He encontrado mi añejo Cuaderno del geógrafo, donde se almacenan anotaciones diversas, sueños y ensueños, memorias, dibujos de Sebastián (como en casi todos mis cuadernos), anotaciones, cálculos, bocetos de poemas. En fin, un cuaderno que vuelve a abrir sus páginas como invitando a reiniciar viejas conversas...
Dejo aquí un texto publicado ya en los inicios de este blog... Asunto de memorias recobradas
Salud!
lacl, 29 / 05 / 2019
Apuntes extraídos de Cuaderno del geógrafo.
Así llamo a ese cuaderno porque en la
carátula muestra el detalle ampliado de un mapamundi y porque en ella se han
pergeñado muchos rasguños que luego han partido en peregrinaje a otros
cuadernos. Allí se escribieron algunas de las anotaciones o aforismos que luego
fueron a parar en "contracorrientes, - sentencias en incertidumbre", un conato de
poema que “debía” o “tenía” que haberse escrito en la agenda telefónica que
resultó ser la matriz de Cuadernario, lo que no pudo hacerse dada la temporal
desaparición de mi agendita, alguno que otro sueño y otras glosas del tono y
talante de las que integran el ya citado contracorrientes, pero posteriores a
su publicación. Lo traigo a colación por razones fundamentalmente emotivas.
Porque el pasado y la memoria libran un juego que nunca deja de sorprendernos.
Uno nunca recuerda cabalmente (al menos yo) todo aquello memoroso y sensitivo
de lo que ha dejado constancia de su vida pasada, su vida vivida. Y al revisar
el cuaderno del geógrafo me he topado con un texto íntimamente relacionado con
una apostilla escrita en la última entrega del pasado febrero en este blog. Me
han impresionado dos cosas: el olvido en que se había sumido la existencia de
ese “aire” escrito el 25 de febrero de 2007 y la exactitud de lo referido en mi
glosa del pasado febrero respecto a lo acaecido aquella noche. Acaso sea una
tontería que no guarde importancia para nadie más que para mí, pero la
reproduzco igualmente porque de lo individual suele surgir espejo de lo anónimo
y grupal. Añadiré un par de apostillas escritas en los días subsiguientes a la
referida nota.
lacl
31 de Marzo, 2009
lacl
31 de Marzo, 2009
* * * * *
(Febrero 25, 2007)
Me encontré esta noche con Federico
Cisneros, ese venerable anciano que es mi segundo padre, me ha dicho una frase
cargada de humildad: “tengo tu libro por un devocionario y a él voy todas las
noches”. ¡Me conmovieron tanto sus palabras! Que vinieran de él, de quien no he
hecho más que recibir… Y que haya rescatado del desván de la memoria palabra
tan sugestiva e insinuante, devocionario, para ventilarla de sentido…
* * * * *
(Febrero 26, 2007)
Siempre me ha impresionado lo precisos
que, en ocasiones, llegan a ser los sueños. Me refiero especialmente a aquellos
que vienen a visitarnos con vestimenta de legado, aquellos que se aparecen en
medio de la noche para dictarnos una ofrenda, como una tela en la que las
imágenes vienen cosidas a las palabras. Digo que son regalo, incluso aquellos
que vienen a increparnos con carácter de mandato o ultimátum, pues llegan
momentos en que nuestra muda naturaleza se hastía de los yerros a que sometemos
nuestra mortal humanidad. Calderón de la Barca dijo que la vida es sueño. Y lo
dijo de la manera, a un tiempo mismo, más hermosa y estremecedora que quepa
imaginar: escribiendo un extenso y medido poema para ser llevado a escena…
(Febrero 27, 2007)
Escribir una coma, una palabra, una frase,
tres líneas, es un acto que conlleva o supone una responsabilidad. Podarle una
coma a tales líneas para, luego, volver a transplantarla es un acto de
responsabilidad. Proponer una doble puntuación dentro del discurso es una
propuesta de responsabilidad. Delinear una ficción es, también, un caso
legítimo de responsabilidad emplazada. En ocasiones, un poema se nos presenta
con la vestimenta de la ficción, y no por ello viene exento de responsabilidad.
Suele pensarse que es en las memorias, en las confesiones o, quizás, en la
desusada carta de íntimo y amoroso tono en donde los seres humanos volcamos
toda la honestidad de que podemos ser recipiente, pero ello no siempre resulta ser
tan cierto. En una novela, en unas memorias, ¿qué es real, qué es ficción? Juan
Ramón Jiménez se decía: he soñado mi vida y he vivido mi sueño. Un adagio puede
llegar tan iluminador, tan combinado de sentidos y cargado de responsabilidad
como el más voluminoso tratado filosófico sobre ética o metafísica y estoy
seguro de que todo filosofo que persiga a sensatez acordará conmigo en ello,
pues no va en desmedro de las virtudes de filosofía.
* * * * *
(Marzo 02, 2007)
Vivimos en el útero
* * * * *
Y una anotación más reciente, escrita en
ese mismo cuaderno del geógrafo, el cual no tiene, como se habrá conjeturado,
otra misión que la de servir de bitácora informal…
(Marzo 24, 2009)
Hay un tiempo interior en las aguas
abisales e insondables de la psique. A veces, le prefiguramos o presentimos
como el reposado cuerpo de las aguas de un estanque o como el mar profundo o
como la vertiente de de un lento y rumoroso río.
A mí me gusta llamarle tempo,
acompasado fluir
que no se mueve.
Todos le tenemos
y él a todos nos tiene,
le vivimos,
nos vive.
Pero a muchos de nosotros
-quizás a demasiados-
se nos va la vida
sin cruzarle una palabra
o enviarle una misiva,
como si se tratara de un vecino al que,
por décadas, diariamente
otro se encuentra
por calles y pasillos,
sin que ni a uno ni a otro
les mortifique el dardo de la curiosidad.
Jamás llegarán a conocerse.
En el fragor de la enceguecida y
depauperada épica de la modernidad el tiempo fue aherrojado a una roca, para
representar el suplicio de un redivivo y encadenado Prometeo.
Captado in fraganti, en pos de la Diosa Blanca
Big Mama Thornton 1970
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