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viernes, 29 de agosto de 2025

Re-cor-dar: Ensayar, respirar, caminar. lacl / BACH, ADAGIO / AIR

 

Llueve. 

Sobre el filo silencioso

de la ausente madrugada 

se ha presentado la llovizna.

Remember to remember. 

Recuerdo el título de aquel libro extraviado. 

Lo firmaba Henry Miller. 

Hay los destinos esquivos. 

También las intenciones, los deseos. 

También hay los propósitos fallidos, 

lances en la vida inacabados 

e, incluso, no iniciados; 

como si la vida fuera copia del procedimiento 

de un relato inconcluido de Franz Kafka. 

Ese libro ha estado junto a mí por décadas y siempre ha logrado escaparse por alguna rendija del enigma, cada vez que he comenzado a leer algunas páginas. Probablemente sea una parodia de nuestra experiencia vital; al menos, en multitud de facetas de nuestra vida. En fin, algún día aparecerá, si le parece conveniente, y acaso se dejará tratar como una amante fiel. Este recuerdo viene al caso porque me he dicho a sotto voce: "...remember to remember..."

Recordar por recordar o recordar para recordar. Y como algunas veces suelo apuntar, en nuestra hermosa palabra recordar yace inserto el vibrante corazón. Nos viene inscrito en su etimología: re-cor-dar en nuestra lengua, ri-cor-dare en italiano. Se trata pues de recoger o rescatar, con el pensamiento del corazón, aquello que hemos de dar. De eso se trata el memorar. 

Estas palabras vienen a cuento porque la siguiente divagación o digresión, un tanto luenga para un medio digital, fue publicada en los primeros días de este blog, formando parte de otra publicación más extensa aún. Comencé esta experiencia de llevar un blog literario con un espíritu afín al de Walt Whitman cuando escribiera aquel bellísimo poema intitulado Al Comenzar Mis Estudios, colmado de entusiasmo y emotiva efusividad. De allí que aquellas publicaciones iniciales fueran un tanto extensas para un medio comunicacional como un blog. 

En fin, hoy extraigo esa nota dentro de otra, para publicarla en separata. Y si lo hago es por lo que psíquica o anímicamente ese texto representa para un servidor, en lo que concierne a la razón o sentido de vivir. 

Salud, lacl

P. S. Me ha alcanzado la hora del pulmón a la hora de culminar estas palabras, son las 3:07 a.m del 29 de agosto de 2025.


Ensayar, respirar, caminar. 
05 de Octubre – 2007. Amanecer
lacl

Hace algunos días un amigo me ha dicho que yo, más que poeta, lo que soy es un ensayista. Antes que molestarme, me ha contentado esa aproximación. Desde niño me acompañó siempre la impresión de que todo es circunstancial, efímero y pasajero. Que en nuestras vidas todo es conato e intento. No en balde contracorrientes abre con aquella luminosa frase que pronunciara Armando Reverón un poco antes de su fallecimiento: todo ensayo es vivir. Voy a confesar algo: recorría yo los pasillos de la Galería de Arte Nacional con motivo de un homenaje al artista. Sus escaramuzas con el barro y la luz siempre me conmovieron y tuve la fortuna de poder contemplar su mundo desde muy temprana edad. De pronto me detengo ante una vitrina que expone material bibliográfico. Uno de ellos es un reportaje-entrevista de José Ratto-Ciarlo al pintor, luego de su última y quijotesca “salida” de la clínica y los cuidados del doctor Báez Finol (si la memoria no me falla). Cuando Ratto-Ciarlo le manifiesta su asombro al contemplar toda una multiplicidad de ensayos y bocetos pictóricos (pues es testigo de un milagro de resurrección o, si lo prefieren, de un caso de endiosamiento), Reverón le espeta con ese dardo del verbo: todo ensayo es vivir. Y aquí va la confesión: tal aseveración era una ofrenda que había estado allí, brillando en un papel ya amarillento y flotando en el aire, aguardando por mí. Abrupta, violentamente me percaté de que esa frase (¿por qué no rezo u oración?), que había sido enunciada algún tiempo antes de mi venida al mundo, se había engarzado a juguetear con las horas entre los recovecos del viento, para luego sorprenderme cabalgando sobre ese potro sin vida en el que encarnan tantas humanas vicisitudes. Salí de la galería reptante y en estado de gracia,

*I*L*U*MIN*A*D*O*,


deambulando a unos tres centímetros por encima del suelo, sin que nadie lo notase. Me perdí en mis adentros, me interné en el afuera. SILENCIO. Ni una palabra, ninguna dicción. Ni siquiera una interjección. Sólo caminar y caminar. Caminar para perderme y caminar para encontrarme en el extravío de ser, al fin, nadie. Tan solo un vivir caminante.


