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viernes, 24 de enero de 2014

Adagios de los maestros – Los epigrafistas / Luis Eduardo Aute, La belleza, música y letra.

















Adagios de los maestros – Los epigrafistas

Los epígrafes pudieran ser calificados, en una definición súbita, somera, como rótulos o inscripciones que se anteponen a un texto, bien con la intención de tender una clave, bien con el designio de tantear un misterio. Como lector, pocas cosas hay que me provean de mayor placer que el encuentro con un epígrafe que cumpla con la doble función de sugerir y oscurecer, de iluminar y despistar. Obviamente, oscuridad y despiste suelen ser engañosos en todo texto que se precia de buscar apoyatura en tales adagios, pues en incontables ocasiones se les trae de pórtico al texto, un poco con pícara intención o con tono instigador. Incluso, a contracorriente de las líneas que le seguirán. 

El epigrafismo es un arte. Y se me ocurre que es un sucinto género literario (que algunos taxidermistas literarios se apresurarán a calificar de minimalista), el cual suele abrir amplísimos horizontes en ese océano de los enunciados en el que hacen vida los peces de la imaginación. Los epígrafes son piedras preciosas altísimamente concentradas, poderosos magnetos. Y a veces resulta  arduo intentar levantarlas del suelo espiritual en un primer intento. Obviamente, nos pueden deslumbrar a primera vista. Pero suelen iluminarnos mejor en una segunda, tercera o cuarta contemplación.

Y uno podría levantar al aire una catedral del intelecto -sin que esto signifique menoscabo de la escritura de los autores a quienes  debemos agradecer el develamiento de tales tesoros-, armando un ramillete con tales adagios, los que prontamente pautarán conversa entre sí; esto, claro, si entendemos intelecto como la providencia humana que nos permite vislumbrar con el alma, el corazón y el discernimiento, pues no hay divorcio entre ellos.

Verdaderos maestros hay en el arte de abrir la puerta de sus enunciados con epígrafes tomados -al vuelo del azar- de un texto clásico, del slogan callejero que nos ha dejado un estampador de graffitis o en el vocablo sutil que un anónimo ciudadano le cruza a otro en la calle. Se me ocurren dos, maravillosos: el poeta W. H. Auden y el estudioso ensayista E. R. Dodds. Los ensayos de Auden sobre poética, como los reunidos en “La mano del teñidor”, son excelsos. No menos lo son los estudios de Dodds, entre los que cabe citar “Los griegos y lo irracional” y “Paganos y cristianos en una época de angustia”. En esos libros uno encontrará verdaderas, profundas labores de minería epigrafista. No sé en cual esquina de la biblioteca se hallan los queridos libros de Dodds, en estos momentos. Pero tan pronto los encuentre, transcribiré algunos de  esos hallazgos, piedras miliares. Así que entre la colecta que recojo en este caso, me atengo a agregar algunos de los epígrafes sembrados por Auden, amén de alguno de Dodds que llevo anotado, entre otros de diversa mano.

Pero todo esto ha venido a cuento porque hoy me topé con una piedra pulida, de materia ultra concentrada y verbo alado, un epígrafe que es toda una apretada apuesta a un vivir pleno, un convite vital lanzado como un par de dados sobre la mesa de desazón en que el ser humano ha tornado su vida. Tan sólo me atrevo a anticiparle una frase:

Un sentimiento extraviado...
 
Y dice así:

“…El hermoso consuelo de encontrar el mundo en un alma, de abrazar a mi especie en una criatura amiga…”

Friedrich Hölderlin
(Epígrafe de LA RESISTENCIA, de Ernesto Sabato)


Y aquí van los otros epígrafes que junto por los momentos…

“…Tenemos arte en tanto que no podemos matar la verdad…”

F. Nietzsche
(Epígrafe al libro “La mano del teñidor”, de W. H Auden)

“…En lo íntimo de mi ser tengo mi refugio y el terror de mis propios desiertos…”

Robert Frost
(Epígrafe del libro “Paganos y cristianos en una época de angustia” E. R. Dodds)

“…El arte de la vida, de la vida del poeta, es hacer algo no teniendo nada que hacer…”

H. D. Thoreau
(Epígrafe del capítulo LEER, CONOCER Y JUZGAR, del libro “La mano del teñidor”, de W. H. Auden)

“…Me parecía que algo faltaba a la divinidad, en tanto no hubiera algo que oponerle…”

Prometeo en el Cáucaso, Luciano.
(Epígrafe del capítulo PROMETEO EN LOS INFIERNOS, del libro El VERANO, de Albert Camus)


“…Si la sociedad está mal organizada (como lo está la nuestra) y un pequeño número de personas tiene poder para oprimir a la mayoría, cada victoria sobre la naturaleza contribuirá, inevitablemente, a acrecentar ese poder y esa opresión. Esto es lo que está sucediendo actualmente…”

León Tolstoi
(Epígrafe del libro “Ciencia, libertad y paz”, de Aldous Huxley)






Luis Eduardo Aute, La belleza, música y letra.




Enemigo de la guerra
y su reverso, la medalla,
no propuse otra batalla
que librar al corazón
de ponerse cuerpo a tierra
bajo el paso de una historia
que iba a alzar hasta la gloria
el poder de la razón.
Y ahora que ya no hay trincheras
el combate es la escalera
y el que trepe a lo mas alto
pondrá a salvo su cabeza
aunque se hunda en el asfalto
la belleza.
Míralos como reptiles,
al acecho de la presa,
negociando en cada mesa
maquillajes de ocasión;
siguen todos los raíles
que conduzcan a la cumbre
locos, porque nos deslumbre
su parásita ambición.
Antes iban de profetas
y ahora el éxito es su meta;
mercaderes, traficantes,
más que nausea dan tristeza,
no rozaron ni un instante
la belleza.
Y me hablaron de futuros
fraternales, solidarios,
donde todo lo falsario
acabaría en el pilón.
Y ahora que se cae el muro
ya no somos tan iguales
tanto vendes, tanto vales
¡viva la revolución!
Reivindico el espejismo
de intentar ser uno mismo,
ese viaje hacia la nada
que consiste en la certeza
de encontrar en tu mirada
la belleza.


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