Arte y poesía: vigencia de toda expresión lúdica, gesto o acto non servil en tiempos tan obscuros como los actuales. Disertaciones sobre el culto añejo de ciertos antagonismos: individuo vs estado, ocio y contemplación vs labor de androides, dinero vs riqueza. Ensayos de libre tema, sección sobre ars poética, un muestrario de literatura universal y una selección poética del editor. Luis Alejandro Contreras Loynaz.
Si en Venezuela estilamos ser toderos, ese envite de torear la vida en cuanta empresa se nos plante ante la vista, yo debo decir que he sido -y acaso aún soy- un fervoroso nadero, suerte de lance para nadar en las enaguas de la susodicha. Pues en lugar de ser un profesional en todo, he sido un amateur en nadas; en el más feliz de los casos, un entendedor, siempre a la chista callando. Las naderías suelen causar gran fascinación sobre las almas distraídas, entre las que me incluyo, y no sé que hado les haya legado su encanto a las primeras. Y, aunque cursé más de cien créditos en la Escuela de Letras de la UCV, nunca me mortificó el comprobar que ese sistema de jerarquías con que el hombre gusta de mortificarse la carne, también hubiese ganado espacios en ese querido recinto y que, en virtud de ello, hubiese materias que disfrutaban de cierta prelación sobre otras. Iba por puro gusto. Nada hay como explayarse. El resto es aburrido y desmesuradamente empalagoso. Por otra parte, ¿quién no tuvo, alguna vez, que pasar por el trance de mancillarse las manos al hacer algún oficio? Pocos, muy pocos.
Wen-Tzu o Wenzi podría ser interpretado como el nombre que define a un discípulo o grupo de discípulos que recogen las enseñanzas transmitidas por Lao-Tse. La versión traducida por Thomas Clearly, atribuye las palabras como originarias del maestro Lao-Tse, a quien se atribuye la redacción del Tao Te King o Tao Te Ching. En tal sentido, el libro de Wen-Tzu podría ser interpretado como las enseñanzas recogidas por un grupo de estudiantes o discípulos; una experiencia similar a la acaecida, para poner un ejemplo, con el texto de Gurdjieff, el intitulado LA CUESTIÓN MATERIAL, el cual viene insertado al final de su libro ENCUENTRO CON HOMBRES NOTABLES, pero que no es otra cosa que la recopilación memoriosa de un grupo de sus discípulos sobre las palabras pronunciadas por su maestro luego de una cena, en la ciudad de Nueva York.
(lacl)
93. Lao Tse dijo:
Un carrillón se arruina a sí mismo proporcionando sonido, una vela de sebo se consume dando luz. Las rayas de tigres y leopardos atraen cazadores, la rapidez de los monos atrae tramperos.
Así, los guerreros valerosos mueren a causa de su fuerza, los intelectuales quedan bloqueados a causa de su conocimiento, pueden utilizar el conocimiento para conocer, pero son incapaces de utilizarlo para no conocer.
Así, quiénes son expertos en una facultad o perceptivos en un modo de expresión, pueden participar en una discusión desviada, pero no en una respuesta universal.
WEN-TZU
LA COMPRENSIÓN DE LOS MISTERIOS DEL TAO
EDAF, ARCA DE SABIDURÍA, NRO 13.
MADRID 1994
Un fabuloso libro sapiencial, escrito hace más de dos milenios, cuyos enunciados versan sobre la comprensión de los misterios del Tao. (lacl)
Breve estampa de mis Anotaciones Androidn 27 de abril, 2020.
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Rimbaud versionado por el poeta mexicano Marco Antonio Campos.
Libro prologado por Alain Borer, de la maravillosa editorial COMÚN PRESENCIA y su colección LOS CONJURADOS.
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Ayer, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde se abrían todos los corazones, donde corrían todos los vinos.
Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié.
Me armé contra la justicia
Huí. ¡Oh miseria, oh hechiceras, oh odio, a ustedes mi tesoro les confié!
Logré desvanecer de mi espíritu toda la esperanza humana. A toda alegría, para estrangularla, di el salto sordo de la bestia feroz.
