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Cuando el hombre más
desarraigado se halla
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Cuando
el hombre más desarraigado se halla,
en
su hora de más rendida desesperación,
aparece
la Diosa tendiendo rieles argentados
en
las oquedades de la noche.
Surge
esplendentemente desnuda,
sin
abandonar sus atributos
de
divinidad rumorosa y sibilina;
serenando
con su vientre de plata
la
queja que se ha pronunciado
con
la absoluta certeza de ser postrera despedida,
canto
final de quien no albergara la esperanza
de
encontrar contrapunto en una noche que,
hasta
ese momento,
pensaba
que sólo sería suya en la agonía.
Pero
ese ombligo de plata le seduce,
le
crispa la piel con un plectro
que
sube por su espalda
y
hace arpegio entre la nuca y los cabellos
que
se ayuntan con el cielo,
disipándose
todo lindero
entre
el caos y el vuelo de los pensamientos,
desvaneciéndose
toda disputa
entre
los desasosiegos del corazón
y
los embates de la creación
que
pulsan en otra noche,
anónima
y primordial.
(24
de Febrero, anochecer)
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Serie:
Luna de mi ventana, 24 de Febrero, 2013
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