Edward Said quizás señalaría, no sin algo de
razón, que no lucimos muy objetivos al añadir imágenes de procedencia
occidental, sobre una costumbre de ciertas regiones de Oriente. Pero me parece
que todos convendremos en la obvia dificultad de documentar estas costumbres
con imágenes de provenientes del Oriente. Lo que quiso señalar Said es que
Occidente ha mitificado y, en gran medida, deformado ciertos valores de la
cultura originada en tierras del Islam. Pero yo quiero hacer una salvedad. Lo que Ramos Sucre devela en esta ficción
poética es un mal que trasciende culturas y religiones, un mal que, en cierto
modo, hace tabla rasa de las más diversas expresiones de civilización humana. Y
ese mal no es otro que el de la crueldad.
Esta publicación viene al caso, dadas las
reiteradas manifestaciones de crueldad que vemos imperar hoy en cada rincón del
orbe...
(lacl)
Yo salí
inmediatamente a impedir la generosidad del rey y lo disuadí de salvar a las
fugitivas.
Yo había dominado, en
esos días, una sedición entre las mujeres de mi serrallo. Se dejaron aconsejar
de un eunuco malicioso y deforme, comparado por ellas mismas al cebú.
Yo le había inferido
el agravio más pesado entre los musulmanes, arrojándole al rostro una de mis
pantuflas cuando me hallaba enfurecido por un brebaje de cáñamo.
Las suplicantes
fueron devueltas a su dueño por mi consejo y bajo mi dirección. Marcharon a
pie, atadas entre sí por los cabellos, a través de un arenal ardiente y bajo el
azote de uno de mis esclavos.
Yo las puse en manos
de su amo y le recomendé un castigo memorable.
Las paseó, en medio
de la gritería popular, montadas de espaldas sobre unos camellos roídos de
sarna.
Unas viejas les
salieron al encuentro, dirigiéndoles motes desvergonzados y lanzándoles puños
de la basura de la calle.
José Antonio Ramos Sucre. Las formas del fuego - 1929
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