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lunes, 30 de abril de 2012

Letras contra Letras - Convalecencia / Colecta de textos, notas, bocetos, fragmentos, lacl / GUARIDA DE LOS POETAS Juan Sánchez Peláez – Por los ritmos primordiales (LECTURA)



Convalecencia

Muchas son las horas del oficiar perdidas (y por fortuna o en compensación -si es que nos hallamos con el talante adecuado para ello- las del memorioso corazón recuperadas), cuando un infortunio, un accidente, un desaliento o (¿por qué no?) un desoír a nuestro fuero interior nos postra en una cama, aquejados por alguna dolencia.
Alan Watts decía: “tu karma eres tú mismo”. Acaso tenga mucho de razón, aun cuando no estemos muy ganados a estar de acuerdo con él si, por ejemplo, caemos víctimas del colapso de una planta nuclear que dista a cincuenta kilómetros de nuestra casa o si el estornudo de una persona engripada, dentro de un ascensor, comienza a recorrer, horas más tarde, nuestra humanidad con escalofríos y malestares de cabeza.

Pero la verdad es que, sea de una forma u otra, accidental o inducida, la caída en una cama nos sirve como una invitación a la indagatoria, no sólo de las remembranzas más lejanas de una vida personal, sino para el encuentro con recuerdos ancestrales, anteriores a nuestro nacimiento, aquello que, extrañamente, hemos prefigurado en nuestro discurrir como un saber y hasta un intuir preliminar a nuestra mundana experiencia.

Grosso modo, el apurado ser humano ha olvidado, por desgracia, que la enfermedad o cualquier agobio de la salud, le está abriendo la puerta para que, en el reposo, se entregue a un preterido ocio o a un contemplar sempiternamente pospuesto, virtudes para las que se encuentra adormecido hasta la hora del traspié.
Claro que hay enfermedades que llegan a manifestarse de un modo tan cruento o crítico, que el doliente no halla margen de maniobra, ni tiempo para evadir el desastre en ciernes. Y, sin embargo, aún en casos tan graves, suele uno ver momentos de iluminación en aquella persona que se ha visto afectada por un mal que supera, con creces, toda posibilidad de enmienda y reconciliación con el ser manifestado en el suspiro del vivir.
Cuando era un joven iniciándose en el camino de la madurez, caí víctima de la tuberculosis. Vida desordenada, trabajando largas horas del día y mal alimentado (a pesar de que gocé siempre de generosas dosis de vitalidad), mal dormido, trasnochado y siempre ganado para la bohemia, me encontré de pronto, ante el hecho de un pulmón al que los bacilos ya le habían horadado una caverna. Tos, fiebre y un incomprensible e indescriptible estado de desazón respirativa.
Mi primera reacción fue la de entregarme, un tanto novelescamente, al fátum de la adversidad. Sentí correr por mi sangre el absurdo inverosímil de la muerte en la hora del retoño, como un legado de Kafka. Aunque suene risible o increíble, lo primero que vino a mi mente fue la imagen, acaso trágica, de un estoico Kafka lidiando con la notificada muerte. Y más atrás, la sombra de Hans Castorp, subiendo en tren hacia la Montaña Mágica, sumido en sus deliberaciones sobre el tiempo.

Infortunadamente, mis padres escucharon conmigo el dictamen del médico. Mi madre se echó a llorar de inmediato y sentí oleadas de piedad recorriendo mi cuerpo, para afirmar, ipso facto, “…No se angustien, saldré de esta prueba, se los prometo…”, mientras sentía, al unísono, recorrer mi cuerpo, algo así como una savia verde, prometedora de verdores. Ese crecer vegetativo y rumoroso, solamente manifestado para uno, en el rumor fluvial del más profundo ser que, al borde del abismo, nos hallamos compartiendo con el insondable e inmensurable afuera. Era un mínimo esfuerzo que les debía a mis padres y al resto de la familia, luego de haber sufrido, unos años atrás, la más dolorosa de las pérdidas, cuando mi hermana Marianella nos dejó junto con la semilla de un hijo en el vientre. Ese golpe nos había dejado arrasados, devastados, borrados del mapa.
Así que, un mes más tarde, el médico no salía de su asombro. Superadas mis primeras dubitaciones sobre lo que mi esencia añoraba para sí, la reacción ante la tisis fue categóricamente expedita. No había sombras siquiera de la caverna (así le llaman) que los bacilos, cual infatigables mineros, habían abierto en el árbol de mi pecho. El médico nos dijo que ni siquiera un especialista podría determinar, a simple vista, que había sufrido yo tal embestida.