En experiencias tan particulares o personales como la que acabo de narrar yace, creo, el germen de toda poesía. Y si la poesía ha de ser enfermedad, entonces, declaro mi contagio. Y yo, un ser tan lingüístico, detesto a los poetas lingüísticos. Aclaro: detesto a los que lo son adrede. Los que se olvidan de la comunión con el afuera, los que se olvidan del ritmo silencioso de las caravanas de hormigas, los que no se permiten sumergirse en el olvido de sí mismos y menos aún consienten recordarse; los que se niegan o se anulan en pos del virtuosismo palabrérico. Los hay y muchos.


La poesía es un estado de iluminación, no una pleamar de yoes mostrando sus imaginarios títulos, sus certificadas horas de vuelo. Parafraseando a nuestro querido Reverón -y con su venia- voy a decir que toda vida es ensayo, acercamiento, vacilación, tanteo, reconocimiento, rodeo y comunión. La poesía es un encuentro místico del que nuestros diurnos procesos de dilucidación nada saben.

Y le doy gracias a mi amigo por haberme acicateado con su aserto, pues me da ocasión para merodear sobre el tema, porque para mí toda la vida ha sido un preguntarme y repreguntarme qué sentido tiene el que me conceptúe como poeta -o como cualquier otra cosa-, siguiendo esa vacua costumbre tan del gusto de las mayorías. Toda mi vida ha sido un danzar o un pespuntear sobre la prerrogativa que los seres humanos nos tomamos para calificarnos de esto o de aquello. Y, peor aún, de un buen “esto” o un mejor “aquello”. ¿Es que nacimos con ese derecho? Me parece que solemos ser extremadamente ligeros al respecto.

Así, mis días han transcurrido entre una negación y una aseveración (pero, ¿qué vida no lo hace? el asunto quizás sea ¿qué vida lo reconoce?); y han devenido, también, sobre una constante dubitación de mi alma, un inquirir en torno a mi presencia en este insólito recinto que llamamos mundo, en tanto que contempla una contienda de tribus desorientadas que se empeñan en modelar e imponer -unas a otras- ese “su” mundo, a imagen y semejanza de una caprichosa Babel que llevan en la mente.


Y es gracias al aserto de mi amigo que voy a atreverme a develar parte de ese transcurrir. ¿Que develaré una contradicción? Pues sí. Siempre me contradigo. Pues al hacerlo alcanzo a sentirme un tanto menos lejos de mí mismo y un poco menos extraño. Y, tal y como me susurrara la voz que siempre me despierta, la que me retrotrajo a la vigilia durante una reciente madrugada, “voy a negarme, porque al aseverarme me pierdo”.


De Contracorrientes, libro del que he dado ya noticia en esta página (glosa del siete de Julio-2007), insertaré acá algunas consideraciones en torno a poeta y poesía. Y de un inédito cuaderno de asomos poéticos (exceptuando algunos textos aparecidos en una publicación del CELARG y el ya expurgado Enola Gay), que lleva por nombre Toma Luz, toda la noche, insertaré el texto que sirve de preludio y que he denominado Introito antipoético.


Las imágenes precedentes: a) Reverón con sus muñecas, b) y c) la sombrilla robinsoniana de Armando Reverón, c) el teléfono de Reverón.


