Un texto genial. Me parece ardua la tarea de superarlo, no obstante la cantidad de siglos que han transcurrido desde la fecha de su redacción hasta el día de hoy. Tanto es así que me encuentro muchos resabios de autores modernos en sus palabras.
Dejo, a manera de abrebocas, un par de capítulos. En el capítulo IV encuentro plenas resonancias entre lo que "dice" Plutarco y lo que en diferentes pasajes ha dicho igualmente Alan Watts en el pasado siglo: somos nosotros quienes causamos nuestro propio karma, está en nuestras manos sumarnos a la orquesta del afuera.
Y en el capítulo V, uno encuentra resonancias con la poesía de D. H. Lawrence, aquella en la que se devela el altisonante histrionismo con que el ser humano destila sus inconformidades.
Se me hace altamente perentorio transcribir otros capítulos de este "consuelo" de Plutarco en la magnífica traducción de Raúl Caballero Sánchez, publicado por Alianza Editorial en sus Libros De Bolsillo, dado que los capítulos que siguen, ahondan de manera brillante en los asuntos de exilio y ciudadanía, y todo lo que implicado va a un ser que ha de desenvolverse en el plexo de una colectividad, sea ésta la de origen o sea otra, impuesta por mandato o fuerza, o por obra de impensadas contingencias. Más adelante agregaré algunos otros capítulos de Sobre el exilio, pues no tienen desperdicio.
Salud, lacl.
IV. LA FILOSOFÍA, MEDICINA DEL ALMA
Así pues. igual que en una comedia cierto personaje, exhortando a un amigo desventurado a que tuviera valor e hiciera frente a la fortuna, al preguntarle éste: "¿ De qué manera ?", responde: "Al estilo de los filósofos", así también nosotros debemos hacerle frente, asumiendo con dignidad un estilo de vida filosófico.
¿Cómo defenderse de Zeus cuando llueve? ¿Cómo cómo del Bóreas?:
buscamos una hoguera,un balneario, un manto, un techo. Y, en efecto, si nos llueve, no nos quedamos de brazos cruzados, ni nos ponemos a llorar. Pues bien, a ti también te es posible, más que a cualquier otro, reavivar y reanimar esta etapa de tu vida afectada por un enfriamiento, pues no necesitas recurrir a ayudas ajenas sino hacer un uso razonable de tus recursos actuales. Y es que las ventosas de los médicos al extraer del cuerpo lo peor de la enfermedad, alivian y sanan el resto del organismo; más los que se recrean en su dolor y disfrutan buscando culpables, a fuerza de arrastrar siempre consigo sus us peores experiencias, de hablar continuamente de ellas y estar consumidos por la tristeza, vuelven inútiles incluso los aspectos positivos de la vida, en unos momentos en que su concurso es especialmente oportuno. Pues las dos tinajas, amigo mío, que a decir de Homero, se encuentran en el cielo cargadas de suertes, una de suerte buenas, la otra de suertes malas, no las administra Zeus desde su trono, ni a unos envía corrientes suaves y bien templadas y a otros un torrente de males sin mezcla, sino que somos nosotros mismos quienes realizamos esta tarea: los que tienen sensatez, haciendo libaciones de los bienes para verterlos sobre los males, hacen la vida más grata y digerible, mientras que a los más como tamices se les quedan y se les adhieren a la superficie los peores ingredientes mientras corren por debajo, perdiéndose, los mejores.
V. LAS MÁSCARAS DE LA DESGRACIA.
Por eso aunque caigamos realmente en una situación desgraciada y dolorosa, es preciso que con ayuda de los bienes que poseemos y que aún nos quedan nos armemos de jovialidad y serenidad de ánimo, aliviando con recursos propios los sinsabores que nos vienen de fuera. Ahora bien, aquellos sucesos cuya naturaleza no implica ninguna desgracia, y en los que el dolor ha sido total y absolutamente imaginado por una vana opinión, esos hay que afrontarlos del modo siguiente: igual que a los niños que tienen miedo de las máscaras los acostumbramos a que se lo pierdan poniéndoselas cerca, en sus manos, y volviéndolas de uno y otro lado, así de cerca hemos de tomar contacto con tales sucesos y someterlos a la presión de la razón, a fin de descubrir lo enfermizos, vagos y melodramáticos que son.