Llamé a los verdugos para morder, agonizando, la culata de sus fusiles. Invoqué las plagas para ahogarme con la arena, la sangre. La desdicha fue mi dios. Me revolqué en el fango y me sequé con el aire del crimen. Y le jugué buenas trampas a la locura.
Y la primavera me trajo el horrible reír del idiota.
Y ahora, últimamente, encontrándome muy cerca de proferir el último ¡cuac! he pensado buscar la llave del festín antiguo, donde volvería tal vez a tomar apetito.
Esta llave es la caridad. ¡Esta inspiración demuestra que soñé!
«Serás siempre hiena, etcétera...», exclama el demonio que me coronó de dulces adormideras. «Gana la muerte con todos tus apetitos y tu egoísmo y los pecados capitales».
Ah, estoy harto: Pero amado Satán, te conjuro para que me veas con menos irritación, y a la espera de pequeñas infamias retrasadas, a ustedes que aman en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, desprendo estas hojas horribles de mi carnet de condenado.
NOCHE DEL INFIERNO
He bebido un buen trago de veneno. ¡Bendigo tres veces el consejo dado! Las entrañas arden. La violencia del veneno tuerce mis miembros, me deforma, me derriba. Muero de sed, me ahogo, no puedo gritar. ¡Es el infierno, la pena eterna! ¡Miren cómo el fuego se alza! ¡Ardo como se debe! ¡Va, demonio!
Había entrevisto la conversión al bien y a la felicidad, la salvación. Puedo describir la visión: ¡El aire del infierno no tolera los himnos! Había millones de criaturas encantadoras, un suave concierto espiritual, la fuerza y la paz, las nobles ambiciones ¿qué sé yo?
¡Las nobles ambiciones!
¡Y todavía en la vida! –¡Si la condenación es eterna! Un hombre que desea mutilarse está condenado ¿no? Yo me creo en el infierno, por tanto, estoy allí. El catecismo se cumple. Soy esclavo de mi bautismo. Padres, ustedes hicieron mi desventura y la de ustedes. ¡Pobre inocente! El infierno no puede atacar paganos, ¡Y todavía en la vida! Más tarde, las delicias de la condenación serán más profundas. Un crimen, pronto, que me despeñe a la nada, según la ley del hombre.
¡Cállate, anda, cállate!... Es la vergüenza, el reproche, aquí: Satán diciendo que el fuego es innoble, que mi cólera es espantosamente imbécil. ¡Basta! Errores que me vienen al oído, magias, perfumes falsos, músicas pueriles. Y decir que conozco la verdad, que veo la justicia: tengo un juicio sano y en orden, estoy preparado para la perfección... Orgullo. La piel de mi cabeza se deseca. ¡Piedad! Señor, tengo miedo. ¡Tengo sed, tanta sed! ¡Ah! La infancia, la yerba, la lluvia, el lago sobre las piedras, el claro de luna cuando el reloj tocaba las doce. El diablo está en el campanario a esa hora. ¡María! ¡Virgen Santa... Horror de mi estupidez
¿No viven allá abajo almas honradas que deseen mi bien?... Vengan... Tengo una almohada en la boca: no me oyen, son fantasmas. Además nadie piensa en los otros. No se acerquen, huelo a quemado, es evidente.
Las alucinaciones son innumerables. Es bueno lo que siempre tuve: ninguna fe en la historia, el olvido de los principios. Me callaré: se volverán celosos poetas y visionarios. Soy mil veces el más rico, seamos avaros como el mar.
¡Ah vaya! El reloj de la vida se paró hace un momento. Ya no estoy en el mundo. La teología es seria: el infierno, en verdad, está abajo y el cielo arriba. Éxtasis, pesadilla, sueño en un nido de llamas.
Cuántas malicias da la observación en el campo... Satán, Ferdinando, corre con los granos salvajes... Jesús camina sobre las zarzas purpurinas, sin doblarlas... Jesús caminaba sobre las aguas irritadas. La linterna lo mostró de pie, blanco y de trenzas negras, al lado de una ola de esmeralda...
Voy a develar todos los misterios: misterios religiosos o naturales, muerte, nacimiento, porvenir, pasado, cosmogonía, nada. Soy maestro en fantasmagorías.
