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miércoles, 24 de mayo de 2017

Post scriptum a un dictado lejano




Una lectora en la red me ha escrito que le choca lo de “apocilgarse”. Entrecomillo la palabra porque en la glosa original (conste que no la llamo poema) no lo hice. Pues bien, su acerado comentario (que no tomo, por cierto, como ofensivo, ni mucho menos) me ha ayudado a entrever, un poco, la razón de esa brevedad que nació, hace varios años, a la manera de la escritura automática cultivada por los surrealistas; salió así, como una sola frase u oración que se dice en una pausada exhalación. Siempre me pareció extraña e, incluso, antiestética en sus primeras líneas (que no llamo versos) por la aparición de ese giro lingüístico -o verbo inexistente- para sugerir que las arterías (o malas artes) de los señores de la muerte llevan una pocilga en una zona muy próxima al hígado. Siempre ha sido cosa de intuición, más que otra cosa, la de que yo, en lo personal, no desdiga de esta brevedad lingüística. Y ahora lo comprendo, no podía colocar allí ninguna palabra de nuestro diario léxico. No la había, ni en ese momento ni después. Y uno no escribe lo que nace como un dictado o una exclamación, apoyándose en un diccionario. Se muere la diosa…

Así que, fea o no, esa fue la única palabra que cabría enunciar allí y no otra. Voy a agregar más, a despecho de que, en lo que toca a escritura imaginal (otro abuso que cometo), uno no debe dar mayores explicaciones, pero lo haré porque lo siento necesario en esta hora de trance y holocausto que señorea en nuestra tierra. La breve exclamación nació como una anticipación. Y, ahora lo comprendo, ésa es la razón de que nunca pudiera desprenderme de ella. Esos caballeros de la muerte, seres aptos para dar alojo a las más bajas pasiones, mientras rozan el techo de la luna, sólo pueden causarnos perplejidad y preguntas que no encuentran respuestas. Nunca lograremos comprender el origen de la insania que reparten a golpes de venablo. En aquellos años andaban azuzando entusiasmados sus martillos y sables en el aire, pregonando la misión para la que se sintieron encomendados.

Aclaro, finalmente, que este post scriptum no es un intento de defensa a un glosar que pretendiera, infructuosamente, muchas lunas atrás, rozar de algún modo la poesía, sino el producto de la necesidad de comunicar lo que la repugnancia causada en un tercero me ha revelado a mí mismo como por toque de gracia.
(lacl)


Cuando los caballeros
de la muerte rozan
el techo de la luna
y un sórdido misterio
se apocilga en sus caderas,
viaja en nuestras venas
un vago dar sitio
a las preguntas
y somos, de pronto,
el golpe de un botón de rosa
sobre la sien
de una mujer de arena



Forma parte de:
Cuadernario, Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, Bogotá, 2007.




J.S. Bach - Cantata BWV 42 Am Abend aber des selbigen Sabbats






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