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lunes, 26 de marzo de 2018

De una revelación a una gratitud.





Gratitud (*)

a Patricia Guzmán
a Sebastián Contreras


¿A ti no te pasa, amigo,
que una cantilena,
algún fluir melódico,
una sonora curva en el aire aspirando
a en el aire quedarse sembrada,
se te queda como enroscada
entre pecho y espalda?
¿No sientes, de pronto,
que ya no puedes bajarte
de esa nube?
¿Y caminas con delicia,
con sigilo, entre sus rizos?
¿Bailas, incluso, sin mover
un solo dedo,
pues quien baila está
dentro de ti? 
¿Y, entonces, tienes que volver
a cobijarte en el refugio,
esto es,
das refugio a esa cantilena
o a ese fluir o a esa curva cadenciosa
que ya no logra salir del alma?

No sé,
no lo sé,
es imposible describirlo.

Sólo te sabes dichoso
de ser el destinatario
de una entrega del aire.
Y das las gracias
mientras te arrellanas…


(*) El derrotero de que unas palabras escritas de corrido (en este blog, el 22/03/18) hayan abierto cauce hacia el intento de un decir poético, al menos en la forma, se debe, única y exclusivamente, a unas palabras breves y acrisoladas que me escribiera la amiga Patricia Guzmán, poeta de altísimos quilates, aquella misma noche y, luego, en virtud de una extensa conversa que mantuviera, horas más tarde, ya en plena madrugada, con Sebastián, mi hijo; conversa que, por cierto, no tuvo como centro la glosa en cuestión, pero sí los asuntos de que trata. Sebastián ha tenido que ser testigo de la humana inclemencia en tierras lejanas, como tuvo que serlo en estas tierras de gracia. El hombre es lobo del hombre, aquí o allá. Las palabras de Patricia las he perdido, no tuve la astucia de copiarlas y atesorarlas para la memoria. En todo caso, las tengo guardadas en el corazón. A ella y a mi hijo va dedicado este derrotero de la prosa al verso.


A la glosa o prosa original le antepuse la palabra Apocalipsis, como título, intentando rescatar el sentido original de la palabra: Revelación, antes que las acepciones que conducen a ideas o nociones como juicio final, cataclismo o mortandad. Y ahora opto por colocarle al presente esbozo simplemente Gratitud, pues sin revelación no somos nada. Y esa noche supe, por Patricia y Sebastián, que no andaba solo en mi sentir.

No debo dejar de lado la relación que tienen estas breves meditaciones con el orado fluir de la música, pues sin su aparición, sin esa toma que hicieran sus notas del puerto de la escucha, no hubiera sido posible pensamiento alguno y, menos aún, ninguna revelación. Y es por ello que voy a insistir en agregar, una vez más y en tan breve tiempo a este blog, el registro musical que me abriera las puertas a un pensar distinto, un pensar, si se quiere, más allegado al predicado por James Hillman en su libro, “El pensamiento del corazón”…

Salud!
lacl
P. S. Dejo aquí el enlace a que hago referencia en la addenda.

Chet Baker ~ Every Time We Say Goodbye









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