Una lectora en la red me ha escrito que le choca
lo de “apocilgarse”. Entrecomillo la palabra porque en la glosa original
(conste que no la llamo poema) no lo hice. Pues bien, su acerado comentario
(que no tomo, por cierto, como ofensivo, ni mucho menos) me ha ayudado a
entrever, un poco, la razón de esa brevedad que nació, hace varios años, a la
manera de la escritura automática cultivada por los surrealistas; salió así,
como una sola frase u oración que se dice en una pausada exhalación. Siempre me
pareció extraña e, incluso, antiestética en sus primeras líneas (que no llamo
versos) por la aparición de ese giro lingüístico -o verbo inexistente- para
sugerir que las arterías (o malas artes) de los señores de la muerte llevan una
pocilga en una zona muy próxima al hígado. Siempre ha sido cosa de intuición,
más que otra cosa, la de que yo, en lo personal, no desdiga de esta brevedad
lingüística. Y ahora lo comprendo, no podía colocar allí ninguna palabra de
nuestro diario léxico. No la había, ni en ese momento ni después. Y uno no
escribe lo que nace como un dictado o una exclamación, apoyándose en un
diccionario. Se muere la diosa…
Así que, fea o no, esa fue la única palabra que
cabría enunciar allí y no otra. Voy a agregar más, a despecho de que, en lo que
toca a escritura imaginal (otro abuso que cometo), uno no debe dar mayores
explicaciones, pero lo haré porque lo siento necesario en esta hora de trance y
holocausto que señorea en nuestra tierra. La breve exclamación nació como una
anticipación. Y, ahora lo comprendo, ésa es la razón de que nunca pudiera
desprenderme de ella. Esos caballeros de la muerte, seres aptos para dar alojo
a las más bajas pasiones, mientras rozan el techo de la luna, sólo pueden
causarnos perplejidad y preguntas que no encuentran respuestas. Nunca
lograremos comprender el origen de la insania que reparten a golpes de venablo.
En aquellos años andaban azuzando entusiasmados sus martillos y sables en el
aire, pregonando la misión para la que se sintieron encomendados.
Aclaro, finalmente, que este post scriptum no es
un intento de defensa a un glosar que pretendiera, infructuosamente, muchas
lunas atrás, rozar de algún modo la poesía, sino el producto de la necesidad de
comunicar lo que la repugnancia causada en un tercero me ha revelado a mí mismo
como por toque de gracia.
(lacl)
Cuando
los caballeros
de
la muerte rozan
el
techo de la luna
y
un sórdido misterio
se
apocilga en sus caderas,
viaja
en nuestras venas
un
vago dar sitio
a
las preguntas
y
somos, de pronto,
el
golpe de un botón de rosa
sobre
la sien
de
una mujer de arena
Forma parte de:
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Cuadernario,
Común Presencia Editores, Colección Los Conjurados, Bogotá, 2007.
J.S. Bach - Cantata BWV 42 Am Abend aber des selbigen Sabbats
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