¡Escuchen!...
¡Reúno todos los talentos! No hay nadie aquí y hay alguien: no quisiera repartir mi tesoro. ¿Alguien quiere cantos negros, danzas de huríes? ¿Alguien quiere que desaparezca, que me sumerja en la búsqueda del anillo? ¿Lo quiere alguien? Fabricaré oro, remedios.
Entre tanto, tengan confianza en mí; la fe conforta, guía, cura. Vengan, vengan todos –aun los niños– que los consolaré y les daré el corazón: ¡El corazón maravilloso! ¡Pobres hombres, trabajadores! No pido plegarias. Únicamente con su confianza sería feliz.
Y pensemos en mí. Eso me hace extrañar muy poco el mundo. Tengo oportunidad de no sufrir más. Mi vida no fue sino locuras dulces, es lamentable.
¡Bah¡ Hagamos todos los gestos imaginables,
Decididamente estamos fuera del mundo. No hay un solo sonido. Mi tacto desapareció ¡Ah! Mi castillo, mi Sajonia, mi bosque de sauces. Las tardes, las mañanas, las noches, los días... ¡Qué fatiga!
Debería tener mi infierno para la cólera, mi infierno para el orgullo –y el infierno de la caricia: un concierto de infiernos.
Muero de cansancio. Es la tumba: voy a que me devoren los gusanos, ¡horror del horror! Satanás, farsante, quieres disolverme con tus encantos. ¡Protesto!, ¡protesto! Un jalón en la horca, una gota de fuego.
¡Ah, volver a la vida! Vigilar nuestras deformidades. ¡Y esta pócima, este beso mil veces maldito! ¡Mi debilidad, la crueldad del mundo! ¡Piedad, Dios mío, ocúltame, me siento tan mal! Estoy oculto y no lo estoy.
Yo siempre me he dicho que el país que nos queda es el que llevamos dentro.
En el alma pende un mapa, como una bandera derruida, expuesta a los caprichos del viento. Y esa bandera ondea en exilio y en insilio.
El componente esencial del país, esto es, nuestra vida anímica, ya venía con plomo en el ala desde antaño, desde antes de las fechas patrias. Y ha volado siempre con un ala herida. Mas, a pesar de ello, en millares de recintos familiares nunca se olvidó la concordia, pues los embates de la barbarie se quedaban fuera, nunca hicieron juego con el rescoldo que aviva en las humanas relaciones. En esos recintos se cultivaba la palabra, la memoria viva de los ancestros o el lance vivido ese día en alguna escena callejera, se cultivaba el canto y el compartir de un café.
Es cierto que se desmontó una escena, pero el país ya estaba desmontado, siempre lo ha estado; es como una sala de teatro provisional que se monta y se desmonta cada temporada. Cuando creíamos que el país se enrumbaba, que nacía algo nuevo, un nuevo ser nacido para la concordia y el franco intercambio en los mentideros de cada plaza, ya todos sabíamos que la ponzoña estaba allí, encajada en la nuca como la picada de un tábano, un perenne recordatorio de que el desatino caminaba a nuestro lado, tal y como ha caminado desde el primer día en que pensábamos que se fundaba una comarca.
Tuvimos nuestros buenos momentos luego de la caída de la dictadura de los años 50. Pero los mejores fueron aquellos vividos en los recintos de la familia y de las amistades. Fue allí donde se hizo la nación. Y fue allí donde la perdimos. O, por mejor decir, donde volvió a confirmarse la pérdida, volvió a repetirse la historia.
Y un gentío, la mayoría (siempre la mayoría), tuvo que iniciar de nuevo el camino para llegar al país que nos queda, a aquel país que llevamos dentro.
lacl, Anotaciones Android, 13 de diciembre 2024, 7:30 a.m.
Aguinaldos clásicos venezolanos, Morella Muñoz.
Simón Díaz (Aguinaldos y Tradiciones)
Foto nocturna, tomada con exposición...
Vía Galipán, antiguo camino real entre Caracas y el Puerto de La Guaira.
Un ensayo magistral sobre lengua y habla. Deuda impagable la nuestra para con el maestro Ángel Rosenblat.