Deseo, antes de continuar, recomendar ampliamente la página del MOMA dedicada a Armando Reverón. El enlace es el siguiente: http://www.moma.org/exhibitions/2007/reveron/index.html



De Contracorrientes, BID&CO Editor

***

Ante todo debo decir que no me considero un poeta, al menos, no a la moderna usanza que circunscribe al poeta (o a la figura del poeta) dentro del ámbito de lo estrictamente literario. Todo lo foráneo palpita, de algún modo, en nosotros. Afuera todo un mundo nos requiere y nosotros marchamos a su son. Un poeta no es, primero, un literato o no es, primero, un ser literario. Un poeta ama las letras, ama las palabras, tanto como ama la estampa de cualquier viso de la realidad, por nimio que sea, pero no forzosamente ama la literatura a la manera en que se aman los cegados credos. En todo poeta se enuncia una dicción, pero es una dicción que va más allá de las palabras. Ellas, a su pesar, tienen que conformarse con el papel de ser vehículo de esa dicción y aquellos que rinden culto a la poesía han de conformarse con volver, una y otra vez, al concurso de aquellas, para expresar el alto y bajo relieve de la realidad, la palpable extrañeza de las cosas y seres que nos rodean, tan posibles -en su existencia- como la presencia misma de las palabras, que comienzan siendo un misterio y terminan siendo un misterio. Creo que la frase la escribió Ungaretti: un poeta es un hombre que lo siente todo. Siempre acude a mi memoria tan sencillo planteamiento, implica una revolución del pulso; también recuerdo siempre otra frase, ésta de Julio Ortega, durante una charla que se realizó en Caracas por el año 1990: “…todo poeta ha de tener poesía inédita…”, a lo que añadió: “…hay que desconfiar de los poetas que no tienen o guardan poesía inédita en un cajón o alguna gaveta de su casa…”. Qué jardín de sutilezas sugiere esta proposición.


***


La luna pende amarilla,

cenicienta, vaga, dulce,
cruel.

Dos niños de nadie juegan

al fútbol a la medianoche
(es la plaza Brion);
entre árboles asediados
por banquetas y bloques de cemento,
discuten la validez de cada gol,
mientras una bruma nauseabunda
espolvorea sus cabellos y los míos.

La luna o, mejor, el color hepático de su risueña agonía

no logra conmover cielo ni tierra.


Prosigo mi camino.



Pienso, quizás egoístamente, que hace meses no escribo un poema, pero inmediatamente surge una voz que me dice que eso importa un bledo. ¿ Qué dilema es éste de conciliar mi mundo con el mundo ? Hace poco sí escribí un verdadero poema, sencillo y hermoso porque tan sólo era el registro de un “fresco” que observé en la calle, pero lo perdí en la calle misma, tal vez al meter la mano en el bolsillo. Así, pues, es como si no hubiera escrito nada. Como un doble relámpago, acuden a mi memoria dos sentencias, una es de Auden y la otra de Rilke. Auden postula la incertidumbre de todo poeta, sobre si volverá a encontrar las perlas de un nuevo poema, después de haberse encontrado con aquellas que le señalaron el develamiento del último poema escrito. Rilke dice que todo poema (en realidad, toda obra de arte) ha de nacer de una profunda necesidad. Infiero de la conjugación de ambas sentencias, que poesía y poema son el padecimiento, la incertidumbre de una magia necesaria.


En mi camino pienso que había que estar allí,

deberían haber estado allí, en la plaza, a medianoche;
todos y cada uno de los hombres y mujeres que viven en el mundo,
deberían tener un encuentro como ése, sin otra compañía
que la de su yo interior, sin otros testigos que sus propios ojos:

Dos niños en un insólito campo de juego,

azuzándose con voces avejentadas.

Dos niños

corriendo bajo una luna de hiel,
con sus cabellos blancos.

Dos niños

lúdicos y endurecidos.


Hace tiempo que no escribo un poema.


***


Mucha de la poesía

que se capta, se vive o se siente,
de algún modo viaja ya
implícita en la mirada
del contemplador.

De algún modo hizo morada

en los ojos de quien
se asoma al mundo

* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *




De Toma Luz, toda la noche
Introito antipoético



Yo soy poeta.


Me importa un comino todo lo demás.


Soy un poeta solitario.


He tenido que aceptarlo, a mi pesar

y a pesar de los demás.
Soy un miserable poeta, un maldito;
no un poeta maldito,
ni alguien que añora ampararse
bajo la figura romanticona, mítica o Narcisa
de alguien juega a ser el poeta
o el elegido,
sino un hombre como cualquiera,
que padece el arrobamiento
del extraño mundo que inventaron
otros hombres como yo;
un hombre que tan solo querría vivir
cantando a cántaros, hacia sus adentros,
buscando, sin prisas, armonizar con la voz
que brota del fondo de sí mismo
y desde más allá;
esa voz arcaica y lejana que se solaza y se besa
con cada esquina del cielo
y nos canta los padeceres
y el ritmo de un mundo
que, en fin de cuentas, no fue inventado
por hombre alguno.

