Gratitud
(*)
a
Patricia Guzmán
a
Sebastián Contreras
¿A
ti no te pasa, amigo,
que
una cantilena,
algún
fluir melódico,
una
sonora curva en el aire aspirando
a
en el aire quedarse sembrada,
se
te queda como enroscada
entre
pecho y espalda?
¿No
sientes, de pronto,
que
ya no puedes bajarte
de
esa nube?
¿Y
caminas con delicia,
con
sigilo, entre sus rizos?
¿Bailas,
incluso, sin mover
un
solo dedo,
pues
quien baila está
dentro
de ti?
¿Y,
entonces, tienes que volver
a cobijarte en el refugio,
esto
es,
das
refugio a esa cantilena
o
a ese fluir o a esa curva cadenciosa
que
ya no logra salir del alma?
No
sé,
no
lo sé,
es
imposible describirlo.
Sólo
te sabes dichoso
de
ser el destinatario
de
una entrega del aire.
Y
das las gracias
mientras
te arrellanas…
(*)
El derrotero de que unas palabras escritas de corrido (en este blog, el 22/03/18)
hayan abierto cauce hacia el intento de un decir poético, al menos en la forma,
se debe, única y exclusivamente, a unas palabras breves y acrisoladas que me
escribiera la amiga Patricia Guzmán, poeta de altísimos quilates, aquella misma
noche y, luego, en virtud de una extensa conversa que mantuviera, horas más tarde,
ya en plena madrugada, con Sebastián, mi hijo; conversa que, por cierto, no
tuvo como centro la glosa en cuestión, pero sí los asuntos de que trata. Sebastián
ha tenido que ser testigo de la humana inclemencia en tierras lejanas, como
tuvo que serlo en estas tierras de gracia. El hombre es lobo del hombre, aquí o
allá. Las palabras de Patricia las he perdido, no tuve la astucia de copiarlas
y atesorarlas para la memoria. En todo
caso, las tengo guardadas en el corazón. A ella y a mi hijo va dedicado este
derrotero de la prosa al verso.
A
la glosa o prosa original le antepuse la palabra Apocalipsis, como título,
intentando rescatar el sentido original de la palabra: Revelación, antes que las
acepciones que conducen a ideas o nociones como juicio final, cataclismo o
mortandad. Y ahora opto por colocarle al presente esbozo simplemente Gratitud, pues sin revelación
no somos nada. Y esa noche supe, por Patricia y Sebastián, que no andaba solo
en mi sentir.
No
debo dejar de lado la relación que tienen estas breves meditaciones con el
orado fluir de la música, pues sin su aparición, sin esa toma que hicieran sus
notas del puerto de la escucha, no hubiera sido posible pensamiento alguno y, menos
aún, ninguna revelación. Y es por ello que voy a insistir en agregar, una vez más
y en tan breve tiempo a este blog, el registro musical que me abriera las
puertas a un pensar distinto, un pensar, si se quiere, más allegado al
predicado por James Hillman en su libro, “El pensamiento del corazón”…
Salud!
lacl
P. S. Dejo aquí el enlace a que hago referencia en la addenda.
Chet Baker ~ Every Time We Say Goodbye
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