Va en memoria de dos cultores de la lengua, nuestro amigo Marcelo Sztrum y nuestro recordado maestro Francisco Rivera, ambos amantísimos de la lengua que se habla y de aquella que se escribe.
Salud, lacl.
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DEFENSA DEL HABLA VENEZOLANA, ÁNGEL ROSENBLAT
...sus criollos [de Caracas] son de agudos y prontos ingenios, corteses, afables y políticos; hablan la lengua castellana con perfección, sin aquellos resabios con que la vician en los más puertos de las Indias...; son en general de espíritus bizarros y corazones briosos, y tan inclinados a todo lo que es política, que hasta los negros (siendo criollos) se desdeñan de no saber leer y escribir.
José de Oviedo y Baños, Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela (Madrid, año de 1723)
Encontramos a cada paso personas que menosprecian la manera venezolana de hablar, sobre todo la caraqueña o central. El venezolano se come las eses o las des y se bebe las eres o las eles (¿no son líquidas acaso?). Y los que le echan en cara ese tremendo desbarajuste del consonantismo castellano lo achacan casi siempre a dos pecados capitales: el analfabetismo y los negros. ¿Será verdad?
Tomemos como piedra de toque, para aclarar el problema, una lengua como la francesa, que se precia justamente de aristocrática. ¿Qué ha hecho el francés con todas sus eses finales de sílaba? Se las ha comido. Escribe les femmes, pero pronuncia le fam. Todas las eses del plural se han perdido salvo cuando han tenido el apoyo de una vocal de la palabra siguiente, que las ha convertido en intervocálicas: les hommes. La pérdida de la s ha sido más radical en francés que en cualquier región del analfabetismo hispánico. El latín isla dio isle y luego île. Ningún habitante de Barlovento ha llegado a tales extremos.
Un andino, en contrapunteo verbal con un caraqueño, puede decirle, remedando su habla: «¿Me vaj a matá?». Efectivamente, en Caracas hasta la gente culta dice voy a comé, quiero cantá, etc., comiéndose las eres finales. Pero ¿qué ha hecho el francés? Se las ha devorado todas sin misericordia: je vais manger, je veux chanter, etc. Y pronuncia su monsieur sin r, como aquí o en Andalucía el sí señó. Si las escribe es porque el francés, desde hace muchos siglos, se deleita en engalanar su escritura con muchas consonantes parásitas o mudas. Pero como buen glotón que es, se ha merendado hasta algunas vocales. ¡Vaya malabarismo el que hace con la llamada e muda! Escribe ils pensent, pero pronuncia algo así como il pans. Por lo menos una vocal y tres consonantes han desaparecido sin dejar rastros. El francés tiende a convertirse en lengua monosilábica, como el chino. En su derecho está, indudablemente. Pero ¿podrá un francés echar en cara a un venezolano cierto coqueteo con las eses o las eres?
Hay dos tendencias del habla venezolana que son generales en todo el país, aun entre la gente culta: el seseo y el yeísmo. El seseo (corazón, ciencia, etc., con s y no con z) se da en toda América y parte de España. ¿Y en francés? Pues en francés ha triunfado por completo: décence se pronuncia como si se escribiera con ss; zéphir como si se escribiera con s (sonora). Seseo absoluto. ¿Y el yeísmo? La y en lugar de ll, en voces como fille, ha triunfado en el siglo XIX de manera tan definitiva, que las personas que todavía pronuncian la ll se consideran provincianos que no han soltado el pelo de la dehesa. En América hay grandes regiones —la meseta de Bogotá, el Paraguay, etc.—, que conservan la ll (en Venezuela, en cambio, está impuesta la y en calle, caballo, etc.). Pero en francés, la pronunciación yeísta se considera bella y buena, y la conservación de ll, rústica. Es evidente que la lengua francesa es muy innovadora. Nadie lo considera un defecto, y quizá sea hasta una virtud. Y en trance de explicarlo, no se recurrirá ni al analfabetismo ni a influencia argelina, sino a evolución interna, al llamado genio de la lengua.