Yo soy poeta.


He tenido que admitirlo.


No soy un buen poeta o un mal poeta,

no es eso lo que busco o me desvela
-ni literaria ni estilísticamente hablando-
pues, no se elige ser poeta;
sólo soy un hombre que vive en secreto,
delirando a sottovoce,
a espaldas del organigrama de vida que predica
el invento de mundo en que existo.

Soy poeta

a pesar de mis intentos sobrehumanos
-como los de un tozudo Sísifo-
por acoplarme a la miseria de orden
que se me exige exhibir como las plumas de un Pavo Real,
para luego poder demostrar en el circo
que cumplo con las metas
de un arduo oficio sin sentido
que no genera bien a nadie;
ocupación más absurda aún
que el pírrico esfuerzo de un Sísifo.

Soy poeta a pesar de mí mismo,

un hombre que vive en la noche,
sigilosamente contemplando
las visitas de la luna desde su cama
o devanando, en la barra de un bar
y ante la vista de cualquiera,
el hilo con el que habrá de coser las telas
de la angustia y la serena esperanza.

Yo soy poeta.

Nunca se lo dije a nadie,
ni tampoco se lo he aceptado a nadie,
porque la poesía, su descubrimiento,
es, acaso, lo único sagrado
que haya vivido en mi vida,
amén de los naturales dones
que nos sirve la vida misma.
Porque la poesía, su revelación,
está en la vida misma: tan cercana,
tan a flor de piel, tan parecida al asombro
y tan pocas veces convocada;
qué perogrullada decir esto, pero es así,
ella es la única religión
que no clama por golpes de pecho,
mi único culto posible,
tan vivido y padecido, como para andar por allí
mancillándolo con reiterativas y egóticas arengas,
que no son sino una grosera e imperdonable
falta de respeto hacia la madre de todas las cosas
y hacia nosotros mismos, sus engreídos bastardos.

Pero hoy me encuentro agotado

de tanta doble mentira
y de trajear, por tanto tiempo
tan solemne vestimenta.
Y hoy quiero decir
(confesar, sería la palabra justa),
por una vez,
que soy poeta,
muy a mi pesar
y a pesar de los demás.
Y que hoy estoy más huérfano que nunca.


Caracas, a pleno sol del seis de diciembre de 1996



***

BACH, ADAGIO / AIR










jueves, 28 de agosto de 2025

Guarida de los poetas: Más de Rumi, lacl / Sala documental - Rumi: Cuando muera.

  

"...Varios caminos llevan a Dios.
Yo he escogido el de la danza y la música..."

Hoy agregamos algunos fragmentos más de la mano de Rumi, poeta místico y  maestro sufí de los derviches, tomado del libro RUMI - EL CONOCIMIENTO SECRETO, de Michel Random, publicado por FCE





Soy esa gacela que el cazador mató para extraer el almizcle de su hígado.

Soy ese zorro de los campos al que le cortaron la cabeza para obtener su piel.

Soy el elefante que su guardián mató para obtener el Marfil de sus colmillos.

El mundo contiene la prueba del bien y del mal:
Es ardiendo como se separa el oro de la impureza.

Rumi (Masnavi)




Hay un mundo fuera del Islam 
Fuera de la incredulidad 
En este mundo sin fronteras y sin límites
Habita nuestro amor;
 
Cuando el iniciado entra en él, se queda allí 
Porque en ese mundo no hay ni Islam
Ni incredulidad, ni siquiera mundo. 

Rumi



La destrucción de dos mundos estaba en la construcción. 
Huir de todas las razones es la razón del amor.

Rumi (Diván)
 








Sala documental - Rumi: Cuando muera.






martes, 26 de agosto de 2025

Portal del cielo y conato apalabrado: No tengo a donde ir, lacl / REPLAY: una memoria afectivo-musical: La música como una puesta en escena.


.


No tengo a donde ir,

pero ante mí se abre la tarde

como un beso.


No tengo a quién buscar,

aparte de mí mismo, pero todos

los caminos se abren ante mí

y, al final o en el centro o al principio

de cada uno de ellos,

están luz y sombra bañando toda vida

y toda cosa.