Quedé, desde ese entonces, convencido de algo que había intuido desde niño: que en nuestro ser alienta la presencia de potencias cuasi mágicas y desconocidas, fuerzas ante las que solemos pasar inadvertidos, capaces de obrar hechos que parecieran imposibles, milagrosos. Nada que tenga que ver con la mera voluntad del yo o con la fuerza del carácter. Sinceramente me parece una estupidez el que se crea que con oleadas de voluntarioso yo se puedan enmendar enigmas para los que el yo consciente luce tan desprotegido, como un bebé recién nacido, enigmas de los que la conciencia nada sabe.
Escribo estas notas entre ayer y hoy, luego de haberme visto en la forzosa necesidad de guardar, una vez más, reposo y por más tiempo del que cabría esperar. Esta vez todo fue a causa de entregarme, por entero, a la alegría. Y, sin embargo, sigo fiel a lo que ya es una añeja creencia: ¿quién me quita lo bailado?

LA

P. S. Revisando un viejo cuaderno, me encuentro con un texto viejísimo, olvidado; y, otro, más reciente, igualmente olvidado. Me ha sorprendido más éste que el añejo, pues al otro siempre lo he llevado en la memoria, aunque de manera difusa, no soy hombre de memorizar cosas propias, porque pierden vuelo y sentido…

Las agrego, más abajo, amén de algunas notas entresacadas de mi convalecencia…

I.


La vida es un obsequio terrible,
terrible.
No nos conformamos, no sabemos conformarnos.
Yo no me conformo, tú tampoco.
Nos desplazamos por la vida,
cada uno con su lámpara,
iluminando el rostro del otro.
Un reconocimiento, una justificación oculta.
Siempre una prenda que ponernos.
Y nada.
Porque vivimos obligados.
Una y otra vez, cada vez, más obligados.
Como emplazados por una comedia forzosa
que no nos pertenece.
Nuestros atributos provienen del despojo.
Hijos de la memoria, nos apadrina un olvido.

He dicho que es regalo terrible,
pero terrible y diáfano,
como la muerte.
Digno de anotarlo, de sondearlo,
como acaso, alguna vez, sondeaste a la flor
sin saber y sin por qué.
Y ella entró en ti y tú en ella.
Pero nadie desea detenerse
(o nadie puede)
Y , entonces, nos conformamos,
aprendemos a conformarnos.
Vivimos embalados,
erramos embalados,
quemando nuestro rostro
en todo rostro que alumbramos.


(Años ochenta, fecha incierta)


II.


Alzo mi lápiz hacia el cielo
como para escribir sobre una nube
y diviso a un zamuro
circundando la comarca.
Todo es quietud
a ratos intervenida
por el trino de algún pájaro,
la voz de un niño
y la brisa tenue
que, sigilosamente,
pasa besando las florestas
y da tímido impulso
al pálido tañido
de la campana de la casa


(07/11/10 - 08/04/12)



III.

En la nada conjetural
que nos envuelve
suspira una plenitud


(06 de Abril, 2012)



IV.


Hemos disipado
la copa colmada
que la nada copa


(06 de Abril, 2012)



V.

Mi padre siempre tenía una palabra o, mejor, una lacónica expresión para significar la hora del fracaso o del revés. “Los imponderables” decía… y dejaba a la deriva su enunciado cabalgando sobre el aire, como albergando la esperanza de que su barca alcanzara puerto de escucha.