¿Y el inglés? Nunca ha tenido fama de gastrónomo, pero, con todo lo puritano que es, ¡menudo banquete se da con sus vocales y consonantes! En el apellido de Churchill, líder conservador, hemos intentado en vano oír la r, que no conservan ni sus más devotos correligionarios políticos. En el inglés más irreprochable de la metrópoli (el que tenga sus dudas que recurra a un fonetista como Daniel Jones) no se pronuncia la r de church, scholar, bachelor, mother, later, beer, world, emperor, short, etc. El pronunciar esa r se considera, por el contrario, rasgo dialectal. Un nombre como Somerset Maugham se ha reducido a algo como Samset Mom. Folklore, una ciencia nueva y respetable, se pronuncia sin la primera l, porque es muda la de folk, como la de half, chalk, walk, calm, psalm, should, could, Lincoln y aun la intervocálica de colonel. Tampoco se pronuncia la s de isle ni la t de often. Pero se escriben, como reverencia a una época en que sí se pronunciaban. A nadie se le ocurrirá echarles en cara esos ni otros destrozos, porque no están limitados a una región o a una clase social inferior, sino que han llegado a los prestigiosos círculos de Oxford. Es decir, porque han triunfado. Y lo que ha triunfado tiene cierto derecho divino. Ahí está el quid de la cuestión. Las transformaciones fonéticas del habla venezolana han quedado relegadas en general a la gente de los pueblos y de los campos, y aunque coinciden con las de otros países hispánicos, y hasta de muchas regiones españolas, no tienen la consagración de la lengua culta, no han triunfado. Podrán imponerse con el andar de los siglos u olvidarse por completo (no lo sabemos), pero hoy se consideran vulgares, y en la medida de lo posible la escuela debe corregirlas. Aun así, de ningún modo son motivo de bochorno nacional o de escándalo, ni hay por qué atribuirlas al analfabetismo ni a influencia africana. Son tendencias internas de la lengua. Porque si no, tendríamos que admitir que el analfabetismo y la influencia africana se han impuesto en Francia e Inglaterra. ¡Y Dios nos libre de tamaña imputación! Lo mismo puede decirse de una serie de cambios en la morfología, la sintaxis o el léxico. No hay tendencia del habla popular de Venezuela que no tenga su paralelo en las lenguas más cultas de Europa. Y desde luego en el castellano literario. Hoy se dice propio, pero en la época antigua y clásica se decía proprio (del latín proprius); se dice oprobio, pero antes era oprobrio (del latín oprobrius). Cirugía viene del griego, a través del latín Chirurgia. Y si ahí se ha perdido una r (lo que llamamos «disimilación de eres»), como hace hoy el habla popular en madrasta o padrasto por madastra y padastro, en cambio en estrella se ha infiltrado una r intrusa o «epentética» (procede del latín stella), sin duda por influencia de astro. Decimos riqueza forestal, pero floresta, con una l que se debe sin duda a influencia de flor. Y sombra (del latín umbra), con una s inicial que es probablemente la de sol. E invierno (y no ibierno, como todavía en los campos de Venezuela, del latín hibernum), posiblemente por inf luencia de infierno y otras voces que empiezan con in-. En Venezuela se confunden ciertamente la r y la l, y aun hay personas cultas que dicen delantar y casar por delantal y casal (un casar de palomas o de niños), pero en castellano se ha impuesto Guillermo cuando lo etimológico era Guillelmo (del germánico Wilhelm), o roble (de robre, latín roburem) y alternan arveja y alverja (los rústicos del teatro clásico decían a cada paso habrar por hablar, plática por práctica, y otras lindezas semejantes). Crocodilo debiera decirse, como se decía en el período clásico, respetando el latín y el griego, y