No tengo un templo

para refugiar la angustia

ni para darle cobijo a la esperanza,

mas mi cuerpo sabe mejor que yo

cómo honrar la cúpula del cielo.

.

De mi añejo cuaderno que lleva por título: "Toma luz, toda la noche", escrito en el último lustro de milenio... Acaso algún día intente conseguir un editor...

(lacl)


REPLAY...

Repito aquí, con ligero retoque, una entrada publicada hace algunos años... Es una memoria afectivo-musical, pues Tom no dejaba de cantar a los cuatro vientos por aquel último lustro de milenio...


La música como una puesta en escena. 

A propósito de Tom Waits - I Hope That I Don't Fall in Love with You.


    A Sebastián, mi hijo, que como todo ser humano que no le niega agua al corazón, ha sabido lo que es la misteriosa sed


Mi amigo Chacho Cabrera lo llamaba el Mozart de nuestra era. Y se esmeró por darle a conocer a quien por sus caminos se presentaba. Chacho fue un afectivo donador por excelencia. Y partió de estos mundanos prados cuando este servidor atravesaba una convalecencia... 

Tom Waits es un músico prácticamente inclasificable. Yo diría que concibe la música como una puesta en escena en la que la poesía es telón de fondo, hormigueo subiendo desde el tablado de tal puesta en escena, danza colorida de imágenes flotando en el aire que se abre a la propuesta auditiva y recorre los espacios del templo que es la escucha. Figurémonos esa escucha como encarnada en un viejo teatro en el que los ambientes cantan entre sí (bastidores, pasillos, trastiendas, galerías, tramoyas) en lo que suponemos es silencio, pero ese silencio es una caja de resonancias, maestra en el arte del bis. Y cuando himnos como éste que colgamos en primer lugar, se abren espacios en ese templo de la escucha, entonces, la caja de resonancias queda feliz de por vida, aun a expensas del olvido, pues vive de los acordes que en ella han quedado alojados.

Tom Waits ha lidiado, además de con sus propios versos, con los de poetas de la Generación Beat. Aquí dejamos esta pequeña pieza que no porque sea acrisolada miniatura deja de ser joya. Es un himno para los días que han pasado, para los días que vendrán. La guitarra tiene la virtud de que pareciera quedarse siempre detenida en el mismo punto, debido a ese rasgueo insistente al final de cada acorde. Y sin embargo se mueve, ese sonido hace los efectos de un badajo en el que la campana es nuestro pecho...


Tom Waits - I Hope That I Don't Fall in Love with You.


Well I hope that I don't fall in love with you

'Cause falling in love just makes me blue,

Well the music plays and you display your heart for me to see,

I had a beer and now I hear you calling out for me

And I hope that I don't fall in love with you.

Well the room is crowded, there's people everywhere

And I wonder, should I offer you a chair?

Well if you sit down with this old clown, take that frown and break it,

Before the evening's gone away, I think that we could make it,

And I hope that I don't fall in love with you.

I can see that you are lonesome just like me, and it being late,

You'd like some some company,

Well I've had two, I look at you, and you look back at me,

The guy you're with has up and split, the chair next to you's free,

And I hope that you don't fall in love with me.

And I hope that you don't fall in love with me.

Now it's closing time, the music's fading out

Last call for drinks, I'll have another stout.

Turn around to look at you, you're nowhere to be found,

I search the place for your lost face, guess I'll have another round

And I think that I just fell in love with you.






lunes, 25 de agosto de 2025

ANGEL ROSENBLAT: BUENAS Y MALAS PALABRAS - PALABRAS PRELIMINARES / Quinteto Contrapunto, la belleza de nuestros cantos.



Cuánto gusto da leer a un caballero que usa la lengua con tanta gracia y donaire como los estilados por don Ángel Rosenblat. Cuánta fortuna la de los hijos de esta Tierra De Gracia, al poder contar con caballeros de la orden de honor del humanismo, aquel tipo de hombre de la vieja guardia que cultivó el amor por aquellas pocas cosas de valía en una estirpe, entre las que podemos destacar, en primerísimo primer término, su lengua y su uso. Rosenblat fue un maestro y lo sigue siendo, gracias a la memoria y a los registros escriturales que nos dejó como legado. Porque, como muy bien dijera él en esta glosa, "...detrás de las palabras, a veces oculto o disimulado en ellas, está siempre el hombre... "

Sin más, aquí dejamos sus palabras preliminares a nuestras buenas y malas palabras...
(lacl)

***

ANGEL ROSENBLAT PALABRAS PRELIMINARES A LA SELECCIÓN DE BUENAS Y MALAS PALABRAS

 

Al reunir en volumen mi labor dispersa sobre el castellano de Venezuela, quiero respaldarla con algunas palabras de justificación o defensa.