Cuando siendo un niño (e, incluso, en mi adolescencia) le escuchaba esa expresión, me parecía estar plantado ante el título de un intrincado teorema del misterio.
Hombre organizado y metódico, amén de ganado para la laboriosidad, ello no le indujo a marginar su sencillez y, menos aún, su cuota de candor originario, pues la llama del corazón -para bien o para mal- fue siempre luz orientadora de sus pasos.

A lo largo de los años con los que la gracia nos donó de afectiva convivencia me tocó sospechar, algunas veces, que mi padre había sufrido algún percance, dado que en tales ocasiones su temperamento se volvía taciturno, perdía locuacidad. Pues no había intenciones en él de compartir cargas pesadas.

Pero tal giro para demarcar la derrota era, generalmente, proferido en su intención de señalar yerros humanos; quiero decir, que salía a flote por develar bajezas de temperamento, antes que para señalar golpes del azar, de la causalidad o de la providencia. El karma no estaba contemplado en su enunciado.

Eso lo comprobé después, cuando tuve edad para servir de confidente a sus más hondas preocupaciones o de repositorio a sus más profundos anhelos en la vida, no otros que los de ponerle rieles a la felicidad de sus seres más queridos, tal como él siempre quiso servir a los demás (aun cuando algunos no se percataran de ello o no lo comprendieran).

“…Los imponderables…” era, pues, lacónico enunciado para la hora de tener que tragarse la mala fe de algún querido amigo o, incluso, la más dolorosa de algún familiar. Y lo vi desprenderse dolorosamente de sus engañados afectos, como quien se despoja de una mano, para no verles nunca más, a expensas de extrañarles en silencio… Pero jamás fue, tal enunciado, propicio para la hora de la peor de las derrotas, como cuando nos tocó padecer la pérdida de tantos seres queridos cortados en flor por las inconmovibles parcas. Ante tales eventos, no era infrecuente sorprenderlo mientras se decía, como para sí mismo: “…somos hijos de la muerte…”


(28 de Abril, 2012)



GUARIDA DE LOS POETAS

Juan Sánchez Peláez – Por los ritmos primordiales 

Efusivamente recomendamos la escucha de este poema, en la voz del propio Juan Sámchez Peláez. 


Del libro Aire sobre el aire (1989)


http://migueleguedez.wordpress.com/2008/06/19/juan-sanchez-pelaez-por-los-ritmos-primordiales/

Cortesía de Hablemos de poesía 
http://migueleguedez.wordpress.com/



X


Por los ritmos primordiales de                 
nuestra tierra                       
que es dura y suave            

por los cinco sentidos                    
y nuestro abismo                

por querer paladear la luz             
nos arrodillamos y lloramos así:               

si tu boca está en lo infinito y tu espina es mi pan                   

ya debes tener dos piedras sobre cada               
mano del desierto               

ya no posees abejas dentro del panal                  
ni manantiales sino montañas elevadas              

y continúas dormido en los páramos                   
que no son albergue de nadie                   

y es inútil que hagamos frente a ti                      
salvas de aplausos o disparos con fusiles            

y no te importa el grito demasiado audible                    
entre nosotros                      

y no te repones del sueño              
ni de tus páramos que sueñan también              
ni de la claridad eterna                  
jamás.

sábado, 31 de marzo de 2012

ELOGIO DE LA SOLEDAD - José Antonio Ramos Sucre / Breve galería de solitarios / Poema de Ryokan / GUARIDA DE LOS MÚSICOS






José Antonio Ramos Sucre

ELOGIO DE LA SOLEDAD - La torre de Timón, 1925. 