sin embargo se ha impuesto cocodrilo, que al principio fue tan disparatado como hoy Grabiel o dentrífico. Centenares de formas que empezaron siendo incorrectas han alcanzado plena consagración en la lengua culta. Mapa debiera ser femenino, como en latín, pero la pedantería de algún seudoerudito lo convirtió en un masculino anómalo: el mapa. Todas esas formas están bien porque han triunfado. Pero las mismas tendencias fonéticas o morfológicas, por analogía o por cruce de palabras, se manifiestan en el habla popular de Venezuela. El castellano popular de Venezuela y de toda Hispanoamérica, como el de las distintas regiones de España, prolonga viejas tendencias que actuaban ya sobre el latín hace dos mil años y que actúan de manera análoga sobre todas las lenguas del mundo. Las lenguas están en permanente evolución. Y todavía hay más. A veces la evolución se impone en la lengua general porque ha triunfado en el núcleo que tiene la hegemonía política y cultural, y en cambio el habla regional o rústica mantiene las viejas normas. ¿No es una injusticia que máma y pápa, como se dice en los campos de Venezuela, como se ha dicho siempre en español o en latín (de ahí el Papa o Santo Padre), sean hoy vulgarismos reprensibles sólo porque en España se han generalizado desde el siglo XVIII mamá y papá por influencia francesa? En los campos de Venezuela todavía se dice haiga, truje, semos, vide, mesmo, asina o ansina, dende, manque, agora, endenantes o enantes, cuasi, etc., como en la buena literatura del Siglo de Oro, ¿y no parece pura arbitrariedad considerar malas unas formas tan bien conservadas sólo porque la lengua general ha sido infiel a ellas? He aquí que lo rústico consiste en la fidelidad al Siglo de Oro. Venezuela, que en muchos aspectos es innovadora, es, en algunos otros, una de las regiones más conservadoras, más arcaizantes de Hispanoamérica. Un rasgo conservador es el mantenimiento de la vieja h aspirada (pronunciada como j) en muchísimos casos: humo, hacha, hallar, huir, hecho, hierro, hablar y un centenar más, que, con mayor o menor arraigo, se oyen en todas las regiones del país. Con aspiración pronunciaban esas voces Garcilaso y Fray Luis de León, y todavía en 1611 el castellano don Sebastián de Covarrubias y Orozco consideraban que pronunciar humo y heno sin esa aspiración, como umo y eno, era propio de «pusilánimes, descuidados y de pecho flaco».
Casos parecidos se pueden acumular hasta el infinito. A pesar de losmonedas, y de su complicada nomenclatura oficial y popular, se conservan los nombres de peseta y real (tener real es símbolo de riqueza, y gozar un realero, de felicidad). Y se habla de calle real o de camino real, como en tiempos de la monarquía. En los cuentos populares aún interviene la sacarrialmajestá (convertida alguna vez en Misia Carramajestá). Y tienen plena vida aguaitar, esguazar, corral (patio), candela, taita, catar (mirar), alferecía, anafe, avante, hatajo, dilatarse (tardar), latir (ladrar), mercar (comprar, en Maracaibo), mata (árbol), pasar trabajos, estrallar, pelar (azotar), guargüero, ansias (náuseas), puño (puñetazo), carriel (garniel), afeitar (cortar el pelo), su mercecita (en los Andes), misia (mi señora), vagamundo, etc. Aun en la lengua culta, la modernización del léxico se produce a ritmo lento, y sobreviven viejas formas: de pies por de pie, escogencia por selección o elección; aplanchar por planchar. En general hay cierto apego al siglo XVIII español. En muchísimos casos en que la lengua general ha cambiado, el venezolano se mantiene fiel al léxico colonial. Entonces se peca en unos casos por espíritu innovador, en otros por fidelidad conservadora. Si la ensartas pierdes; y si no, también.