En primer lugar, estas notas son un anticipo del Diccionario de venezolanismos que prepara el Instituto de Filología Andrés Bello de la Universidad Central de Venezuela. Las he publicado en los periódicos y revistas de Caracas a fin de despertar el interés del público culto por los problemas de la Filología moderna. Y para llegar de modo más directo a ese público, he tenido que aligerarlas de todo aparato erudito, lo que en terminología marítima se llama alijar. Cualquier observación se apoya, sin embargo, en numerosos

testimonios de la lengua oral o escrita o de la investigación filológica nacional y extranjera. El futuro Diccionario… facilitará ordenadamente todos esos materiales, que se encuentran además en el Instituto a disposición de los interesados. Representan en gran parte una colaboración abnegada de alumnos y de amigos. Tengo que resignarme a callar sus nombres, porque nunca podría darlos todos.

Debo justificar también el título. Buenas y malas palabras fue el que me sugirió Mariano Picón Salas, con cierta picardía, para mi colaboración en el «Papel Literario» de El Nacional. Desde mi punto de vista filológico no hay «malas palabras». Toda palabra, cualquiera que sea la esfera de la vida material o espiritual a que pertenezca, tiene dignidad e interés histórico y humano. Como el médico, el filólogo procede sin gazmoñería, con absoluta austeridad e inocencia. Pero de todos modos, un volumen destinado al gran público, aun a los alumnos y alumnas de colegios, y de colegios hispanoamericanos, no podía permitirse ese lujo o esa ostentación. No hay, pues, en esta obra malas palabras en ese sentido, y se verá defraudado el que las busque.

El título puede apuntar a otro aspecto, el de la corrección o incorrección. La labor filológica en Hispanoamérica, aunque no es de ayer, es todavía labor de gabinete. La gente cree que el filólogo tiene la exclusiva misión de decir si un uso es correcto o no, de regañar al prójimo, de salvar a la lengua de la corrupción que por lo visto la amenaza. No conciben que pueda haber algún otro interés filológico. Sin embargo, el problema de la corrección o incorrección es para el filólogo o el lingüista el menos interesante y el de menor cuantía. Lo importante es ver la vida actual de la lengua y el juego de valores de cada expresión dentro del sistema general; y además, desentrañar el origen y desarrollo de cada acepción. Comprender e interpretar es nuestro oficio.

Si una expresión es del habla popular o familiar, tiene su legitimidad en sí misma. La manera de hablar del pueblo venezolano, o del colombiano, argentino, castellano o andaluz, debe inspirar siempre el mayor respeto. La voz del pueblo es casi siempre la voz de Dios. Pero con el habla culta, la del libro, del periódico o de la conferencia, la actitud debe ser distinta. La lengua se afina desde la escuela hasta la universidad, desde la carta hasta el libro o el periódico, desde la conversación hasta la conferencia, y el filólogo no puede de ningún modo permanecer indiferente ante el uso del lenguaje o la educación del lenguaje. La lengua popular y familiar debe tener color local, debe ser espontánea y vivaz. En cambio, la lengua culta obedece a normas generales de unidad hispánica. Mientras que la variedad y la diferenciación es el sino forzoso del habla popular y familiar, la unidad es el ideal de la lengua culta, y corresponde a la comunicación cultural y a la educación acercarnos constantemente a ese ideal. El habla culta tiene, además del peligro de la incorrección, el de caer en la afectación y la pedantería. Y contra todos esos peligros sí cabe extremar el rigor.

Con todo, no hay divorcio absoluto entre habla popular o familiar y habla culta, y el criterio normativo no es siempre tan claro y elemental. El habla popular penetra a veces en la lengua culta y viceversa. ¿Habrá que condenar -como hacen algunos puristas recalcitrantes- una palabra tan expresiva como íngrimo, que encontramos en la alta prosa de Mariano Picón Salas o en el noble verso de Ida Gramcko? Creo que son los escritores y poetas los amos de la lengua y que el íngrimo nuestro tiene tanta dignidad como el lígrimo, salmantino del verso de Miguel de Unamuno.