Prebendas del cobarde y del indiferente reputan algunos la soledad, oponiéndose al criterio de los santos que renegaron del mundo y que en ella tuvieron escala de perfección y puerto de ventura. En la disputa acreditan superior sabiduría los autores de la opinión ascética. Siempre será necesario que los cultores de la belleza y del bien, los consagrados por la desdicha se acojan al mudo asilo de la soledad, único refugio acaso de los que parecen de otra época, desconcertados con el progreso. Demasiado altos para el egoísmo, no le obedecen muchos que se apartan de sus semejantes. Opuesta causa favorece a menudo tal resolución, porque así la invocaba un hombre en su descargo:


   La indiferencia no mancilla mi vida solitaria; los dolores pasados y presentes me conmueven; me he sentido prisionero en las ergástulas; he vacilado con los ilotas ebrios para inspirar amor a la templanza; me sonrojo de afrentosas esclavitudes; me lastima la melancolía invencible de las razas vencidas. Los hombres cautivos de la barbarie musulmana, los judíos perseguidos en Rusia, los miserables hacinados en la noche como muertos en la ciudad del Támesis, son mis hermanos y los amo. Tomo el periódico, no como el rentista para tener noticias de su fortuna, sino para tener noticias de mi familia, que es toda la humanidad. No rehúyo mi deber de centinela de cuanto es débil y es bello, retirándome a la celda del estudio; yo soy el amigo de los paladines que buscaron vanamente la muerte en el riesgo de la última batalla larga y desgraciada, y es mi recuerdo desamparado ciprés sobre la fosa de los héroes anónimos. No me avergüenzo de homenajes caballerescos ni de galanterías anticuadas, ni me abstengo de recoger en el lodo del vicio la desprendida perla de rocío. Evito los abismos paralelos de la carne y de la muerte, recreándome con el afecto puro de la gloria; de noche en sueños oigo sus promesas y estoy, por milagro de ese amor, tan libre de lazos terrenales como aquel místico al saberse amado por la madre de Jesús. La historia me ha dicho que en la Edad Media las almas nobles se extinguieron todas en los claustros, y que a los malvados quedó el dominio y población del mundo; y la experiencia, que confirma esta enseñanza, al darme prueba de la veracidad de Cervantes que hizo estéril a su héroe, me fuerza a la imitación del Sol, único, generoso y soberbio.


Así defendía la soledad uno, cuyo afligido espíritu era tan sensible, que podía servirle de imagen un lago acorde hasta con la más tenue aura, y en cuyo seno se prolongaran todos los ruidos, hasta sonar recónditos.


BREVE GALERÍA DE SOLITARIOS...







Poema de Ryokan 




Ryokan poema

The thief left it behind
The moon
At the window

---

El ladrón la dejó atrás
La luna
En la ventana


Ryokan Monje zen



GUARIDA DE LOS MÚSICOS







martes, 27 de marzo de 2012

TU NOMBRE ES LA SEMILLA DE LA NOCHE

.




                                                                                             a María Luisa Loynaz Sucre, Maruja...

Eva nuestra que musitas
en todas las cosas,
llámense sueños o rosas…

Madre de dioses y espantos,
forjadora del cuenco pleno de la nada.

Tú, que insuflas el caos esencial  
con la rediviva substancia
de nuestra diminuta inmensidad.

Madre nuestra que estás
en todos los sueños,
infundiendo todas las visiones,
apariciones e iridiscencias
que nos roban el habla:
sueña por nosotros,
los moradores,
los que en una arcaica niñez
borramos tu nombre,
para comenzar a comerciar
con la impiedad.

No ruegues por nosotros,
los que olvidamos
o proscribimos tu nombre:
recuérdanos el ruego
-tatúalo en nuestro respirar-
a nosotros, los moradores,
los que santificamos el culto
de una renovada negación.

Tu nombre es la semilla
de la noche,
perdida en la lejana noche
del origen…
Oscura cifra que enlaza
el silencio a la palabra.

Pero una altivez le puso
nombre a nuestro desvarío
y, luego de justipreciarlo,
lo acuñamos en monedas
lo engastamos en medallas,
asignándole un peso más exacto y apreciado
que la perfección de todo lo gestado
en la silenciosa eme de tu útero…
Y lo recabamos a trastiendas,
como el detritus de una ahogada desazón,
ávida y efímera fortuna.


Sellamos los ojos
y aparece la vívida imagen
de una caravana en la que,
sin distingos,
niños, ancianos, mujeres y hombres
son flagelados y llevados a rastras,
por una tribu de bípedos
que se hacen llamar cíclopes.

