil años después, en el año
1518, cuando los bailadores locos de San Vito recorrían Alsacia danzando, una música
parecida —la del tambor y el
caramillo— volvió a emplearse con el mismo propósito ambiguo, provocar la
locura y curarla: tenemos todavía el acta del Consejo de la Ciudad de
Estrasburgo sobre la cuestión (23). Aquí no se trata , ciertamente, de tradición,
probablemente tampoco de una coincidencia; parece el redescubrimiento de una conexión
causal real, de la que hoy sólo el Ministerio de la Guerra y el Ejército de Salvación
conservan una débil vislumbre.
Un
segundo punto es el porte de la cabeza en el éxtasis dionisíaco. En las Bacantes
se insiste en el repetidas veces: 150, “sacudiendo su largo pelo hacia el
cielo”; 241, “yo haré que dejes de sacudir el pelo hacia atrás”; 930, “agitando
mi cabeza hacia delante y hacia atrás como una bacanal”; de un modo semejante,
en otra tragedia, la poseída Casandra “sacude sus dorados rizos cuando sopla del
Dios el viento impelente de la segunda-vista” (/. A. 758). El mismo
rasgo aparece en Aristófanes (L is is t. 1312) ταί δέ κομοα (...) απερ
Βακχαν, y es constante, aunque menos vivamente descrito, en autores posteriores:
las ménades todavía “agitan la cabeza” en Catulo, en Ovidio, en Tácito (24). Y
vemos esta cabeza echada violentamente hacia atrás y esta garganta vuelta hacia
arriba en antiguas obras de arte, como las gemas que reproduce Sandys (pags. 58
y 73), o la ménade del bajorrelieve del Museo Britanico (Marbles, II. pl. xiii,
Sandys, p. 85) 25. Pero el gesto no es simplemente una convención de la poesía y
el arte griegos; en todos los tiempos y en todas partes caracteriza este tipo
particular de histeria religiosa. He aquí tres descripciones modernas
independientes: “las continuas sacudidas de la cabeza hacia atrás, que hacían
girar su largo pelo negro, realzaban en gran mantra lo salvaje de su aspecto” 26;
“su largo pelo se agitaba de un lado para otro con los rápidos movimientos de vaivén
de la cabeza” (27); “la cabeza
se agitaba de un lado para otro, o se echaba hacia atrás,
sobre una garganta hinchada y abultada” (28). La primera frase está sacada del
relato que hace un misionero de una danza de caníbales en British Columbia, que
acaba con el despedazamiento y la devoración de un cuerpo humano; la segunda
describe una danza sagrada de comedores de cabras en Marruecos; la tercera esta
sacada de una descripción clínica de la histeria posesiva por un doctor francés.
No
es ésta la única analogía que enlaza estos tipos diseminados. Las danzantes extáticas
de Eurípides “llevaban fuego en la cabeza y no les quemaba” (757) (29) Así lo
hace el danzante extático de otras partes. En British Columbia baila con
carbones ardientes en las manos, juega imprudentemente con ellos, y hasta se
los mete en la boca (30); lo mismo hace en África del Sur (31), y en Sumatra
32. En Siam (33) y en Siberia (34) pretende ser invulnerable mientras el dios permanece
dentro de el, como eran invulnerables las danzantes del Citerón (Ba. 761). Y nuestros doctores
europeos han encontrado una explicación o semiexplicación en sus hospitales:
durante los ataques, el paciente histérico con frecuencia entra en un estado (*) analgésico y queda reprimida toda
sensibilidad para el dolor (35).
(*) Nota de lacl: pasaje oscuro, he
agregado las cursivas subrayadas.
En
The Life and Adventures of Nathaniel Pearce, written byhimself during a
Residence in Abyssinia from the Years 1810 to 1819, I, 290 ss., puede
encontrarse un testimonio interesante del uso, a la vez espontáneo y curativo,
de la danza y la música extática (trompeta, tambor y pífano) en Abisinia, a
principios del siglo xix. Tiene varios puntos en común con la descripción de Eurípides.
En el momento culminante de la danza, la paciente “echó a correr con tal velocidad
que el más rápido corredor no podía alcanzarla [cf. Bacantes, pp. 748,
1090], y cuando éste estaba de ella a una distancia de unas doscientas yardas
se desplomó de repente como si le hubieran tirado un tiro” (cf. Bac., p.
136 y nota 11, más abajo). La mujer indígena de Pearce, que se contagió de la manía,
danzó y saltó “más como un ciervo que como un ser humano” (cf. Bac., pp.
866 y ss., 166 y ss.). Y también “los he visto en estos ataques bailar con un bruly,
o botella de maíz, sobre la cabeza sin derramar el líquido ni dejar caer la
botella, aunque se ponen en las posturas más extravagantes” (cf. Bac., pp.
775 y ss., Nono 45.294 y ss.).
(Segundo agregado, 07 / 07 / 2019. Continuará)
CONTINUARÁ
Un montaje teatral...
Un montaje teatral: The bacchae ~7~ by Euripides
Director Eka Permana
Director Eka Permana
Himno órfico a Dionísios.
The Orphic Hymn to Dionysos - Daemonia Nymphe
The Orphic Hymn to Dionysos - Daemonia Nymphe
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