De todos modos, lo fundamental para mí ha sido en cada caso la solución de un problema lexicológico. Y para plantearlo o resolverlo, pongo todas las cartas sobre la mesa. Las cuestiones de léxico son sin duda las más tentadoras, pero también las más peligrosas, porque son las de apariencia más clara, las que permiten el juicio de todos y la intervención polémica del público. He procurado presentarlas con la máxima claridad a fin de que sean accesibles a todos, para que todos se sientan estimulados a discutirlas. He practicado una Filología de puertas abiertas. El hecho de que estas notas hayan circulado ya por todo el país constituye sin duda una primera prueba de fuego. Después de ella, con la experiencia recogida y las observaciones de lectores y amigos, he rehecho lo que no me parecía satisfactorio y he procurado ponerlo todo al día.

Por mi parte, he tratado las palabras venezolanas con la mayor simpatía. Otros podrán juzgarlas con otros criterios o con otros estados de ánimo. No tengo instintos represores. Pero si alguien los tiene, podrá en cada caso encontrar los elementos de juicio, formarse una idea más completa del problema y dejarse llevar por su temperamento o sus ideas. Mi interés fundamental ha sido aclarar cada problema.

El criterio de corrección es más complejo de lo que suponen algunas personas. Hay quienes se mueven con mucho aplomo apoyados en dos muletas: el Diccionario y la Gramática de la Real Academia. Cuando no encuentran una palabra en el Diccionario le arrojan en seguida el anatema: «¡No existe!». Y si algo no está enteramente de acuerdo con la Gramática, se exasperan: «¡Es un disparate!». Ser filólogo de esa manera no parece ser profesión difícil. Pero sí un tanto expuesta al ridículo. Porque al año siguiente sale una nueva edición del Diccionario o de la Gramática y acoge la expresión antes condenada, que entonces empieza a «existir» (no es la inclusión en el Diccionario lo que le da existencia, sino su existencia lo que le gana un lugar en el Diccionario), o convierte el «disparate» en norma sagrada. He estudiado con todo interés la historia de la Academia desde 1713, y la he seguido a través de una serie de vacilaciones, fluctuaciones, avances y retrocesos. Es institución humana, y la Real Academia Española ha sido siempre mucho más liberal y progresiva que la Academia Francesa. A través de una labor muy útil y vasta, ha procurado estar a tono con la lengua culta y seguir sus pasos. No le toca ser paladín de vanguardismo, sino desempeñar una honorable función conservadora.

Hay una forma útil de purismo y hay una forma negativa, esterilizante. Si una expresión «no existe», es claro que no se puede estudiar. El purista que así procede hunde la cabeza en la arena y se niega a ver y oír. Elimina así automáticamente una parte importante del lenguaje y le niega todo interés humano. Para nosotros, por el contrario, todo lo humano tiene interés, y nada humano, en materia de lenguaje, nos es ajeno.

¿Cuál será entonces el criterio de corrección si no siempre puede uno atenerse a la Academia? Pues el mismo que tiene la Academia al adoptar una innovación: el uso de la lengua culta, la consagración social. Cada generación tiene sus aportaciones, sus preferencias, sus gustos idiomáticos. Y la persona que asuma la tremenda responsabilidad de juzgar el habla del prójimo no sólo deberá tener a su disposición los dos instrumentos académicos, sino seguir al día el movimiento lingüístico y cultural de su tiempo. Y aun así, en muchas ocasiones el criterio decisivo no será el tajante de corrección o incorrección, sino el más delicado, flexible e imponderable del buen gusto o del mal gusto. Esto del gusto es en última instancia el tribunal supremo.

Y aún otra cuestión. Mi punto de partida y mi método ha tratado de ser siempre lingüístico. Pero a través de lo lingüístico hay en estas páginas una tentativa de comprensión de lo venezolano. Como la forma articulada del lenguaje, con su juego permanente de tradición y de innovación, es expresión de una forma interior, espiritual —de acuerdo con la fecunda concepción de Guillermo de Humboldt—, se puede penetrar, a través de los usos venezolanos, en el alma venezolana, creadora y moldeadora de esos usos. Porque detrás de las palabras, a veces oculto o disimulado en ellas, está siempre el hombre. Quizá estas Buenas y malas palabras ayuden a entender algunos aspectos de la historia y de la vida de Venezuela.