Y al levantar los párpados,
la imagen de la caravana
se hace más diáfana aún,
al mostrarnos la consumación
de nuestro derrotado paraíso,
y la desollada realidad desborda,
como una inclemente riada,
todo sueño, toda pesadilla.

Mas, alguna vez,
en la lejanía de los tiempos,
los cíclopes de unívoco ojo
fueron hombres que jugaban
a desenfocar la realidad con sus dos ojos,
como los niños, cuando atisban
el misterio de ser, en el seno
de la silente oscuridad.

Eva divina,
    seno nuestro,
        útero ancestral,
madre arcaica, eternamente joven
y perennemente renovada:
no ruegues por nosotros,
tatúanos el ruego
en nuestro respirar.


lacl 

Amanecer, 17 de Diciembre, 2011







viernes, 23 de marzo de 2012

GUARIDA DE LOS POETAS - Serrat/Whitman, Ferré/Baudelaire, Rimbaud/Caron. Rilke, Orozco, Borges...


GUARIDA DE LOS POETAS

Los cantores siempre han gustado de componerle melodías a la buena poesía o, simplemente, honrar la poesía con la lectura de algunos poemas en público. Nada más natural, cuando la música está compuesta de poesía y la poesía lo está de música.

Acá presentamos unos cuantos ejemplos… Serrat/Whitman, Ferré/Baudelaire, Rimbaud/Caron…

Añadimos, además, una hermosa presentación que se apoya en fragmentos de ese conmovedor tomo de poesías que es Libro de Horas, de Rilke; amén de una preciosa (¿y habrá que decir lúcida?) disertación de Borges sobre La poesía, pieza magistral de oratoria y gusto por la lengua.

Y, aunque se encuentra ubicado hacia el centro de la selección, dejo ex profeso para el final las señas de un poema de Olga Orozco sumamente conmovedor, entonado en su propia voz, la que casi se desgarra al culminar de leerlo.

Salud!
LA

.
SERRAT - RECITANDO UN POEMA DE WALT WHITMAN

http://www.youtube.com/watch?v=e6eRBmH8mzQ

.
La mort des amants (Charles Baudelaire, in Les Fleurs du mal) - Léo Ferré

http://www.youtube.com/watch?v=NyTGHLgUmBc&feature=related

Nous aurons des lits pleins d'odeurs légères,
Des divans profonds comme des tombeaux,
Et d'étranges fleurs sur des étagères,
Écloses pour nous sous des cieux plus beaux.

Usant à l'envi leurs chaleurs dernières,
Nos deux cœurs seront deux vastes flambeaux,
Qui réfléchiront leurs doubles lumières
Dans nos deux esprits, ces miroirs jumeaux.

Un soir fait de rose et de bleu mystique,
Nous échangerons un éclair unique,
Comme un long sanglot, tout chargé d'adieux ;

Et plus tard un Ange, entr'ouvrant les portes,
Viendra ranimer, fidèle et joyeux,
Les miroirs ternis et les flammes mortes.

.