Tanto por lo que ha innovado como por lo que ha conservado, el castellano de Venezuela se ha alejado bastante del peninsular o del de otras regiones hispánicas. ¿Será ello malo? Malo o bueno —no lo sabemos,— es por lo menos fatal, y no está en las fuerzas humanas el evitarlo. Lo mismo le ha sucedido —en forma mucho más radical— al inglés de los Estados Unidos o al portugués del Brasil. La diferenciación, mayor o menor, es el sino de las comunidades lingüísticas, ya se trate de dos aldeas separadas por un riachuelo o de dos continentes separados por un océano. Los rasgos diferenciales del habla venezolana son, pues, legítimos. Un campesino dice naide, haiga o habemos, y es perfecto. El habla popular y campesina de Barlovento, de Cumaná o del Zulia, las múltiples formas del diálogo familiar, desde el ¡gua! caraqueño, hasta el ¡ala! tachirense, tienen siempre su dignidad, y hasta su belleza. El habla popular y campesina es buena tal como es, y cualquiera que se acerque a ella debe hacerlo con respeto. Pero cada cosa en su sitio. ¿Debemos todos amoldarnos a esa habla popular y campesina? Ése es otro cantar. El niño que pasa por la escuela aprende que no debe decir querramos, andé, habemos, hacen diez años, sino queramos, anduve, estamos o somos, hace diez años. La cultura impone a todos los habitantes del país, por encima de sus diferencias regionales, muy legítimas, una norma superior, que es la de la lengua general. Allá en su rincón, rústico o familiar, cada cual puede hablar la lengua que le dé la gana. Pero en la cátedra, en la prensa, en el libro, en la tribuna, hay unos imperativos categóricos. La lengua representa una unidad de cultura, y la demagogia lingüística es disgregadora. Dentro de esa unidad, flexible y viva, caben la severidad académica, la espontaneidad juvenil y la constante actividad creadora del hombre. El hablante o el escritor culto de lengua española tiene la inestimable fortuna de que su palabra puede llenar un ámbito que abarca veinte naciones y que es, en importancia numérica, con sus ciento ochenta millones de hablantes, la tercera del mundo. Y la responsabilidad de mantener en la plenitud y belleza de sus medios expresivos una lengua que es —digámoslo con palabras de Andrés Bello— «un medio providencial de comunicación y un vínculo de fraternidad entre las varias naciones de origen español derramadas entre los dos continentes».
Publicado en El Nacional, Caracas, 3 de agosto de 1953.
Un tributo navideño, la tradición venezolana en nuestros villancicos.
Maravilloso ejemplo del habla venezolana son estos villancicos, como para apuntalar aquello dicho por el maestro Rosenblat.
Para quienes defienden sistemas avasalladores del indiviso ser humano... De una charla reciente.
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Creo que nos incitan a callar nuestra opinión, la cual no es, por cierto, propiciadora ni defendedora de la derecha ni del capitalismo. No estoy de acuerdo con ningún tipo de estado coercitivo de los derechos humanos fundamentales, no estoy de acuerdo con ningún sistema que, para mantenerse en el poder, practique el avasallamiento, el asesinato, el fomento de la guerra, los pactos por debajo de la mesa (como suele suceder entre manos derechas e izquierdas; arriba de la mesa nada ello ha de ser visible). Los totalitarismos de izquierda, en la práctica, no han sido más que plutocracias de estado. Mi posición, por lamentable que parezca, nunca jamás podrá ser la que auspicie y haga labor de proselitismo para y por sistemas que aherrojen las libertades humanas. No hay, hasta le fecha, ningún sistema de gobierno que, en la práctica repito, no se haya comportado de la manera más vil y execrable con el ciudadano común. Porque quienes gobiernan son los hombres o, mejor, las bajezas de los hombres y no las bellezas de sistema alguno. Y eso incluye a los sistemas cuyo “leit motiv” es el de administrarle la vida a los vasallos con sus sistemas de finanzas centralizadas. Pero en ello no se diferencia mucho la aplanadora burocrática rusa de Stalin y sus secuaces de ese canto a la imposible felicidad de que se viste el Tio Sam. Y este servidor por nada del mundo va a hacerle el jueguito a los interesados operadores de la política, sean de derecha, de izquierda o de un centro que no tiene identidad. No hay nada más parecido a un político que otro político. Hacen que tenga sentido lo que alega Tarkovski en uno de sus filmes, que uno más uno sea igual a uno, esto es, que una gota más otra gota, hagan una gota más grande. Son caimanes del mismo pozo. Y con ello me retiro, pero no sin antes repetir la réplica de Thoreau a Jefferson. Jefferson alegó, en su momento, que el mejor gobierno es el que poco gobierna, en el sentido de que lo será aquel gobierno que menos se inmiscuya en los asuntos del ser humano. A lo que Thoreau replicó: El mejor gobierno es el que no gobierna nada.