Las digresiones y derroteros literarios que surgen en la
obra de Ramos Sucre, en virtud de su estrecha y amorosa relación con los
clásicos, son casi infinitas y generadoras de nuevos ensueños literarios para
el lector.
Puede uno, como acaso sea dable pensar siempre que un
lector se planta ante unas páginas, recrearse en lo creado e imaginar nuevas o
distintas escenas, peripecias, creaciones, invenciones
que pudieron, quizás, haber sido vislumbradas por sus originarios soñadores, pero
que nunca fueron estampadas en papel o fijadas en la memoria colectiva por medio de la oralidad de los aedas y fabuladores…
Ramos Sucre sueña creadoramente dentro del sueño ya creado
e invita al lector o escucha a recrear o recrearse en la esfera de esa libertad,
la del re-imaginar.
Acá dejamos esta breve estampa en la que la brevedad de la
vida y el amor insatisfecho toman una vez más la palestra.
Salud!
lacl
LOS SECRETOS DE LA ODISEA
El rey de los
feacios apresuró el viaje de Ulises y se negó a
cultivar su recuerdo y amistad. Había concebido un miedo extravagante al
fijarse en su confesión de una entrevista con los difuntos. Imaginaba a través
de la fábula del peregrino, el resentimiento de Tiresias, asaltado y sujeto.
El rey de los feacios amaba
ansiosamente la vida y la juventud. Se espantaba de la vejez y del cautiverio
en la tumba sempiterna. Al oír el cuento de Ulises y para eliminar sus efectos
aciagos, requirió una espada de bronce, presente de Mercurio, alojada en una
vaina de marfil. Se levantó bruscamente, animado de una idea precisa, y se
dirigió, por una avenida de estatuas, al arsenal de sus navíos indemnes.
Unos remeros próvidos se aventuraban,
poco después, con el héroe sagaz en un mar vacío. Tremolaba en las entenas y en
los mástiles el apéndice de luz de los Dioscuros.
El rey de los feacios fue
herido en su afecto más noble. Debía pagar con una senectud inconsolable el
azar de una hospitalidad réproba. Su hija Nausicaa, la hermana pensativa de las
fuentes, se había prendado de la elocuencia de Ulises y se consumió llorando su
alejamiento perentorio.
Las doncellas de su trato la
sepultaron, vestida con el atavío de las nupcias, bajo un túmulo de piedras
humedecidas por el relente de un valle fluvial.
Los secretos de la
Odisea, El cielo de Esmalte, José Antonio Ramos Sucre, 1929.
La vida del maldito
Ya lo hemos publicado antes en este blog, pero aquí dejamos de nuevo La vida del maldito, en la voz de Alfredo Escalante.
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