Olga Orozco

No hay puertas

Con arenas ardientes que labran una cifra de fuego sobre el tiempo,
con una ley salvaje de animales que acechan el peligro desde su madriguera,
con el vértigo de mirar hacia arriba,
con tu amor que se enciende de pronto como una lámpara en medio de la noche,
con pequeños fragmentos de un mundo consagrado para la idolatría,
con la dulzura de dormir con toda tu piel cubriéndome el costado del miedo,
a la sombra del ocio que abría tiernamente un abanico de praderas celestes,
hiciste día a día la soledad que tengo.
Mi soledad está hecha de ti.
Lleva tu nombre en su versión de piedra,
en un silencio tenso donde pueden sonar todas las melodías del infierno;
camina junto a mí con tu paso vacío,
y tiene, como tú, esa mirada de mirar que me voy más lejos cada vez,
hasta un fulgor de ayer que se disuelve en lágrimas, en nunca.
La dejaste a mis puertas como quien abandona la heredera
de un reino del que nadie sale y al que jamás se vuelve.
Y creció por sí sola,
alimentándose con esas hierbas que crecen en los bordes del recuerdo
y que en las noches de tormenta producen espejismos misteriosos,
escenas con que las fiebres alimentan sus mejores hogueras.
La he visto así poblar las alamedas con los enmascarados que inmolan al amor
-personajes de un mármol invencible, ciego y absorto como la distancia-,
o desplegar en medio de una sala esa lluvia que cae junto al mar,
lejos, en otra parte,
donde estarás llenando el cuenco de unos años con un agua de olvido.
Algunas veces sopla sobre mí con el viento del sur
un canto huracanado que se quiebra de pronto en un gemido
en la garganta rota de la dicha,
o trata de borrar con un trozo de esperanza raída
ese adiós que escribiste con sangre de mis sueños en todos los cristales
para que hiera todo cuanto miro.
Mi soledad es todo cuanto tengo de ti.
Aúlla con tu voz en todos los rincones.
Cuando la nombro con tu nombre
crece como una llaga en las tinieblas.
Y un atardecer levantó frente a mí
esa copa del cielo que tenía un color de álamos mojados
y en la que hemos bebido el vino de la eternidad de cada día,
y la rompió sin saber, para abrirse las venas,
para que tú nacieras como un dios de su espléndido duelo.
Y no pudo morir
y su mirada era la de una loca.
Entonces se abrió un muro
y entraste en este cuarto con una habitación que no tiene salidas
y en la que estás sentado, contemplándome, en otra soledad
semejante a mi vida.


https://www.youtube.com/watch?v=EVCgFtdXhNM&feature=youtu.be .

My Little Lovelies - Arthur Rimbaud  (Based on the poem "Mes Petites Amoureuses").  Music and performance by Rene Caron © 2010.

http://www.youtube.com/watch?v=sxFrUZnPWbE&feature=related

Based on the poem "Mes Petites Amoureuses" by Arthur Rimbaud. English translation by Paul Schmidt. Music and performance by Rene Caron © 2010. Recorded in Ottawa, Canada 1997

Mes petites amoureuses

Un hydrolat lacrymal lave
Les cieux vert-chou
Sous l'arbre tendronnier qui bave,
Vos caoutchoucs

Blancs de lunes particulières
Aux pialats ronds,
Entrechoquez vos genouillères,
Mes laiderons !

Nous nous aimions à cette époque,
Bleu laideron !
On mangeait des oeufs à la coque
Et du mouron !

Un soir, tu me sacras poète,
Blond laideron :
Descends ici, que je te fouette
En mon giron ;

J'ai dégueulé ta bandoline,
Noir laideron ;
Tu couperais ma mandoline
Au fil du front.

Pouah ! mes salives desséchées,
Roux laideron,
Infectent encor les tranchées
De ton sein rond !

Ô mes petites amoureuses,
Que je vous hais !
Plaquez de fouffes douloureuses
Vos tétons laids !

Piétinez mes vieilles terrines
De sentiment ;
- Hop donc ! soyez-moi ballerines
Pour un moment !...

Vos omoplates se déboîtent,
Ô mes amours !
Une étoile à vos reins qui boitent
Tournez vos tours !

Et c'est pourtant pour ces éclanches
Que j'ai rimé !
Je voudrais vous casser les hanches
D'avoir aimé !

Fade amas d'étoiles ratées,
Comblez les coins !
- Vous crèverez en Dieu, bâtées
D'ignobles soins !

Sous les lunes particulières
Aux pialats ronds,
Entrechoquez vos genouillères,
Mes laiderons !
,

Presentación, en inglés, de algunos pasajes del Libro de Horas, de Rilke
.
Three Poems from Rilke's Book of Hours 
.
http://www.youtube.com/watch?v=_82q4J5gskI&feature=related

.
La poesia, Jorge Luis Borges
https://www.youtube.com/watch?v=GiE951Dtwdg