.
Sequía
Arden
los ojos con el sol que ha prendido en la hojarasca.
La
pajiza resequedad del exangüe follaje
hace
del suelo un disco solar
a
punto de resquebrajarse
bajo
el tiento de nuestros pasos.
Marchamos
taciturnos y sedientos,
cada
vez que nos damos a nuestras soledosas caminatas,
en
pos del unánime error o de la exánime victoria,
soslayando,
infructuosamente, nuestra sed de río.
Porque
somos aridez, lechos de ríos resecos, cauces sin torrente.
La
vida se ha enmudecido. La hora se ha detenido. Los pétalos ya estaban agonizados
al nacer.
Y
cuando nos hallamos entre amigos divagamos sobre cualquier asunto que no aborde
la agonía.
Porque,
hermana de la angustia, tenemos a la agonía por mala compañera y peor consejera.
Cada vez que toca a la puerta, abrimos a
regañadientes, y ninguno se digna a saludarla.
Pero
es que cuando ella llega, pasa. Y, como un visitante inoportuno, dejamos que se
instale en la sala o en la cocina o se apueste ante una ventana, y nadie le
dirige la palabra. Y ella se ríe en nuestras caras. Y entre murmullos nos dice a
cada uno, tras el pabellón de las orejas, sobre nuestro ilusorio errar por el
mundo, pretendiendo no sólo el vivir, sino que vivimos plácidamente.
Es
una sombra y como tal la tratamos. Con indolencia.
Es
incorpórea. No nos toca, ni puede hacernos daño. Al menos, eso creemos. Aunque
a nuestros cuerpos va cosida.
Y
hacemos mutis ante sus cuitas, celebrando bullangueramente la lobreguez de nuestros
fuegos fatuos. Hablamos de la última novedad que ha acontecido en Finlandia o en
Java. Alguien ha lanzado un mal chiste y todos reímos a carcajadas que nos
carcomen los ombligos.
Y,
al volver a casa, hasta la luna anda ambarina.
Y
nos dice que la sed no ha de acallarse.
Que
mañana, al despertarnos,
estaremos
sedientos todavía.
Y
que el llameante sol volverá a vibrar en la hojarasca.
Y
que si la vida se ha ausentado en nuestras venas
o
que si el ámbar ya no es oro,
no
deberíamos achacarle al sol la culpa.
(02
al 03 de mayo, 2015)
*****
Tan lirio como la flor
Ching
47 / K´un – (La desazón) La Opresión
El
Lago El Agua
El hombre
vino al mundo
sin más
amparos
que el azul
manto del cielo
y el
nocturno brillo de los astros;
tan lirio
como la flor y
tan sin
denuedo como los vientos
que, si
bien pueden llegar
a ser
adversos,
no llevan
en su corazón
el estigma
de la duda.
¿Habrán de
ser felices la flor,
el viento o
el azul lago del cielo,
sólo porque
no hablan
la lengua
de los hombres,
ni han de
suspirar con ellos,
cuando
estos les aprecian
en su
desparpajo?
Sin
embargo, el hombre
que barre
sus obsesiones,
como hojas
secas
de la
puerta de su casa,
también
sabe lo que es
no darse
por vencido.
Aprovecha
la ventisca
para volver
a la crisálida,
alienta su
fe en el mañana
y espera
transmutar adversidad
en justeza
de vivir.
Los hados
se persignan con él,
que como el
tallo de los lirios,
permanece
impávido
bajo la
tormenta
o expuesto a
la sequía.
15 de
marzo, 2012
*****
Que
se lo coman todo, ¿qué más da?
diría un poeta extenuado de lidiar con buitres,
diría un poeta extenuado de lidiar con buitres,
harpías
con calzado.
¿Quién, como un César
querría ir, ver y vencer?
Todos, al parecer...
y marchan embelesados
tras una seductora y dadivosa esfinge
que promete un reino de ecuménica paz,
al son de las trompetas
de la muerte.
Son los años de clamor
por la Gran Potencia.
Pero el gran poder no está
en la consagración de los imperios,
ni en los vivas y mueras
de gemidos asordados,
el gran poder no está en la fuerza
de una agremiada cobardía
o en los himnos heroicos
¿Quién, como un César
querría ir, ver y vencer?
Todos, al parecer...
y marchan embelesados
tras una seductora y dadivosa esfinge
que promete un reino de ecuménica paz,
al son de las trompetas
de la muerte.
Son los años de clamor
por la Gran Potencia.
Pero el gran poder no está
en la consagración de los imperios,
ni en los vivas y mueras
de gemidos asordados,
el gran poder no está en la fuerza
de una agremiada cobardía
o en los himnos heroicos
de
vengadores milicianos.
Es tiempo de callar.
Son días de hablarle a nuestro ombligo.
No es tiempo de cobardía,
pero la sequía de las almas
impone una vuelta al laberinto.
Sombras y espectros van en multitudes,
no el elixir de las almas.
Será preciso remontar una rama,
un risco o el techo de una casa
y ver a las gentes arrastrarse
como un río crecido
por las calles de las ciudades,
por tierras de nadie,
por aldeas y montañas,
enfebrecidos, posesos,
agitando banderas
de heteróclitos ardores.
Violencia, cólera y crueldad
son las hostias que,
por desprendida misericordia,
han de imponer al resto
de una desamparada humanidad.
Prepotencia es moneda de la diaria jerga.
Las masas se complacen en ser masas
y se aventuran a la empresa
de alcanzar las gestas colosales
de un diario escarnio.
Mas con ello sólo logran ahogarse en la disipación,
Es tiempo de callar.
Son días de hablarle a nuestro ombligo.
No es tiempo de cobardía,
pero la sequía de las almas
impone una vuelta al laberinto.
Sombras y espectros van en multitudes,
no el elixir de las almas.
Será preciso remontar una rama,
un risco o el techo de una casa
y ver a las gentes arrastrarse
como un río crecido
por las calles de las ciudades,
por tierras de nadie,
por aldeas y montañas,
enfebrecidos, posesos,
agitando banderas
de heteróclitos ardores.
Violencia, cólera y crueldad
son las hostias que,
por desprendida misericordia,
han de imponer al resto
de una desamparada humanidad.
Prepotencia es moneda de la diaria jerga.
Las masas se complacen en ser masas
y se aventuran a la empresa
de alcanzar las gestas colosales
de un diario escarnio.
Mas con ello sólo logran ahogarse en la disipación,
porque
se les extravió el fulgor
que
llega al ombligo por el sendero del oído
y
la copla que se irriga entre las venas
en
virtud de la gracia suspirante
que
pulsa en las rondas del mirar…
Será preciso tomar las formas
y cadencias del junco o del bambú que,
ante tormentas y vientos huracanados
doblan la cerviz, para luego levantarla
en medio de la soledad, la quietud
y el apacible rumor de una paz exenta
de las huellas de los hombres.
Fuerza es debilidad
y débil es el gran poder
adorado por las muchedumbres.
Nada ganarás, nada perderás.
Ese será tu verdadero y soledoso triunfo.
Será preciso tomar las formas
y cadencias del junco o del bambú que,
ante tormentas y vientos huracanados
doblan la cerviz, para luego levantarla
en medio de la soledad, la quietud
y el apacible rumor de una paz exenta
de las huellas de los hombres.
Fuerza es debilidad
y débil es el gran poder
adorado por las muchedumbres.
Nada ganarás, nada perderás.
Ese será tu verdadero y soledoso triunfo.
Agosto
31 de 2009, atardecer...
(La
frase inicial, en negrillas, viene de un famoso verso de Cesar Vallejo)
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