 

Ángel Rosenblat



Quinteto Contrapunto, la belleza de nuestros cantos.  










miércoles, 20 de agosto de 2025

Paracelso, Incienso (Insénsum), de su Diccionario de plantas. / El lenguaje no pertenece a la lengua, sino al corazón, Paracelso. / Sala documental: Gurdjieff - De Hartmann, músicos. / Peter Brook escenas de un film...




Por nuestro amor a los diccionarios, leyendo a Paracelso, de su glosario de plantas, textos acompañados de comentarios sobre Botánica oculta, los cuales han de pertenecer a comentaristas del glosario. Pues no imaginamos a Paracelso nombrando autores sumamente posteriores como H. P. Blavatsky.

No agregan datos, en esta edición, sobre la autoría de tales comentarios. Seguiré investigando. No sé dónde he puesto otra edición, si mal no recuerdo, la de KIER (*), aunque no me extrañaría que incurrieran en el mismo fallo o vacío de información. 

Salud, lacl.

*** * ***

BOTÁNICA OCULTA

Incienso (Insénsum)

Gomarresina que se extrae del juníperús turífero y que llega de África en lágrimas o granos de diversos tamaños. En el comercio se conoce con el nombre de incienso macho el que emana directamente del árbol, y al que se extrae artificialmente se le llama incienso hembra. El primero es el más apreciado, llamado también Olíbano. Que en terapéutica se usa exteriormente, en polvo aplicado sobre las úlceras malignas. También se hacen con él emplastos para corregir los esguinces y contra toda clase de golpes. Se emplea igualmente en sahumerios, dirigiendo sus emanaciones a los miembros afectados de reumatismo. Pueden sustituirse las fumigaciones por paños de franela bien perfumados y aplicados en caliente. 

BOTÁNICA OCULTA:

Según la mitología, Leucotoe, hija de Arcamo y Eurinoma, se entregó a su amado Apolo. El padre de la niña, al darse cuenta del hecho, se enfureció y la enterró viva. Entonces, el Dios del sol, para honrarla, la convirtió en un arbolillo que daba el incienso, y este fue el perfume que adoptaron todos los templos en sus fiestas religiosas. Esta sustancia se ha usado, pues, desde la antigüedad más remota para la purificación del ambiente de los templos y para el culto divino. En nuestros días tiene aún los mismos usos; pero se le mejora mezclándolo con benjuí, almizcle, estoraque, ámbar y otras drogas solares. Con todo esto se forma un perfume mágico echando su polvo sobre ascuas. He aquí las dosis que entran en la preparación del incienso empleado en el ritual cristiano: incienso macho, siete partes; estoraque, tres partes; benjuí, tres partes; simiente de enebro, dos partes. Se pulveriza, se mezcla y se pasa por un tamiz. Está preparación se emplea también en las evocaciones teúrgicas. Nosotros la recomendamos en la celebración de las sesiones espíritas (espiritistas), sobre todo cuando se trata de comunicaciones con los seres del Más Allá. 

Planetas: Sol y Júpiter.

Signo zodiacal: Leo.


Tomado de la publicación realizada por Ediciones 29, Madrid Barcelona, 1996. Dispongo de otras versiones, como la de KIER, pero ésta es la que tenía a la mano y me dispuse a leer...




"...El lenguaje no pertenece a la lengua, sino al corazón. La lengua es sólo el instrumento con el que se habla. Quien es mudo es mudo en el corazón, no en la lengua. [...] Déjame oírte hablar y te diré cómo es tu corazón..."

El fragmento es de Paracelso. Lo cita James Hillman en el epígrafe de El Pensamiento del corazón, publicado por Editorial Siruela. 

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Sala documental

I. Las hermosas composiciones musicales de Gurdjieff, acompañado por De Hartmann al piano.

II. Peter Brook. Escenas del film ENCUENTROS CON HOMBRES NOTABLES


https://www.youtube.com/watch?v=Rasho1zv-co https://www.youtube.com/watch?v=FuBQe2Y1mt0